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La
temible salamanca del Gualicho
Jorge Castañeda
Escritor - Valcheta
El
Gran Bajo del Gualicho. La travesía horrible al decir del cacique Casimiro
donde solo quedaban las blancas osamentas de los atrevidos que se internaban en
ella. Jornadas bajo el sol ardido de los veranos y el cloruro de sodio
enloqueciendo a hombres y bestias. El lugar de la “casa del diablo.”
Gualicho, el Alto Dios de los tehuelches,
traducido como la “giradora” o “circunvolucionadora”, porque al decir del
Profesor Rodolfo Casamiquela la figura era femenina. La casa del Gualicho,
guarida temible de un Dios irascible, el “Ulüngasüm” de los
tehuelches. Autor de las figuras rupestres, del viento en los cañadones,
de la sal de las sierras, “el que secuestraba a los niños, el que poseía el
poder de petrificar y auto petrificarse a su antojo, gigantesco en su faz
maligna, femenino claro, pétreo, a él pertenecen los huesos petrificados
envueltos en su carne (toba), que se manifiesta en la muerte de sed en las
travesías y por eso había que propiciarlo.”
Es el “epehuén geyú”, el allí es Gualicho, que
observó el Perito Moreno y otros viajeros. Así lo vio Claraz en el diario de su
viaje al río Chubut cuando escribió que “en el fondo del Bajo existe una capa
de yeso y en ella muchas conchas. Bajo tales capas sobresalientes los indios
colocaban antes sus ofrendas; pero ahora la capa ha caído. Sin embargo, ellos
siguen ofrendando en ese lugar. Lo denominan la “vivienda del Diablo.”
Los indios tienen que pasar allí la noche en
toldos, maneando bien todos los caballos y tienen que llevar agua para su uso.
Llaman a este paradero “pelado”. Creen que el diablo es el dueño de este bajo y
que les hace toda clase de malas jugadas. Hace que pierdan los caballos y se
encuentren en apuros. Por eso ofrendan crines, para que los caballos no se
fatiguen, y trapos y jirones que arrancan de sus ponchos o trajes, para que no
les suceda nada malo. Introducen todo esto con el cuchillo en las blandas capas
de yeso e imploran al dueño del bajo para que les sea propicio.”
El salesiano Pedro Bonacina contaba que partió
del Fortín Castre para Valcheta y que “a llegar a la mitad del camino me detuve
a descansar en la Piedra
del Gualicho. Bajé de la mula y me puse a observar lo que había arriba de esas
piedras: encontré una caja de fósforos, un pañuelo de mano y un papel de
cincuenta centavos, todo dejado por los viajeros que han pasado por aquí.”
Casamiquela precisa que el sitio conocido como la Salamanca del Gualicho
se ubica aproximadamente en el deslinde de los lotes 5 y 6 de la Sección I Colonia de San
Antonio Oeste. El lugar queda a unos 60 km. al sur del paraje El Solito, en el
extremo oeste del salitral o Gran Bajo del Gualicho. Existen dos grupos de
pobladores más o menos cercanos que viven en la margen norte del bajo. El
primero, cerca de la laguna del zorro (doña Ana Gaviña y familiares), es
probablemente el más próximo (3 leguas), pero no nos pudo facilitar medios para
llegar hasta la piedra del Gualicho misma. El otro está integrado por la viuda
de Beltrán y por el señor Honorio Beltrán (este último fue el que nos acompañó
a caballo como baqueano). Desde la casa de Machado hasta la piedra del Gualicho
hay aproximadamente 4 leguas y en el recorrido se pasa junto al jagüel de Eldo
Gaviña, más o menos a mitad de camino.”
Macedonio Belizán, un pionero de la zona de
Valcheta le supo contar a la historiadora Josefina de Ballor que “Yo trabajaba
en jagüeles, por la laguna “La
Escondida”, viniendo con dos carros del Bajo del Gualicho, en
una oportunidad a unos setenta metros del camino, sobre mano derecha, observé
una piedra blanca que brillaba igual que un cristal. Estaba rodeada de
paredones de piedras, con una puerta a la salida del sol; nos bajamos los
cuatro carreros que me acompañaban: Gaspar Mailín, Ignacio Zárate, Juan Linares
y yo. La piedra tenía un escrito, decía que todo el que pasara, algo debía
dejar, para poder seguir.
