Jorge Luis Borges, tal vez el mayor escritor que hemos
tenido los argentinos en el siglo XX, ha dejado páginas que sin duda perdurarán
en el tiempo y por ellas ha sido reconocido mundialmente.
En los últimos años se ha escrito demasiado sobre su vida,
su obra, sus frases, sus ideas sobre la política y la cultura e incluso sobre
su vida privada. Y casi ninguno ha defraudado el interés de los lectores porque
Borges siempre atrapa y produce reacciones por doquier. Y para entender a
Borges hay que ubicarlo en su contexto pero sobre todo ir a sus libros para
rescatar la esencia del hombre y sus interrogantes.
No decimos nada nuevo si agregamos que hay muchos Borges
en Borges–el mismo lo sabía: el Borges
del arrabal, del tango con letras procaces, el ensayista de un humilde poeta de
barrio como Evaristo Carriego, de los orilleros, del culto al coraje, el amigo
deNicanor Paredes a quién le dedico una
de sus mejores letras de las “Milongas para las seis cuerdas”, en síntesis el
Borges de la primera época con los almacenes, los portones y las callecitas de
los barrios y del suburbio.
Y está también el Borges posterior de la gran literatura.
El cuentista genial que como su denostado Gracián también se supo perder en las
naderías del idioma con tecnicismos bizantinos,pero que a la vez dio una trascendencia universal a su prosa exquisita.
Es el Borges que jamás olvidó la biblioteca de su padre con libros en inglés.
Su linaje, y el fuerte celo guardián de su madre, doña Leonor Acevedo. Ese
Borges al cual el ensayista y escritor Norberto Galasso calificó como “un
intelectual en el laberinto semicolonial”.
Pero también está el Borges coloquial, el de entre casa,
descubierto en sus facetas más íntimas por Adolfo Bioy Casares y por
algunasdeclaraciones de sus amigos de
entonces como Homero Manzi, Scalabrini Ortiz y otros.
Y se destaca tambiénel Borges de sus frases irónicas (muchas de ellas de su admirado Carlyle
que las tomó como propias), citado hasta la saciedad en diarios, reportajes y
revistas.
Cuando en 1983 viaja a Francia para recibir la Orden de la Legión de Honor “un francés
amante de la insolencia se permitió insinuar que Borge no era el más adecuado
para opinar sobre la actualidad argentina porque vive encerrado en una torre de
marfil”. Y Borges le contesta: “Solo hay torres de marfil en el ajedrez. Yo soy
muy sensible a cuanto ocurre en mi país y en el mundo. Y lo he probado:
critiqué a Perón en su momento y ahora a los generales y su guerra: (Malvinas).
Sé que hay6 gente en la
Argentina que padece hambre. Y esa situación es inaceptable.
No sé qué porvenir nos espera, pero lo imagino triste porque no hay una
solución.
En los “Diálogos” con Néstor Montenegro se expresa sobre
la guerra por las Islas Malvinas” y dice que “Es típico de la mente militar
hablar de abstracciones, en territorios y no en seres humanos. Estos no fueron
consultados. Me refiero aquí a los dos mil kelpers y a veintitantos millones de
argentinos. Se cambiaron los nombres de ciudades, se bajó una bandera y se
elevó otra, se obró como si se tratara de una conquista. Con derechos jurídicos
o no, los habitantes se sentían británicos. En todo caso, debió hacerse un
plebiscito, o debería hacerse en el porvenir. El epigrama en prosa rimada “Las
Malvinas son argentinas” es culpable de muchas muertes”.
Ante la advertencia del entrevistador al observar que “Si
se hubiera o se hiciera un plebiscito los kelpers elegirían ser ciudadanos
ingleses”, Borges le responde que “Es verosímil presuponerlo. En todo caso,
allá ellos… Adolecemos de un casi inhabitado territorio ¿A qué dilatar el
desierto con dos desiertos más, que nos quedan lejos?”.
