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JORGE CASTAÑEDA
Blog de literatura de la Patagonia
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21 de Mayo, 2013    CRÓNICAS

EL CONCEPTO DE LA LEY Y LA JUSTICIA EN DON QUIJOTE

 El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes Saavedra, el glorioso Manco de Lepanto, es sin duda la más grande novela de las letras castellanas y una indiscutida obra maestra.

Al leerla uno tiene la sensación que conjuga preciosidad y justeza de estilo, una trama rica en aventuras, situaciones risueñas, un venero de refranes y también verdaderos tratados sobre los más diversos temas, entre otros aciertos que ha señalado la crítica a lo largo de los siglos.

Pero realmente admira que mantenga intacta su vigencia y ese es el milagro mayor de la buena literatura: no importa el tiempo y el contexto: siempre tiene algo para decirnos. Y en cada relectura nuevas luces se descubren en su texto.

Pero sin lugar a dudas en todo el libro campea un concepto de la soberanía de las leyes y su sujeción a las mismas como también sobre el verdadero sentido de la justicia. Ambos enfoques son hijos de la actitud ética y de las preocupaciones del autor.

En ese sentido, Cervantes por boca de Don Quijote le dice al ventero: “Sabed que mi oficio no es otro sino valer a los que poco pueden y vengar a los que reciben tuertos, y castigar alevosías; y si halláis alguna cosa de este jaez que encomendarme, no hay sino decirla, que yo os prometo, por la orden de caballero que recibí, de haceros satisfecho y pagado”. Ni más ni menos que un esclarecido concepto de la justicia. Justicia práctica y a la vista de todos. Cotidiana y llena de sentido común.

Cuando el “andante caballero de la triste figura” se refiere a las letras debe entenderse a las leyes que rigen la vida humana en cualquier comunidad. Lo aclara: “Hablo de las letras humanas, que es su fin poner en su punto la justicia distributiva, y dar a cada uno lo que es suyo, y entender y hacer que las buenas leyes se guarden”. Han pasado quinientos años y sin embargo todavía se está buscando esa famosa “justicia distributiva” que señalaba Cervantes y su advertencia de que “las buenas leyes se guarden”, ante tantos desatinos que cometen actualmente quienes deberían velar por ellas.

En sus concejos al escudero Sancho Panza cuando debe hacerse cargo de la ínsula de Barataria, el sabio hidalgo le amonesta que “no hagas muchas cosas pragmáticas; y si las hicieres, procura que sean buenas, y, sobre todo, que se guarden y se cumplan; que las pragmáticas que no se guardan lo mismo es que si no lo fuesen; antes van a entender que el príncipe que tuvo discreción y autoridad para hacerlas no tuvo valor para hacer que se guardasen; y las leyes que atemorizan y no se ejecutan, vienen a ser como la viga, rey de las ranas, que al principio las espantó, y con el tiempola despreciaron y se subieron sobre ella”.

Y también le supo aconsejar que “no te ciegue la pasión propia de la causa ajena”. Y cuánta razón tenía para aconsejarle de esa manera.

Con maravillosa clarividencia razona que “la verdad, para impartir con rectitud la justicia, debe ser buscada sin pausa y desentrañada de las razones que ante el árbitro expongan las partes, sin  que nada, ni dádivas, promesas o lamentos influyan en la decisión que se tome para cerrar la causa”.

En el capítulo XI de la primera parte el Quijote refiriéndose a la edad de oro expresaba: “Dichosa edad y siglos dichosos que los antiguos pusieron el nombre de dorados. No había la fraude, el engaño ni la malicia mezclándose con la verdad y llaneza. La justicia se estaba en sus propios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen”.

Hay muchas otras sentencias a lo largo del Quijote que versan sobre las leyes y la justicia. ¿Seguiremos ante tanto disparate que vemos cometer hoy en día a los gobernantes y los magistrados, tan ufanos aplicando la “ley del encaje” que denostaba el caballero, añorando la edad de los “siglos dorados” como Miguel de Cervantes?

Esperemos que no, porque el apego a las leyes y el ejercicio de la justicia son la base más sólida de cualquier democracia que se precie.