“Los cuatro hombres rodeamos la misteriosa
antigüedad. Había a su alrededor monedas, cajas de fósforos, colas de caballos,
géneros, botellas conteniendo líquido, tabaco, cigarros, también prendas
personales. Gaspar Mailín, incrédulo de lo espiritual se rió; se tomó el
atrevimiento de levantar las monedas y guardárselas. Salimos del lugar, como a 500 metros desatamos los
animales para almorzar; sobre las 15, preparamos el regreso, atamos los
caballos… estos no dieron un paso adelante! Empacados, no hubo forma de
que anduvieran. Nos tomó la noche; al otro día tuvimos que hacer 25 km. hasta “La Escondida” en busca de
agua; tomamos nosotros y le dimos a los animales; en un descuido nuestro Mailín
devolvió las monedas; pero, la verdad es que tuvimos tres días de castigo, que
no pudimos salir.”
La temible Salamanca del Gran Bajo del Gualicho,
esa que supo reconocer y merodear Bernabé Lucero, “el salamanquero”, toda una
leyenda de los pagos rionegrinos.
Pocas veces en la
Biblia se menciona la palabra aborto y en las contadas
excepciones que sí lo hace no es en el contexto ni con el significado que esa
palabra tiene tal como la conocemos hoy día.
La primera mención se hace en el libro de Éxodo, Capítulo
21, versículos 22 al 25, y es casi una copia del Código de Hammurabi donde se
castiga al aborto con una sanción económica, cuya importancia varía según la
categoría social de la mujer, donde únicamente cuando ésta es hija de un gran
señor y muere en el parto, la hija del causante del mismo es condenada a
muerte.
El texto en cuestión según la versión de la Biblia de Jerusalén traduce
que “Si, en el caso de una riña, alguien golpea a una mujer encinta,
provocándole el aborto, pero sin causarle otros daños, el culpable deberá
indemnizar con lo que le pida el marido de la mujer y determinen los jueces.
Pero si se produjeren otros daños entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo,
diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida
por herida, cardenal por cardenal”. Es decir se aplicará la ley del talión.
El comentario anexo a dicho pasaje aclara que el aborto “no
era un problema ético en la
Biblia, pues mantener el crecimiento de la población era una
prioridad del pueblo judío”.
Al respecto en la
Biblia de Estudio Vida Plena se menciona que “por el término
“abortar” se refiere al alumbramiento prematuro debido al daño contra la mujer
encinta”
Algunos teólogos entienden que en este pasaje “se considera
como un ser humano al hijo no nacido” y es de destacar que este es el único
caso en todo el libro de la ley que se pide la pena de muerte para el homicidio
accidental.
Pero como veremos hay una total coincidencia en todos los
estudiosos que en ninguna parte de la
Biblia se hace mención explícita a la práctica del aborto tal
como la conocemos en la actualidad ni mucho menos al derecho de la mujer a
decidir sobre su propio cuerpo.
La otra cita la debemos al apóstol Pablo cuando en la
primera epístola a los cristianos de la ciudad de Corinto hablando de las
apariciones de Cristo después de haber resucitado y habiéndose aparecido a
Jacobo y a todos los demás, dice según la versión Reina-Valera que “Y al último
como a un abortivo, me apareció a mí”. Más clara la Biblia de Jerusalén expresa
textualmente que “y en último término se me apareció también a mí, que soy como
un aborto”. 1 de Corintios 15 – 7:8.
Al respecto conforme al comentario de la versión de
Jerusalén dicho término debe entenderse como “una alusión al carácter anormal,
violento, quirúrgico de su vocación y que Pablo no establece diferencia alguna
entre la aparición del camino a Damasco y las apariciones de Jesús entre la Resurrección y la Ascensión”.