Sin embargo en el Borges poeta y escritor la gesta de
Malvinasle inspiró desde su perspectiva
la “Milonga del muerto” y el relato “Juan López y John Ward”, la historia de un
soldado argentino y un soldado británico que “hubieran sido amigos, pero se
vieron una sola vez, cara a cara, en unas islas demasiado famosas y cada uno de
los dos fue Caín y cada uno, Abel. Los enterramos juntos. La nieve y la
corrupción los conocen. El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos
entender”.
En esos mismos diálogos con Montenegro Borges expresa que
“El mundo es vasto. Nadie demorasu
atención en lo que sucede en una de las tantas repúblicas de la América del Sur. Piensan
fugazmente en el tango, en cierta ópera, en los desaparecidos y en la pampa
húmeda. Acaso en ciertas islas de cuyo nombre no quiero acordarme”
Sin embargo han pasado los años y aún a pesar de Borges y
de sus frases nos seguimos acordando de Malvinas y entrevistoplebiscito está por realizarse a iniciativa
del gobierno británico.
Me quedo a veces con el otro Borges, aquel que cuando
joven al ver una tropilla de caballos en una madrugada en sus “perdidos
arrabales” le supo decir gritando a Drieu La Rochelle “Es la Patria, carajo”
VALCHETA Y LAS
CRECIENTES: LA IMPORTANCIA DEL
TOPONIMO
Jorge Castañeda
Escritor - Valcheta
Es sabido que los integrantes de los pueblos preexistentes
cuando nombraban a algún paraje o accidente geográfico los hacían indicando sus
propiedades o características más sobresalientes.
De allí la importancia de saber interpretar nuestra
toponimia y leer en el nombre impuesto la síntesis que lo identifica con
precisión y justeza.
A diferencia de estos pueblos, los viajeros posteriores
bautizaron lugares de nuestra Patagonia con profusión de nombres y apelativos.
Escribe Cipriano Arbe en su interesante crónica “Vodudahue
82, un viaje al mito” que cuando tehuelches y mapuches nombraban algo “era
porque tenían una relación distinta con su medio, lo respetaban más, y no se
apropiaban de montañas, ríos y valles. Designaban los lugares nombrando una
característica que les era peculiar; resumían en un nombre la particularidad
que, para nosotros es cuestión de mera cartografía. Ni siquiera distinguían las
corrientes continuas de los ríos sino que, con el nombre, indicaban
emplazamientos. Lo más cercano sería decir que su toponimia era fotográfica,
encerraban en ella una idea del lugar según lo que lo caracterizara”.
En el caso particular de Valcheta es un topónimo tehuelche septentrional
que significa “lugar donde el agua se colma” haciendo alusión a las célebres
crecidas aluvionales del arroyo, donde desemboca el agua pluvial de los
cañadones de la meseta de Somuncurá y de los parajes de Chipauquil y
Chanquín.Precisamente este último topónimo
que designa a éste último en lengua mapuche significa “isla”, “bifurcación u
horqueta”, refiriéndose exactamente a que queda de esa forma cuando hay
crecientes excepcionales.
Volviendo a Valcheta el significado es más que válido dado
que los aluviones son recurrentes en el tiempo y cuando suceden el agua se
desborda de cauce e inundan gran parte del valle y sobre todo a la altura pueblo.
Ese fenómeno lo observó Musters al pasar por allí con los
tehuelches meridionales en 1870: “Ese río está sujeto a grandes crecientes,
como lo demostraban la maleza y la broza que colgaban de los arbustos y
matorrales en todo el valle, dejados allí evidentemente por la inundación
primaveral”.
Harrington escribe kukbürschanitën o bülchanetën aljkach. O
sea “el río se está llenando”. Y George Claraz en su vocabulariokelelé-apatapschlec, traducido: “el gran
diluvio” y “salir, reventar, inundar”.