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26 de Abril, 2013    POEMAS

LA FLOR DE GALILEA


LA FLOR DE GALILEA

 

Jorge Castañeda

Valcheta (RN)

R. Argentina

 

 

Esta es la flor de galilea.

Yo la miro embelesado.

 

 

Sus hojas amarillas son tan bellas

Como si un ángel las hubiera tocado.

 

 

Seguro ha de tener algo de estrella

O al menos así yo la he imaginado.

 

 

Esta es la flor de galilea.

Un paraíso recobrado.

 

 

Y en el centro la sorpresa

De un galán de colorado.

 

 

En su fugacidad tal vez le cuenta

Lo vano del presente y del pasado.

 

 

Esta es la flor de galilea:

Un tributo emocionado.

 

 

Si yo la miro me mira

Y me sabe embelesado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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09 de Abril, 2013    POEMAS

LAS RAICES DE LA VIDA


LAS RAICES DE LA VIDA

 

Jorge Castañeda

Valcheta (RN).-

 

 

He de volver a las raíces

Como ellas a su sustento

Para acopar por arriba

En un pedazo de cielo

Y crecer con el nutriente

Sagrado de los afectos.

 

 

He de volver a las raíces

Que brindaron mi concierto

Para ser un poco sombra

Y que me miren de lejos.

Tal vez halle algún pájaro

Su solaz y su contento.

 

 

He de volver a las raíces

Y a su hontanar secreto

Para crecer en grandeza

Cuando lo exija el momento

Y no parecerme al tamo

Que se lo llevan los vientos.

 

 

He de volver a las raíces

Que trabajan en silencio

Oscuras de tanta tierra

Pero firmes en su intento.

¡Sólo se arraiga en la vida

Teniendo buenos cimientos!

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14 de Febrero, 2013    CRÓNICAS

LA MESETA DE SOMUNCURA


Foto: Pozos que respiran (Meseta Somuncurá)


Foto: Cueva de "Curín"
(Meseta Somuncurá)


  Foto  "Cerro Corona" (Meseta Somuncurá)

LA MESETA DE SOMUNCURA

 Allá y hace tiempo las piedras augures dieron nombre y bautizo a una de las mayores mesetas del Sur: Somuncurá. “Un horizonte en movimiento”, un gigante de piedra y de silencios que sobrecoge por su misterio, un espacio donde el hombre se mide con la naturaleza más exigente. Donde las tropillas invisibles abrevan en las lagunas mecidas por el viento irascible que baja de los cañadones, en los cuales a veces el agua se enfurece y arrastra las piedras como si fueran figuras de cotillón.

 

Somuncurá. “Un secreto de remotas edades en acecho”. Un patrimonio primigenio que desde los tiempos remotos como un ángel tutelar custodia los viejos saberes  ancestrales donde hombres y animales intuyen la pertenencia a un ámbito de mágicos hechizos.

 

Somuncurá. La proa primordial de un pasado que “habla” de edades pretéritas donde la naturaleza y el hombre se medían en igualdad de condiciones. Donde la luna camina por los pedreros del último confín de los confines, mientras la temible “piedra rodadora” va dejando su huella de mal augurio en los arenales ardidos por el sol canicular y redondo de los veranos.

 

Somuncurá. Un laberinto de claves olvidadas en el fondo de los tiempos. Corrales de pircas deshilachados y perdidos colgados los montes. Silencio sagrado de los escoriales. Los últimos pilquineros. El domador de potros. La sangre de yegua. Los puesteros. La chivada. El zorro colorado astuto y rapaz, los ojos fijos de los matuastos mimetizados en el pedrerío de los escoriales. Al decir de Neruda el lugar donde “la pata gris del Malo pisó estas pardas tierras”.

 

Somuncurá. Donde los cerros escupen al timorato que quiere subirlos para faltarles el respeto. Donde hay que descalzarse como Moisés en el Sinaí. Quitarse las sandalias y ver las huellas con ojos de baqueano para apreciar el legado superior que  dejaron los antiguos. En los petroglifos. En la piedra dueña de Yamnagoo,  en los enterramientos rituales de Sierra Apas. En las “pilas de monedas” tan sorprendentes como las verbenas en flor. En las puertas de piedra. En las distancias que nunca se terminan donde se desfonda el tiempo que conocemos nosotros. En la escala familiar que sube al cielo como el humo propiciatorio en una columna que señala el latido de la vida humana entre tanta inmensidad.