Como vemos está bien claro que las pocas menciones que se
hace en la Biblia
sobre el aborto están enmarcadas en el contexto de la época donde la leyes del
Antiguo Oriente babilónicas y asirias “castigaban cuando se maltrataba a una
mujer grávida, distinguiendo varios matices de pena, según fuesen las
consecuencias sufridas por la lesionada. En las leyes asirias se trata
solamente del aborto de la hija de un señor por causa de otro; éste pagará una
crecida multa, recibirá cincuenta azotes y trabajará para el rey durante
cincuenta días, o su mujer recibirá el mismo trato, compensando la pérdida del
feto con su vida; si la accidentada muriera, el culpable recibirá la muerte”
Como podemos apreciar
entre los antiguos solamente se reglamentaba la penalización del aborto cuando
era provocado por terceros, pero nada se dice cuando en forma voluntaria la
mujer decidía abortar.
Sería apropiado
agregar que el verbo hebreo usado para el caso, “yatsa”,traducido abortare en muchas versiones
castellanas significa “salir”, y realizando una lectura literal del pasaje
sería “de manera que su fruto salga”.
Algunos teólogos y especialistas en Biblia opinan que Dios
protege la vida aún desde el mismo vientre materno trayendo a colación alguna
que otra cita de los llamados textos poéticos como los del libro de Salmos y de
Proverbios.
Con respecto al debate que necesariamente debe darse en
nuestra sociedad sobre este tema tan importante se debe aclarar que una cosa es
estar a favor de una ley de despenalización del aborto y otra cosa muy distinta
es estar a favor del aborto.
Hay al respecto muchas opiniones y matices y todas deben
ser escuchadas y atendidas en el marco de la tolerancia y el respeto.
Una sociedad que atiende responsablemente a los temas más
urgentes relacionados con los derechos individuales, sin lugar a dudas está
trabajando para su propio porvenir.
A
lo largo de su decurso la historia de la humanidad ha conocido momentos de gran
esplendor y otros de decadencia y horror. Estos últimos perpetrados
generalmente al amparo de las sombras de la noche tal vez para ocultar tanta
barbarie y locura, dando nombre a varias de ellas de las cuales debemos de
tener memoria para que nunca más vuelvan a suceder.
“La
noche de San Bartolomé” perpetrada al amparo del fanatismo religioso y político
de los tiempos de la Reforma
constituyó una de las más grandes matanzas de la historia. Precisamente la
palabra hugonote proviene de huguenot y ésta de eidgenossen, confederadas, por
la alianza entre Ginebra, Friburgo y Berna bajo el estandarte de la fe
protestante.
A
la una y media de la mañana del día 24 de agosto de 1572 la campana de rebato
de Saint-Germain dio la señal de degüello. Se habían establecido listas para
que nadie pudiera escapar. EnParís
perecieron, en escenas horribles, casi cuatro mil hugonotes y otros miles en
provincias, sobre todo en Lyón y Orleáns.
“París
parecía una ciudad conquistada –dice Tavannes-. Cuando se hubo limpiado la
sangre comenzó el saqueo. Príncipes y señores, tanto gentileshombres, arqueros,
soldados de la Guardia,
como toda clase de gente y de pueblo mezclados, saquearon, destrozaron y
mataron en las calles”. Felipe II envió sus felicitaciones. “Es una de las
mayores alegrías de mi vida entera”. Y en Roma el Papa Gregorio XIII hizo
cantar un Tedeum. La ortodoxia vencía a la caridad.
“La
noche triste de Tenochtitlan” en cambio había ocurrido en América el 30 de
Junio de 1520 casi 50 años antes, pero es de otra factura y menos cruenta. Pasó
a la historia cuando después de la orden
de Cortés de marchar por un puente de canoas hasta Tacuba, fueron descubiertos
por los aztecas y se desata una batalla tan sangrienta y feroz, bajo una nube
de flechas, que en su intensidad algunas lagunas se habían convertido en un
cementerio de huesos humanos. Se estima que las pérdidas españolas fueron
considerables, afirmando Bernal Díaz del Castillo que murieron más de la mitad
de los soldados españoles y sus indios aliados. El capellán Francisco López de
Gomara menciona a unos cuatrocientos españoles y más de cuatro mil nativos.
Al
régimen Nacional Socialista Alemán de Adolfo Hitler debemos ya casi a mediados
del siglo XX otras dos noches negras en la historia de la humanidad.