O sea que para tehuelches y mapuches, grandes conocedores
de parajes y lugares, no era desconocido que al arroyo Valcheta en determinadas
épocas se desbordara inundando con sus aguas todo el famoso “paradero”.
De allí la importancia de los topónimos para asimilar las
características más sobresalientes de cada lugar y de las contingencias
climáticas.
Los pobladores recuerdan algunas crecidas extraordinarias
del arroyo, entre ellas la del año 1966 (ciento ochenta milímetros en dos
horas) que se desbordó incontrolable anegando varias cuadras de la localidad y
entrando a la mayoría de casas y comercios, pero con la particularidad que fue
solamente con la lluvia caídaen
Valcheta pueblo.
Al ser canalizado el cauce del arroyo ya las posteriores
fueron de menores consecuencias, sin embargo ésta última demostró que las
crecientes son recurrentes y que siempre hay que prestar atención a la
toponimia, recordandoque Valcheta es
precisamente“el lugar donde el agua se
colma”.
El planeta había
sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas
memorias, de un pasado sin duda heroico, de agravios, de derechos, de una
mitología peculiar, de antiguas o recientes tradiciones, de próceres de bronce,
de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los
cartógrafos, auspiciaba las guerras.
López había nacido
en la ciudad junto al río inmóvil; Ward en las afueras de la ciudad por la que
caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote.
El otro profesaba
el amor de Conrad, que le había sido revelado en aula de la calle Viamonte.
Hubieran sido
amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado
famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.
Los enterraron
juntos. La nieve y la corrupción los conocen.
El hecho que
refiero pasó en un tiempo que no podemos entender”.
Juan López y Jhon Ward – Jorge Luís Borges
Jorge Luís Borges
en sus diálogos con Néstor Montenegro dejó varias opiniones sobre la entonces
reciente guerra por las Islas Malvinas, sabiendo que la publicación de dichos
juicios “podían crearle enemigos, pero también que “la popularidad (que nunca
he buscado) y la impopularidad son el anverso y el reverso de una misma
moneda”.
En dicho reportaje
nuestro escritor entre otros conceptos expresaba que en dicha guerra “se obró
de un modo histriónico. Se habló de la ocupación de unas islas casi indefensas
como si se tratara de la batalla de trafalgar o de las campañas de César. Se
festejó la victoria cuando la batalla no había empezado. Muchachos de dieciocho
a veinte años, con escasa o nula experiencia, fueron sacados del cuartel, para
batirse con soldados. Adolecemos de la peligrosa costumbre de obrar sin pensar
en las consecuencias. Cualquier cosa puede temerse de un gobierno tan
irresponsable como el nuestro. Un gobierno de aniversarios, de arrestos, de
órdenes, de rivalidades, de almuerzos de camaradería, de codicias, de juras de
la bandera, de desfiles y de hambre y sed de figuración”.
Sobre el hecho en
sí de la ocupación dijo que “Es típico de la mente militar pensar en
abstracciones, en territorios, y no en seres humanos. Estos no fueron consultados.
Me refiero aquí a los dos mil kelpers y a veintitantos millones de argentinos.
Se cambiaron los nombres de ciudades, se bajó unabandera y se elevó otra, se obró como si se
tratara de una conquista. Con derechos jurídicos o no los habitantes se sentían
británicos. En todo caso debió hacerse un plebiscito, o debería hacerse en el
porvenir”.
Preguntado sobre el
apoyo político del pueblo argentino ante la recuperación de las islas Borges
expresó que “la invasión fue aprobada cuando se la creyó una victoria: cuando
se reveló que era una derrota fue condenada. Debemos obrar de modo ético; de
las consecuencias nada sabemos. Se ramifican hasta el infinito y tal vez a la
larga se complementen. La derrota militar es el menor de nuestros males. En el
curso de la historia hubo siempre derrotas y victorias. Nuestro país sufre una
derrota económica y; lo que sin duda es más grave, una derrota ética”.