 

Somuncurá. En la vertiente natural de “La Gotera”, para aplacar la sed del viajero ahíto de saberes. Pila bautismal en medio del desierto, oasis de pocos álamos colgados en los cerros y donde en la oquedad de la gruta, en el techo –nave catedral lítica- desde una curiosa cruz cae el agua milagrosa que purifica los cuerpos y reposa las almas. Un Jordán al revés. Un frescor de hontanar, un río de agua diáfana para vivificar los eriales interiores.

 

Somuncurá. Un latido en la distancia. Un movimiento entre las piedras. Una cueva llamada de “Curín” donde aún se escuchan los relinchos de la potrada y se teme el paso de los bandoleros temibles y legendarios como el de Bailoretto, registrado para siempre en la libreta de tapas negras entre la nómina de los vicios a comprar y el recuento de los animales a su encargo.

 

Somuncurá. Donde los pozos respiran entre las piedras cercanas a la laguna Azul. Su ciclo de 36 horas aspirando y expulsando aire salmodia los misterios más recónditos del más recóndito de los lugares del mundo. ¿Corrientes de agua subterránea? ¿Flujo y reflujo del mar en plena ámbito mesetario? ¿El pecho subterráneo de Elengashel –el Gualicho de los tehuelches- midiendo el ritmo de todos los mitos? Enigma que se suma a otros enigmas. Hebra imprescindible del hilo salvador de Ariadna para no perderse entre tanto laberinto de coirón y leña de piedra.

 

Somuncurá. Donde los pájaros anuncian las nevadas con el rebate de sus alas inquietas  (anuncian la nieve con una precisión notable), donde los promontorios de piedra volcánica son mangrullos para orientar a los perdidos. Donde la nieve se guarece a su propio arbitrio y su manto níveo sepulta puestos, alambrados y animales igualando con su rasero implacable y recurrente la vida de hombres y mujeres. Donde las estrellas están tan cerca que se pueden tocar con las manos. Donde se puede hablar con el silencio. Donde el mundo es distinto. Donde se alcanza la completa dimensión que solo la naturaleza sabe llenar de bonanzas y lasitudes. Donde se puede caminar en una soledad que sin embargo nos comunica con todo lo importante: el sentir de la vida.

 

Somuncurá. Planiza elevada y azul, vieja arcadia perdida, fortaleza olvidada donde palpitan todos los misterios y donde los arcanos se develan para el que sabe oír, para el que tiene oídos como decía el apóstol en la isla de Patmos. Porque justamente Somuncurá es eso: piedra que habla, nodriza de la Patagonia, señora de los vientos, madre de las vertientes.  En la ganga que cubre de toba las piedras insignes, en las tunas de espinas arteras, en los arroyos incipientes que bajan a los vallecitos para regular la vida de pueblos y de parajes, porque Somuncurá es un gigante dormido, una ciudadela no herrumbrada por los años, un testigo de los tiempos, el umbiculis mundis que tanto buscaron aventureros, estudiosos y viajeros.

Para los hombres de limpio corazón, para los que buscan, para los que necesitan encontrarse en las distancias y el silencio, para los que ansían “escuchar” la meseta de Somuncurá es más que un accidente geográfico: Somuncurá es un destino.

 

 

 

Jorge Castañeda

Escritor - Valcheta

 

 

 

 

 

 

 

 



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02 de Noviembre, 2012    CRÓNICAS

LA PATAGONIA FANTASTICA

LA PATAGONIA FANTASTICA

 

Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 La Patagonia ha sido y seguirá siendo una tierra de fantasías y de aventuras. Miles de leyendas han cuajado en su geografía austera pero atrapante. Desde la misma época de la mal llamada “conquista” hasta la actualidad, febriles cronistas, frailes de portentosa imaginación, exploradores de ambiciones desbordadas y aventureros de toda laya dejaron su impronta mágica, sumando su cultura a los viejos mitos de los pueblos preexistentes.

¿Acaso no escribió Miguel Otero Silva sobre este continente desbordado invitando a habitar bajo su cielo?