La
primera denominada “la noche de los cuchillos largos” acaeció el 30 de Junio de
1934 en que se asesinó a un grupo de hombres pertenecientes a la elite política
de Hitlerliderados por el jefe de SA,
Ernst Röhm. Se estima que aparte de su jefe fueron muertos unos doscientos
partidarios de las SA.
Cuatro
años más tarde, el 9 de Noviembre de 1938 sucede “la noche de los cristales rotos” donde se
producen estallidos de violencia contra judíos. Se registra que en dos días más
de siete mil comercios fueron rotos y saqueados, doscientos cincuenta sinagogas
quemadas y cientos de judíos asesinados. La mañana posterior a los pogroms
treinta mil de ellos fueron arrestados y enviados a campos de concentración.
A
los argentinos nos cabe haber legado a la historia otras dos noches trágicas que
desastrosas consecuencias posteriores.
La
primera es recordada como “la noche de los bastones largos” y fue el desalojo
de cinco facultades del la
Universidad de Buenos Aires acaecida el 29 de Julio de 1966
bajo el gobierno de facto del General Juan Carlos Onganía.
La
represión fue sumamente violenta sobre todo en Ciencias Exactas y Naturales y
Filosofía y Letras. Fueron detenidas cuatrocientas personas y destruidos los
laboratorios y las bibliotecas universitarias. En los meses siguientes cientos
de profesores y científicos fueron despedidos, renunciaron a sus cátedras o se
fueron del país. Entre ellos muchos de un notable prestigio internacional como
Rolando García, Sergio Bagú, Manuel Sadosky, Gregorio Kilomvsky,Tulio Halperin Donghi, Risieri Frondizi,
Eugenia Kalnay y otros muchos.
Por
último el 16 de Septiembre de 1976, hace 34 años, se producía “la noche de los
lápices”, donde la represión del régimen militar se descargó con especial
violencia sobre los estudiantes secundarios, que fueron secuestrados,
torturados y aniquilados. La causa: peticionar por el otorgamiento del boleto
estudiantil secundario.
La
memoria debe servir para no repetir estos hechos lamentables y para que la
humanidad al decir de Rimbaud, el más abandonado y miserable de todos los
poetas, pueda alsalir de la noche “encontrar al amanecer las
iluminadas espléndidas ciudades”.
He leído el borradorcon
las nuevas normas ortográficas que está preparando la real Academia Española de
la lengua con sus 22 academias correspondientes.
Todo cambia. Y más los idiomas que están vivos,
porque sin duda los académicos recogen los nuevos términos, acepciones y reglas
ortográficas del habla popular.
Sin embargo siempre habrá quienes estén de acuerdo
con los cambios y quienes no, como en mi caso personal que cuando fue necesario
hice una defensa intransigente de la letra Ñ, y no solo por estar presente en
mi apellido.
Para mí, en recuerdo de mi paso por las aulas
escolares, la i siempre será griega o latina por varias razones, entre ellas la
de mayor fundamento es porque no me suena bien decir ye, aparte de tener que
memorizar de nuevo el abecedario con las nuevas normas académicas.
Al respecto de esta vigésima octava letra,
deberíamos agradecer a los griegos por habernos prestado tal denominación
tomada de su ípsilon, con justeza también llamada “letra de Pitágoras” o “árbol
de Samos”, que aludiría a que la senda de los hombres se dividiría en dos como
solía enseñar el genial filósofo e indicaría la grafía de la letra en cuestión.
Con respecto a suprimirla letra “b” como larga o alta y denominar
“uve” a la corta o baja, no me parece tan mal sólo que hay que volver a
acostumbrarse a llamarla de esa forma como antes se hacía y que las docentes ya
jubiladas lo deben recordar muy bien. Además a mí me cae bien por su similitud
con “uva”, el noble fruto de la vida y madre del vino, que al decir de Lin
Yutang arregla todas las disputas.
No estoyde
acuerdo con suprimir las tildes en ciertos monosílabos que llevan diptongos
como por ejemplo “truhán”, porque sin la misma su pronunciación se puede
prestar a confusión.