Con respecto a si
Gran Bretaña le dará a la
Argentina la soberanía sobre las Islas Malvinas Borges opinó
que “el arte de la profecía es difícil y tal imposible. Lo inverosímil y en
todo caso, lo deseable es que los hombres lleguen, alguna vez, a esa ciudadanía
planetaria de la que hablé. En ese porvenir, ambos nombres –República Argentina
y Gran Bretaña- serán, cabe esperar, anacrónicos”.
Hasta aquí algunas
de las expresiones de nuestro escritor sobre Malvinas. Como cierre de esta
breve nota nada más apropiado que reproducir los versos de su “Milonga del
muerto”, con música del maestro Sebastián Piana, casi desconocida y cuya
difusión fue prohibida por las autoridades de aquel entonces.
Puedo decir como
dijera Scalabrini Ortiz sobre Buenos Aires que “tengo ternuras mías en cada una
de las calles del Balneario Las Grutas.
Si bien soy
bahiense por nacimiento, valchetero por adopción y grutense por afectos desde
hace ya veinte años en este hermoso balneario suelo pasar dos meses de solaz en
plena temporada estival. Y he pasado muy lindos momentos cuando compartía la
figura tutelar de mi madre y mis hijos y sobrinos (Dios me los dio y no el
diablo como dice el refrán) se criaron correteando por la Galería Casablanca
en la Tercera Bajada.
Eso cuando la villa
no estaba tan desarrollada y crecida como ahora, cuando todavía estaba el viejo
avión enclavado arriba de un médano mirando el mar y los pulperos nos despertaban cada mañana junto
a los canillitas voceando el “Río Negro”. Cuando los cañadonescon su
presencia útil desaguabanen el mar sus
aguas pluviales y era un rito la lectura del diario y del café en la confitería
Janoe en la Galería Antares.
Eran otros tiempos.
De bohemia y de amigos que se fueron yendo, porque la vida es así.
No está Víctor
Menjolou, -la placita de artesanos lleva su nombre-, falta el querido gordo
Héctor Meis –el poeta mayor de San Antonio-, Héctor Izco se llevó sus historias
para siempre, Oscar Gutiérrez seguro que estará cantando en otros cielos
mejores, doña Lía Mares ya no transita sus calles, don Carlos Sontang tal vez
estará soñando en otros lados con sus proyectos y sus emprendimientos. ¡Cuántas ausencias! Cuando se pasa lista como
dice la canción “uno comprende como están de ausentes las cosas queridas”.
Pero a pesar que
todo cambia, el balneario Las Grutas tiene siempre un gran encanto, un duende
que se pasea por el “golfo más azul del continente”.
Muchos de amigos
–varios grutenses y otros sanantonienses, que es casi decir lo mismo- todavía
compartimos la mesa con el pan y con el vino, la conversación, los afectos, los
libros, el café y la lectura de los diarios. Invariablemente en la casa del doctor
Irízar mirando el mar junto al escribano Rubén Baquiero, el ingeniero y doctor
Alcides Llorente formamos la cofradía de los aperitivos antes del almuerzo.
Claro que algunas
cosas se han perdido, por ejemplo las librerías de libros usados que muchos frecuentamos
con verdadero placer. Ya no están. Pero desde los centros de compra hay otras
opciones y ahora se venden los libros nuevos y las novedades para las lecturas
del verano. Sobre eso una digresión: Actualmente cuando estoy en playa mi
curiosidad literaria me lleva a mirar los títulos de los libros que leen los
bañistas. ¿Nuestras lecturas -me pregunto- hablarán de nuestra personalidad?
Todavía los
partidos de tejo me entusiasman y empleo en ellos tal vez en vano mis mejores
virtudes.
Las Grutas es un
lindo lugar para vivir. Por supuesto que muchas cosas se van perdiendo con el
progreso. Antes no había tanto bullicio y no faltaba espacio. La playa era
grande y sobraba para las pocas sombrillas y los juegos playeros. Ahora en
cambio estamos todos pegados unos a otro, como sucede en la peatonal y también
en la placita de artesanos. Hablando de éstos últimos ¿cuándo tendrán sus
propios baños?