“Vete a las Indias, hijo mío. No son mentiras las hazañas de Amadises y los galaones que eternamente habíamos tenido por invenciones. No son patrañas las proezas griegas y romanas que glosan los trovadores, ni son fantasías los mundos fabulosos que miramos cuando soñamos. En las Indias los ríos y los lagos semejan encarcelados mares de agua dulce, de cuyas profundidades ascienden en la noche hidras de muchas cabezas que resoplan llamaradas por sus muchas narices”.

¿Acaso el soldado y cronista Bernal Díaz del Castillo en su “Historia verdadera de la conquista de Nueva España” no escribía lo siguiente?: “Nos quedamos admirados y decíamos que parecían cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís. Uno de nuestros soldados decía que si aquellos que veían, si era entre sueños, no es de maravillar que yo escriba aquí de esta manera, porque hay mucho que ponderar en ellos que no sé como lo cuento. Ver cosas nunca oídas ni vistas, ni aun soñadas como veíamos”.

¿No hablaron acaso de sirenas pero “que no eran tan hermosas como las pintan? ¿No oyó hablar Caboto acaso de “unos indios que de rodilla abajo tenían los pies de avestruz y que también le dijeron de otras generaciones extrañas que por carecer cosa de fábulas no las escribió? ¿Serían estos indios acaso nuestros “pampas” que en sus fiestas ceremoniales pintaban sobre su pantorrilla la pierna del avestruz?

¿Acaso Guevara no había visto “hombres con narices de mono y gibados que miraban la tierra y Martire no habló de los peces cantores que encantaban a los navegantes?

Pero seguramente ya en la Patagonia se superan todas las maravillas con las anotaciones de  Antonio Pigafetta, cornista y navegante florentino que acompañó a Magallanes cuando escribió en su “Il primo viaggio in torno al mondo” que había visto “cerdos con el ombligo en el lomo, pájaros sin patas, cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho y otros cuyos picos parecían una cucaracha, un animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de siervo y relincho de  (se refiere sin dudas al guanaco) y una isla habitada sólo por mujeres que concebían del viento y cuando nacía un varón lo mataban, lo mismo que hacían con cualquier varón que llegara a la isla”. ¿No será tal vez una metáfora que los patagónicos somos concebidos por el viento?

Y otra vez volvemos a Miguel Otero Silva: “Vete a las Indias ahijado. En las Indias hay comarcas sin límites donde se siembra la caña de azúcar, el algodón, el índigo; y la tierra que te devuelve mil sudores. Hay rebaños que te son dados en propiedad para premiar tus servicios al Rey, y que trabajan de día y de noche para acrecentar tu hacienda. Y, refulgiendo por sobre todas las cosas hay oro: no el oro brujo de los alquimistas, ni el oro que fabrican los judíos y catalanes en sus cazuelas, sino el oro verdadero, aquel que Dios puso entre los pliegues de la gleba para que se aprovechen de él; templos de oro macizo, príncipes que se bañan en polvo de oro, de pesados collares de oro que los indios truecan por un espejo”  ¿No es acaso casi cierta la leyenda de la “Ciudad de los Césares que tanto fatigara a los frailes?

¿Acaso de Antonio Pigafetta no tomó Shakespeare el nombre del misterioso “Setebos”, demonio principal de los patagones para incorporarlo a su libro “La Tempestad”?

¿Y acaso el mismo Pigafetta no le dio a nuestros tehuelches –pues de ellos se trataba- el nombre de patagones en alusión al monstruo Pathagón, del famoso libro de aventuras de moda en las cortes de su época?

La Patagonia es una tierra de aventureros, de viejos mitos, de fantasías, de un realismo fantástico que supera a todos los libros, pero también la “proa del mundo”, la “región de la aurora” que soñaron los poetas y una tierra de promisión para quienes la eligieron como su lugar en el mundo.

 

 

 

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30 de Octubre, 2012    DATOS y NOTICIAS

LIBRO DE JORGE CASTAÑEDA RECONOCIDO DE INTERÉS POR LA LEGISLATURA.

LIBRO DE JORGE CASTAÑEDA RECONOCIDO DE INTERÉS POR LA LEGISLATURA.