En el caso de omitir la separación de los prefijos
ex y anti, me parece que en algunos casos daban una idea más fiel de la
situación aludida, por ejemplo ex marido. Otros han sido verdaderos visionarios
como el poeta y escritor chileno Nicanor Parra que adelantándose como Julio
Verne a los nuevos cambios supo escribir sus “antipoemas”, así todo junto.
Me opongo también a capa y espada a la eliminación
de la “q” cuando representa el fonema “k”. Para mí siempre será Iraq. Y sería
demasiado caro y engorroso cambiar la palabra en toda la cartografía.
Y como secretario legislativo del Concejo
Deliberante de Valcheta mi mayor objeción sería cambiar quórum por “cuórum” que
por un respeto a la herencia cultural del latín seguiría escribiendo siempre de
la misma forma.
Por supuesto que también estoy en contra de toda
exclusión –aunque sea la de las letras- pues me parece que sacar del alfabeto a
la “ch” y la “ll” es toda una impertinencia, aunque conserven su pronunciación.
Quitar la tilde en la conjunción disyuntiva “o” me
parece una decisión acertada, porque no cambia nada como en otros monosílabos.
También manifiesto mi acuerdo en suprimir la tilde
en la tilde en “sólo”. Sería mejor.
Lo recuerdo al Premio Nobel Juan Ramón Jiménez que
tanto bregó para unificar la “g” y la “j”, a su colega Gabriel García Márquez
por desterrar la ortografía, a nuestros Roberto Arlt y César Bruto que supieron
desacartonar el castellano y también por supuesto al genial Roberto
Fontanarrosa que supo en una alocución inolvidable dejar establecido que las
palabras son solamente eso, palabras, ni buenas ni malas. Solo palabras.
Aparte de la que reseñan los columnistas John Carlín y
Carlos Pierini en el diario El País de España, debemos señalar que también hay
otra Argentina, más allá de aquella de Diego Maradona y la que se exhibe en la
literatura no neutral que tanto solaza a la Presidenta Cristina
Fernández.
Los historiadores sostienen que el nombre de la República Argentina
deriva del río de la Plata,
porque se creía que éste “abría el camino más directo hacia la sierra del
Plata, supuesta, (y luego hallada en el Alto Perú)”.
Como es sabido, el término “Argentina” proviene del latín
“argentum” que significa plata.
Algunos aducen que la primera vez que se usó dicho vocablo fue
a principios del siglo XVII por el cronista Ruy Díaz de Guzmán, autor de una
historia que tituló “Del descubrimiento, población y conquista del río de la Plata”. Otros afirman que
dicha pretensión pareciera carecer de validez “dado que su uso en el título
sólo aparece en unperíodo posterior y
no el original”.
Lo cierto es que fue aplicado por primera vez al territorio
actual en una especie de crónica rimada escrita por el arcediano Martín del
barco Centenera con el extenso título de “Argentina y conquista del río de la Plata, con otros acaecimientos
del los reinos del Perú, Tucumán y Estado del Brasil”, publicada en la ciudad
de Lisboa en 1602.
Como ya es sabido el nombre de Argentina es consagrado en
forma definitiva en 1852 por el Congreso de Paraná y cuando se dicta la Constitución Nacional
para la ConfederaciónArgentina.
Hoy como bien lo señala la nota antes citada la realidad
cotidiana de la Argentina
visible en el ocaso de su decadencia nos interpela en las noticias de los
medios y nos hace repensar en otras épocas pretéritas cuando su augusto nombre
tenía significado de prosperidad y de grandeza.
La
Patria
que vislumbraron nuestros próceres, la fecunda que forjaron los hombres del 80,
la invisible para definirla conforme a Eduardo Mallea, escritor seguramente no
del agrado de la señora Presidenta, esa que “habitada por hombres y mujeres
jóvenes que viviendo en la zona subterránea donde se prepara toda fuente,
llevan de ella una idea de limpia grandeza y a quienes alguna vez rebeló la
indignidad de los que la engañan y trafican”.
Esa Argentina a la que le decimos junto con el poeta José
María Castiñeira de Dios “Yo te incito a romper las cadenas ocultas/ y a
exorcizar el maleficio,/ y a soltar las maneas,/ para que sean eternos los
laureles de gloria/ que otros hombres mejores/ nos legaron un día!”