Claro que Las
Grutas tiene muchas falencias, eso también debemos decirlo. Los precios
desmedidos en algunos comercios, si bien no se debe generalizar porque hay
comerciantes responsables y que venden a precios normales.
Los alquileres
onerosos para las comodidades que se ofrecen. Los cortes recurrentes de
energía, la falta de agua, los desbordes de los líquidos cloacales, la falta de
más cajeros automáticos y que funcionen como se debe, la carencia de
combustibles y otros inconvenientes que muchas veces complican a los turistas
que viene precisamente a descansar.
Y si descansar
hablamos ¡son insufribles los perros en la playa!
Pero una de cal y
otra de arena: hay cada vez mayor conciencia de mantener limpia la playa y muy
bueno el desempeño de los agentes que se ocupan del tema como también de
mantener limpios los cordones de las veredas. Un ejemplo a imitar.
Un ítem muy
importante es la calidad de los espectáculos artísticos y la puesta en valor de
la Fiesta Nacional
del Golfo Azul. La posibilidad de poder presenciar la actuación de artistas
nacionales para todo gusto y edades.
En la peatonal veo
que faltan más artistas callejeros. Pero la estatua viviente persiste en
encantar a niños y mayores. ¿Vendrá también esta temporada el cine en la playa?
Lo destacado: las
esculturas en madera que se están emplazando en la avenida Río Negro. ¡Qué
bueno es compartir un espacio con el arte! Faltarían más murales.
Eso sí, este año ha
faltado la oferta de pescado fresco que en temporadas anteriores ofrecían los
pescadores artesanales. ¡Una lástima!
Por supuesto que en
esta breve crónica habrá muchas omisiones, pero quiero nombrar a otros amigos
entrañables, para que no me reclamen: Jorge Incola, -escritor y forjador-, Beto
Noy, con sus Grutynos y sus sueños,Salvador Cambarieri –cineasta-, el Pato Mirano con su casa artesanal y
de baño redondo, actor y “gauchito Gil”. Y hay más, muchos más.
Me gusta el
balneario Las Grutas, porque decía mi amigo el Tilo “los mares de alguna forma
nos unen”. Llevo en mi corazón el Napostá de mi ciudad natal, las verdes
alamedas de Valcheta y el mar azul del golfo de San Matías. ¿Qué más puedo
pedir?
El general Perón y Jorge Luís Borges, dos de las personalidades más
influyentes en la Argentina del pasado siglo XX, a pesar de sus
posiciones políticas antagónicas, compartieron algunas facetas comunes
como el hábito por la lectura de buenos libros y el ingenio para acuñar
frases que luego harían historia.
De las de Borges mucho se ha escrito, pero de las dichas por Perón, si
bien muchas se han incorporado a la vida cotidiana de los argentinos,
hay otras que son prácticamente desconocidas.
Entre los más famosos dichos del general, están los aplicadas a la
militancia política práctica, como aquel en que refiriéndose a la
calidad del material humano con el que debe trabajar un conductor, dijo
que “la bosta también sirve para construir”. O ante el armado de una
lista electoral al pedírsele el desplazamiento de alguno integrante,
supo decir que “si se comienzan a sacar a los malos, no quedaba
ninguno”.
Cuando en una oportunidad le preguntaron sobre el valor, respondió que
“El hombre normal tiene miedo. El valor no es otra cosa que el triunfo
de la vergüenza sobre el miedo”.
Contaba Enrique Pavón Pereyra que cuando un viejo gorila recién
afeitado le dijo que después de haberlo combatido siempre, ahora se
había hecho peronista; a lo que Perón contesto: “Es un error. Está bien
eso de no ser más gorila, pero está mal eso de hacerse peronista, si
hasta yo mismo he dejado de serlo”.