"Pilquiniyeu es un chancho que vuela" por Jorge Castañeda.

La Legisladora del bloque progresista CC-ARI Magdalena Odarda, logró mediante un Proyecto de su autoría que la Legislatura declare de interés "cultural, educativo y social", el libro "Pilquiniyeu es un cancho que vuela" del escritor Jorge Castañeda, oriundo de la localidad de Valcheta.

El nombrado escritor ha recibido por su extensa trayectoria literaria gran cantidad de premios y distinciones dentro y fuera del país. Tiene varios libros publicados y ha participado en numerosas antologías literarias, como así también ha colaborado escribiendo en varios diarios y revistas.

Entre sus libros se encuentra "Pilquiniyeu en un chancho que vuela", que es una novela corta de no ficción, sobre Pilquiniyeu del Limay, que tiene como protagonistas a la cultura de los diferentes pueblos pre-existentes apartada cada vez más por los efectos de la globalización.

Jorge Castañeda ha sido distinguido junto a otras personalidades del deporte y la cultura por la Honorable Legislatura como "Ciudadano Ilustre de Río Negro". Además es "Embajador Universal de la Paz" que depende de la UNESCO en Ginebra (Suiza) y Cónsul de Poetas del Mundo.

Odarda expresó: "Es un honor desde la Legislatura poder dar reconocimiento a las obras literarias de escritores rionegrinos como en este caso es una del escritor Jorge Castañeda, quien desde su pluma es un fiel exponente de la cultura de nuestra provincia, reconocido a nivel nacional e internacional".


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07 de Agosto, 2012    CRÓNICAS

VALCHETA Y LAS CRECIENTES: LA IMPORTANCIA DEL TOPONIMO

VALCHETA Y LAS CRECIENTES: LA IMPORTANCIA DEL TOPONIMO

 

Jorge Castañeda

Escritor - Valcheta

Es sabido que los integrantes de los pueblos preexistentes cuando nombraban a algún paraje o accidente geográfico los hacían indicando sus propiedades o características más sobresalientes.

De allí la importancia de saber interpretar nuestra toponimia y leer en el nombre impuesto la síntesis que lo identifica con precisión y justeza.

A diferencia de estos pueblos, los viajeros posteriores bautizaron lugares de nuestra Patagonia con profusión de nombres y apelativos.

Escribe Cipriano Arbe en su interesante crónica “Vodudahue 82, un viaje al mito” que cuando tehuelches y mapuches nombraban algo “era porque tenían una relación distinta con su medio, lo respetaban más, y no se apropiaban de montañas, ríos y valles. Designaban los lugares nombrando una característica que les era peculiar; resumían en un nombre la particularidad que, para nosotros es cuestión de mera cartografía. Ni siquiera distinguían las corrientes continuas de los ríos sino que, con el nombre, indicaban emplazamientos. Lo más cercano sería decir que su toponimia era fotográfica, encerraban en ella una idea del lugar según lo que lo caracterizara”.

En el caso particular de Valcheta es un topónimo tehuelche septentrional que significa “lugar donde el agua se colma” haciendo alusión a las célebres crecidas aluvionales del arroyo, donde desemboca el agua pluvial de los cañadones de la meseta de Somuncurá y de los parajes de Chipauquil y Chanquín.  Precisamente este último topónimo que designa a éste último en lengua mapuche significa “isla”, “bifurcación u horqueta”, refiriéndose exactamente a que queda de esa forma cuando hay crecientes excepcionales.

Volviendo a Valcheta el significado es más que válido dado que los aluviones son recurrentes en el tiempo y cuando suceden el agua se desborda de cauce e inundan gran parte del valle y sobre todo  a la altura pueblo.

Ese fenómeno lo observó Musters al pasar por allí con los tehuelches meridionales en 1870: “Ese río está sujeto a grandes crecientes, como lo demostraban la maleza y la broza que colgaban de los arbustos y matorrales en todo el valle, dejados allí evidentemente por la inundación primaveral”.

Harrington escribe kukbürschanitën o bülchanetën aljkach. O sea “el río se está llenando”. Y George Claraz en su vocabulario  kelelé-apatapschlec, traducido: “el gran diluvio” y “salir, reventar, inundar”.