Esa Argentina comparada por Mallea con un pueblito del
interior con su plaza, sus habitantes dormidos, su cementerio, su escuela, y
esa iglesia fundada por el padre Francisco de Paula Castañeda, tan abandonada
materialmente como espiritualmente por la “impiedad de sus fieles, sin caridad
y sin misericordia” representando una traición al fraile de la “santa furia” y
más que nada una traición a los fundadores de la nación.
Porque dice el insigne escritor y ensayista y vale la pena
citarlo que “aquel pueblecito argentino era un símbolo. Aquel pueblecito era el
símbolo de un terrible sopor, el reverso exterior de una realidad, el símbolo
de un sopor envuelto en el representar dada día más ruidoso de la apariencia,
del vocerío, los banquetes, la política, la farsa social, el boato farisaico;
aquel pueblecito, en el que estaba, entre otros males, corporizada una traición
a Castañeda, era el símbolo de la traición inferida a la dignidad severa,
consciente, constructiva, de nuestros hombres primeros, que no se parecen a los
actuales visibles, sino a los actuales invisibles, a la naturaleza de nuestro
hondo pueblo y no del superficial”.
“Aquel pueblecito era el símbolo de la emotividad
estancada, invertebrada”.
“Aquel pueblecito, en fin, era el símbolo del estado de
Lázaro antes de resucitar, esto es de un estado de muerte, pero de muerte
redimible”.
“Porque la parábola de nuestro país es la parábola de
Lázaro y del rico Epulón. El rico Epulón comía en su palacio, en cuyas
graderías de entrada se sentaba Lázaro el mendigo, con sus llagas comidas por
los perros, a la espera de las migajas del festín. Y al fin el rico y Lázaro
murieron y fueron iguales en la sepultura. Aunque no igualados en la eternidad
de sus destinos, porque el uno fue sepultado en el infierno y el otro llevado
al seno de Abraham. Entonces, en los tormentos, el rico pidió que le mandaran a
Lázaro para que echara agua en sus llagas y le refrescara la lengua. Y le
respondió Abraham: “Hijo, acuérdate que recibiste bienes durante toda tu vida,
y Lázaro, al contrario males; y ahora éste es consolado y tú atormentado, fuera
de que, entre nosotros y vosotros está de por medio un abismo insondable”.
“Así, los que conocen en nuestra tierra el sentido severo
de la vida, los que no dormitan, los que sufren por tener conciencia de cierta
pasión sacramental, los íntegros, los invisibles, los enfermos de honradez, los
que viven separados por un abismo insondable del rico Epulón, son la parte no
futura, sino ya salvada, de nuestro país, como Lázaro el mendigo”.
En esa otra Argentina invisible y subterránea vivieron
hombres desgarrados como Leopoldo Lugones, como el sanitarista Ramón Carrillo,
Leopoldo Marechal, Manuel Ugarte, Ezequiel Martínez Estrada, Raúl Scalabrini
Ortiz y el doctor René Favaloro entre otros ciudadanos ilustres y millones de
argentinos, jóvenes y ancianos de todos los oficios y profesiones que cada día
persisten con su trabajo cotidiano para tener un país que merezca ser vivido.
En estos días de impotencia y de frustraciones, de descalificaciones
desde las alturas del poder por pensar distinto, donde en forma cotidiana se
observa la decadencia que lastima y rebela, se hace necesario repensar los
destinos de la Nación
para recuperar aquel augurio primigenio que su nombre representa.
Más allá de Maradona y sus metáforas que podamos decir como
el poeta Castiñeira de Dios que “Ya en el aire se huele como un advenimiento/ y
la noche apesebra/ la navidad del día/ es que viene creciendo/ un río por
debajo de tu forma doliente/ y su luz ya desborda las esclusas del tiempo”.
Casi sinquerer los pueblos originarios mapuches y
tehuelches han pasado a integrar la gran literatura destacando las plumas de
Miguel de Cervantes Saavedra y William Shakespeare que han recogido algunos
aspectos de estos pueblos en fragmentos de sus obras “El Ingenioso Hidalgo don
Quijote de la Mancha”
y “La Tempestad”,
pasando casi desapercibidos para los lectores corrientes.