Como un dato casi desconocido reveló que “A veces escribo con el
seudónimo de Descartes para devolverle la gentileza, porque el famoso
filósofo francés firmaba con el seudónimo de “astrónomo Perón”.
Al igual que Borges, muchas veces las frases pronunciadas no eran
propias sino de otra cosecha, como aquella de “todo en su medida y
armoniosamente” que tomó del frontispicio de un templo griego y otras
muchas extraídas del Martín Fierro (lo sabía de memoria y le hacía caso
en todos sus consejos), de las Vidas Paralelas de Plutarco (dijo que “no
escribió historias sino hombres”) o del Arte de la Guerra de Von
Clausewitz.
Es célebre la respuesta a la joven periodista que lo importunaba en una
conferencia de prensa y ante su evidente disgusto ésta le confesó que
peronista, quedando la respuesta del general para la posteridad: “Pues
si usted es peronista, entonces lo disimula muy bien”.
Cuando se tuvo que definir a sí mismo expresó que “en principio acepto
como verdad cuanto me dicen; pero cuando descubro que alguien me ha
mentido, ya no le creo aunque me diga la verdad”. Tomada seguramente de
Kant: “No me duele que me hayas mentido, sino el no poderte creer
jamás”.
Su fino ingenio le llevó a acuñar algunas geniales como aquella en que
definió a Felipe de Edimburgo: “Este Mountbatten (que son de origen
alemán), es ciertamente un príncipe consuerte”. A Harry Truman como “un
vendedor del bazar Bignoli, pero barato”. De De Gaulle supo decir que
era “la altura de Francia”. Sobre Kennedy expresó que “andaba tan lejos
de Dios que Dios no pudo asirle de la mano para salvarlo” y de Wiston
Churchill que “perdió todas las batallas”.
Aludiendo al famoso olvido del embajador Braden dijo que “no olvidó el
sombrero, sino la cabeza. De Augusto Vandor expresó que “era una esfinge
sin enigma”. De Raúl Matera que era “neuroperonista” y que “fue
mariscal sin hacer el servicio militar”. De Rogelio Coria que “más
aceite da un ladrillo” y con respecto a Raimundo Ongaro se preguntó:
“¿Para qué quiere verme? Si él conversa directamente con Dios.
Scalabrini Ortiz “ejerció la primera magistratura moral de la Nación”.
En cambio Isaac Rojas “era un pedazo de carne con ojos”. El general
Velazco “primero era mi amigo; luego era todo lo demás”. A su parecer
cuando estaba en Puerta de Hierro Osiris Villegas “vino, vio y no
entró”. Ava Gardner, a quién conoció personalmente y que le llamaba
excelencia, era “el animal más bello del mundo”. Bemberg, según su
juicio “hizo su fortuna traficando con cerveza, lo mismo que Al Capone”.
El Opus Dei era “algo así como la catolización del dólar” y Enrique
Santos Discéplo “el único poeta mayor de Buenos Aires”.
Sobre Arnald Toynbee señaló que era “el antes y después de Polibio, con
el brío interior de Michelet en sus resurrecciones, y el temple de
Gibbon en el manejo maestro de los materiales históricos”.
Muchas otras frases quedan seguramente en el tintero. En sus último
años después de haber alcanzado los mayores honores en la República
expresó que “el triunfo no me excita, porque he alcanzado una etapa en
mi existencia en que puedo hacer propia la actitud de un filósofo
estoico: “he llegado a soportar la victoria”. Estoy en un punto de mi
vida en que ni el triunfo me exalta demasiado, ni la derrota alcanza a
deprimirme”.
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Las
banderas del gauchito Gil
Jorge Castañeda
Escritor - Valcheta
Yo soy el gauchito Gil
eco bravo de mi tierra,
por eso mi nombre encierra
un recuerdo varonil.
Es la llama de un candil
de la brava tradición
es roja su condición
como roja su bandera
es la conquista altanera
que rechaza la opresión.