O sea que para tehuelches y mapuches, grandes conocedores de parajes y lugares, no era desconocido que al arroyo Valcheta en determinadas épocas se desbordara inundando con sus aguas todo el famoso “paradero”.

De allí la importancia de los topónimos para asimilar las características más sobresalientes de cada lugar y de las contingencias climáticas.

Los pobladores recuerdan algunas crecidas extraordinarias del arroyo, entre ellas la del año 1966 (ciento ochenta milímetros en dos horas) que se desbordó incontrolable anegando varias cuadras de la localidad y entrando a la mayoría de casas y comercios, pero con la particularidad que fue solamente con la lluvia caída  en Valcheta pueblo.

Al ser canalizado el cauce del arroyo ya las posteriores fueron de menores consecuencias, sin embargo ésta última demostró que las crecientes son recurrentes y que siempre hay que prestar atención a la toponimia, recordando  que Valcheta es precisamente  “el lugar donde el agua se colma”. 

 

 

 

 

 

 

 

 

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31 de Julio, 2012    CRÓNICAS

LA VIEJA DUEÑA DE LA MESETA

LA VIEJA DUEÑA DE LA MESETA


Jorge Castañeda

Escritor - Valcheta

Misterios en la gran meseta de Somuncurá. Claves perdidas en el tiempo. Panteón de dioses caídos que cuentan una historia diferente. Las piedras augures, pitonisas, las pilas de monedas, la Gotera, la cueva de Curín, los “pozos que respiran”, los misteriosos petroglifos y aguardando revestida de ganga la “piedra dueña” o la “vieja” dueña de la meseta. Yamnagoo adentro. Ámbitos del Caín.

Homenajes, rogativas, caza abundante. Grosuras de los animales que son cazados cuando bajan a beber. Parapetos de piedras, Secretos arcanos. ¿Un umbiculis mundis en plena Patagonia?

“A 50 o 60 leguas –dice Rómulo Muñiz- al sudeste de Patagones hay un gran peñasco que es el duelo de los guanacos: la primavera lo visitan y obsequian del mismo modo que el anterior: pidiéndole licencia para matar guanacos sin cuyo requisito no se atreverían a cazarlos”.

Las viejas rogativas a la “diosa”: “Favoréceme, cacica,/ con tus guanacos, tus avestruces, tus animales…”  Plegarias de los cazadores. Sobre ella leña menuda, hasta taparla, y el enterratorio de huesos en cada parapeto, para propiciarla, para tener buena suerte, para que cace aún el más torpe.

Así la vio el sabio suizo George Claraz en su “Viaje al río Chubut”: “En la orilla occidental de la pequeña laguna se ve un montón de madera seca. Los indios dicen que debajo de él yace una piedra, que esa piedra es una “vieja” y que esa vieja es, sin duda, una diosa. Ella es la dueña de estos campos y de los animales que viven en ellos. Antes de llegar a dicho punto, cada uno arranca una rama seca, la lleva consigo y la coloca en el montón como ofrenda. Se acercan al montón con respeto, no cabalgan frene a él, sino que lo rodean en un semicírculo diciendo una oración a la vieja”.

¿Cómo poder explicar que nuestros pueblos preexistentes, como casi todos los pueblos del mundo, incluidos nosotros, viajan del mito a la realidad? ¿Era la piedra dueña, revestida de ganga o toba, la carne de ülüngássüm, la deidad tehuelche, auto petrificada a su antojo (los huesos del propio y temible Gualicho) como afirmara el profesor Rodolfo Casamiquela?

“El paraje más conocido de la Patagonia para cacerías –según el Perito Moreno- se encuentra al borde de una laguna salada, fertilizada por un manantial dulce. Como una gran extensión no hay bebedero tan bueno que todos los guanacos de los alrededores llegan a él y cuando el día es caluroso una fila continua de esos animales se dirige hacia la fuente. La abundancia de caza, la única fuente potable y la topografía del terreno que le rodea, permite al indio menos diestro y peor montado encontrar presas. En Yamnagoo es donde él está seguro de hallar alimentos y es así que considera a ese sitio como sagrado. El pago del tributo a la mujer roca deriva del sentimiento supersticioso que produce el miedo de no cazar nada”.