En primer lugar el
glorioso “Manco de Lepanto” en el Capítulo VII del Quijote en el episodio del
“donoso y grande escrutinio” que hacen el Cura y el Barbero en el aposento de
la biblioteca del caballero para quemar los libros que tanto lo habían
desquiciado y donde hallaron “más de cien cuerpos de libros grandes, muy bien
encuadernados y otros pequeños” muestra que Cervantes como él mismo lo afirma
tenía la costumbre de “leer hasta los papeles tirados en las calles”.
En esa selección
como un detalle lúdico se salvó del fuego La Galatea del propio autor del Quijote porque al
decir del Barbero “muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y se
que es más versado en desdichas que en versos”.
Pero lo realmente
llamativo es como entra en la lista el célebre poema “La Araucana” de Alonso de
Ercilla que narra las peripecias de los pueblos mapuches en la conquista de
Chile.
“Señor compadre,
que me place –respondió el Barbero-. Y aquí vienen tres todos juntos: La Araucana, de don Alonso
de Ercilla; La Austríada,
de don Juan de Rufo, jurado de Córdoba, y El Monserrate, de Cristóbal de
Virués, poeta valenciano.
“Todos esos tres
juntos –Dijo el Cura- son los mejores que, en verso heroico, en lengua
castellana, están escritos, y pueden competir con los más famosos de Italia” y
ordena “guardarlos como las más ricas prendas de Poesía que tiene España”.
En cuanto a la
cita en “La Tempestad”
de William Shakespeare se puede apuntar lo escrito en el “Relato de su viaje
alrededor del Mundo” de Antonio Pigafetta, cronista de la expedición de
Hernando de Magallanes.
Dice en su ameno
relato al observar al gigante que bailaba y cantaba dándole el nombre de
“patagón” (tehuelche por cierto) que “parece que su religión se limita a adorar
al Diablo. Pretende que cuando uno de ellos está por espirar se aparecen de
diez a doce demonios que bailan y cantan a su derredor. Uno de ellos que hace
más ruido que los demás, es el jefe o gran diablo, que llaman Setebos, los
inferiores se llaman cheleule…Nuestro Capitán dio a este pueblo en nombre de
patagones”.
Como digresión
podemos decir que según los modernos historiadores el término no vendría por
tener los pies grandes, sino que haría alusión a una obre de teatro de moda en
las cortes europeas cuyo protagonista sería un gigante de nombre Pathagón.
El doctor Ernesto
Livon Grosman escribe al respecto en su libro “Geografías Imaginarias”, donde
se refiere al relato de viaje y la construcción del espacio patagónico que
“esta referencia al dios Setebos fue traducida por el escritor isabelino
Richard Eden quién incluyó una versión abreviada del relato de Pigafetta en The
History of Travayle de 1577”.
El “Cisne de
Avón”lee la referencia a Setebos en
Eden y lo incorpora a “La
Tempestad”, cuando Calibán dice, refiriéndose a América: ¡Oh,
Setebos! These be brave spirits indeed.”
En el relato de Pigafetta
esta primera inscripción del nombre de la zona, de los gigantes tehuelches y
sus dioses, se presenta enmarcado en el diario de viaje con la potencia de lo
testimonial. El uso que Shakespeare hace de la referencia a Setebos indica, en
cambio, un desplazamiento de lo particular a lo general, de los tehuelches a
una realidad continental.
Es así entonces
como los araucanos o mejor llamados mapuches y los patagones mejor llamados
tehuelches, entran en los años 1.500
a dos de las obras cumbre de la literatura universal.
Escritor nacido en Bahía Blanca (Pcia. de Buenos Aires) el 23 de Agosto de 1.951, se radicó desde el año 1953 en la localidad de Valcheta, Pcia. de Río Negro.
Entre sus obras publicadas pueden citarse, entre otras, "La ciudad y otros poemas", "Poemas sureños", "Poemas breves", "Sentir patagónico", "Arturo y los soldados", "Como Perón en el cuadro", "Poemas cristianos", etc.