Dicen que fui federal
y deben tener razón;
me rebeló la ocasión
al contemplar tanto mal,
la miseria sin igual,
la injusticia y la prebenda
saben dejar sus congojas
por eso las flores rojas
son perfume de una ofrenda.
Colgado de un algarrobo
yo soy el Curuzú Gil
buscaron mi muerte vil
más siempre fui un hombre probo.
Yo jamás viví del robo
y nunca usé malas artes.
Hoy estoy en todas partes
y sobre mi no hay disputas:
me recuerdan en las rutas
con banderas y estandartes.
No me halló la muerte urgente
ni mi vida quedó trunca
no me degollaron nunca
en el amor de mi gente.
Yo siempre estaré presente
al costado del camino
para darle al peregrino
sanidad y buena suerte.
Yo vengo a pialar la muerte
y a cumplir con mi destino.
En
todas las rutas del país. En especial de la lejana Patagonia. A la entrada de
pueblos y ciudades. La gente con su devoción. Su fe popular más allá de toda
razón. Su procesión profana al margen de todas las estructuras religiosas
oficiales.
Con
botellas de agua. Con flores rojas. Con banderas coloradas. Viejas costumbres
al abrigo que da la necesidad de creer. De tener suerte. De aliviar los
problemas y curar las enfermedades y las dolencias. De encontrar trabajo. De
arreglar los matrimonios y las desavenencias entre parejas.
Por
eso para todos los paisanos “la difunta es una santa”; San la Muerte impide que pase nada
malo; Isidro Velázquez sabe de tender la mano al necesitado; el Maruchito
rionegrino nos guarda en el viaje; la Santa Cruz se enciende en el corazón; Ceferino es
un santito antes que lo declare el fasto de la Iglesia; por eso la Telesita baila. Bazán
Frías, Bairoletto, la
Madre María, Pancho Sierra, Gilda y las banderas rojas del
gauchito Gil ondean al viento en todos los caminos de la Patria.
Las
distintas advocaciones de la
Virgen. Los santuarios populares. Los milagros. Los dones
evangélicos de sanidad. La fe que mueve montañas, esa fe a veces más chiquita
que un “grano de mostaza” al decir del evangelio.
Están
en la esfera del mito. Canonizados por el pueblo. Como símbolo o paradigma para
proyectar en ellos los deseos, el dolor, las incertidumbres y hasta la
esperanza.
Por
eso el gaucho correntino (Mercedes) Antonio Mamerto Gil Núñez. Con su banda.
Despojando
a los ricos para repartir entre los pobres. Con su poncho colorado como buen
federal. Porque muerto el Curuzú Gil colgado de un algarrobo cabeza abajo y
luego degollado nacería el mito multiplicado en devoción general y en el saludo
rutero con tres bocinazos en su honor.
Después
el culto, las placas, las banderas, las flores rojas de papel y la fe que hasta
cura las dolencias y los males, que deshace entuertos. Por eso los santuarios
que se cuidan como lugares sagrados y de alguna forma lo son: “un viaje del
mito a la realidad y viceversa” como solía decir el gran escritor peruano
Manuel Scorza.
Por
eso la devoción, los festivales chamameceros todos los ocho de Febrero, el
sacarse el sombrero con respeto sagrado. Y por eso la poesía popular y las
décimas que habrán de perdurar casi en paralelo a la religión oficial y el
canon de la Madre
Iglesia.
Escritor nacido en Bahía Blanca (Pcia. de Buenos Aires) el 23 de Agosto de 1.951, se radicó desde el año 1953 en la localidad de Valcheta, Pcia. de Río Negro.
Entre sus obras publicadas pueden citarse, entre otras, "La ciudad y otros poemas", "Poemas sureños", "Poemas breves", "Sentir patagónico", "Arturo y los soldados", "Como Perón en el cuadro", "Poemas cristianos", etc.