¿Por qué a los antiguos les brillaban los ojos al hablar de Yamnagoo? ¿Con qué ritos perdidos celebraban la caza en los parapetos de piedra cercanos a la laguna? ¿Eran doscientos los amontonamientos semicirculares que viera el insigne viajero?  ¿Por qué estaban orientados hacia el este? 

“Las piedras –cita el Perito- que se encuentran cerca de la colina frente a la laguna son otra prueba de que una idea religiosa domina al salvaje en aquel punto; son semicírculos formados con grandes fragmentos de lava, con arco al este. Se elevan solo a medio metro y algunos están ya destruidos; sobre las piedras han amontonado una inmensa cantidad de cráneos, huesos largos y vértebras de los animales muertos. Tres hileras de los primeros conducen hasta la fuente y en una de ellas conté más de 200, arreglados uno junto a otros. Desde los más remotos tiempos que recuerda el indio se practica esa costumbre, y debo decir que es prueba de un agradecimiento al buen espíritu que le ha producido la caza, la de dejar la cabeza del animal, pieza que mucho apetece al indígena”.

¿Se equivocó Moreno al mencionar 200 amontonamientos de piedras? ¿Qué recónditas claves se han perdido  en el tiempo? 

La vieja piedra, la dueña, la diosa. Que la visitaran  Casamiquela, Atilio Namuncurá, Gil Cayupán y otros.

Allí, revestida de toba, de ganga, esperando olvidada las grosuras de los animales que le ofrendaban antaño. En un rincón de la gran meseta. Ella, la “epéu kushé (vieja ancestral) quieta en su sueño pétreo, añorando tal vez aquel tiempo mejor  que ya nunca volverá.

 

 

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01 de Junio, 2012    POEMAS

LA LUNA

LA LUNA


Jorge Castañeda

Valcheta (RN).-

 

 

 

Viaja por el cielo

Coqueta y oronda

Ataviada y bella

De anillos y ajorcas.

 

 

 

Le hablo de mis cuitas

Y de mis congojas

Y hasta me parece

Que a veces me toca.

 

 

 

Si le digo hermosa

Ella no se asombra

¡Si se habrá cansado

De tantas lisonjas!

 

 

 

¡Qué luna bonita

En la noche sola!

Va toda de plata

Blanca y silenciosa.

 

 

 

Y yo que camino

Solito a estas horas

La miro y la miro

Y mi alma se arroba.

 

 

 

La luna camina

Lentita y redonda

Y a veces las nubes

Nos cubren de sombras.

 

 

 

 

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02 de Febrero, 2012    POEMAS

LA LLUVIA EN EL FUERTE



LA LLUVIA EN EL FUERTE

 

Jorge Castañeda

Valcheta (RN)

 

La tarde se adormece

Con bochornos de siesta.

 

Y herida de tan sola

Se achaparra la estepa.

 

La picada es un tajo

Abierto en la meseta.

 

Y alborotan lejanos

Remolinos de arena.

 

Las plantas buscan agua

Con sus bocas sedientas.

 

Y el cielo se prepara

Con nubes de tormenta.

 

La lluvia se avecina

Para aliviar las penas.

 

Si se pierde en el mar

¿Quién le pedirá cuenta?

 

En la altitud del cerro

Se mojarán las piedras.

 

Y beberán el agua

Ansiosas las ovejas.

 

Con las primeras gotas

El alivio comienza.

 

Y la tarde cansina

Su júbilo celebra.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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SOBRE MÍ
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Jorge Castañeda

Escritor nacido en Bahía Blanca (Pcia. de Buenos Aires) el 23 de Agosto de 1.951, se radicó desde el año 1953 en la localidad de Valcheta, Pcia. de Río Negro.

Entre sus obras publicadas pueden citarse, entre otras, "La ciudad y otros poemas", "Poemas sureños", "Poemas breves", "Sentir patagónico", "Arturo y los soldados", "Como Perón en el cuadro", "Poemas cristianos", etc.

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AL MARGEN
Jorge Alberto Castañeda
Escritor y periodista de Valcheta, localidad ubicada en la Patagonia Argentina
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