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19 de Agosto, 2014
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CRÓNICAS |
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EL PAPA QUE SALIO DE MACONDO
Jorge Castañeda
Escritor – Valcheta
Argentina, del latín argentum
“plata”, por el río impetuoso y ancho que dio su nombre al Virreinato,
aludiendo tal vez a que los españoles lo utilizaban para trasladar la plata
desde los profusos yacimientos de Potosí.
Región legendaria al sur del
Septentrión con ríos desmesurados cuya anchura marea como un mar, con desiertos
inmensurablesque nunca se agotan, con cataratas nunca vistas porojos de hombre
alguno, con ciudades perdidas refulgentes de oro y de piedras preciosas.
Macondo latoy extendido caído de toda cartografía.
Argentina, región de la
aurora, a la que puso crisma y nombre el poeta y sacerdote Martín del Barco
Centenera. Fundaciones en los confines, gallardetes, estandartes y arcabuces.
Frailes con paso de sotana, aventureros de toda laya, ganado cimarrón por
doquiera yregiones misteriosas donde se cuecen habas y legumbres.
Argentina, reino de la
abundancia y la desmesura, donde sus habitantes originarios “viajan del mito a
la realidad” y donde conviven los arcanos con la excelencia, la realidad con la
negación, el orden con la entropía, la ciudad con el páramo y los hombres y
mujeres de limpio corazón con timoratos de toda laya.
Argentina: un nombre y un
destino, una frustración y una esperanza, un credo y una farsa, un empeño moral
y la aleve usurpación de inicuos y
mendaces que la ponen de rodillas y que son piedra de escándalo para el mundo.
Argentina, Macondo al Sur de
todas las intenciones, magnífica con su cordillera de nieves eternas, con la
albura de sus glaciares, con el mar de arenas y gaviotas, con sus ríos
arteriales, el umbrío follaje de sus impenetrables, con el prodigio liminar de
su Patagonia ahíta de leyendas y de fantasías. Nueva arcadia nunca vencida,
huella primordial del hombre ascendente y puro, cuna de la humanidad.
Argentina, una patria en las
nacientes, una tierra bendecida donde se abren las esclusas de todas las
virtudes, un solar donde el viento apesebra y vela el sueño de sus hijos.
Argentina, un destino, el
umbral de tiempos mejores donde la Cruz del Sur que vislumbrara el Dante rige
con su derrotero de presagios augurales, una tierra de promisión para los
hombres y mujeres de buena voluntad, un romance consuetudinario y mágico que
viene de edades milenarias, un sueño entre visillos y una ecuación que no
encuentra todavía sus portentos.
Argentina, tierra de todo
beneficio donde fluye leche y miel, huerto deleitoso, pero también la madre de
hijos paridos para la incertidumbre, los desatinos, las controversias y los
desencuentros. Donde algunos levitan de santidad laica y otros estafan a
destajo.
Argentina de los unos y de los
otros, de ellos y de nosotros. Pero unívoca y entrañable. Sanguínea. Nuestra. Un
arrebato en los goznes de la historia. Un buen aire. Un cuerno de toda
abundancia y de riquezas pero mal distribuidas, con una cabeza de Goliat y un
cuerpo raquítico. Y con el interior más interior de todos los interiores.
Argentina tantas veces
pregonada con redoble de atabales y de tambores. Glosada por sus escritores y
poetas, puesta en pentagrama por sus músicos, pintada por sus artistas, pensada
por sus filósofos, educada por sus maestros, acrisolada por científicos y
médicos que alcanzaron la cima de su excelencia. Argentina señorial junto al
río color de ratón.
Argentina con sus grandes
valores deportivos, con sus mitos enaltecidos más allá de cualquier
cuestionamiento, con sus beatos camino a la santidad, con sus hombres y
mujeres, jóvenes y no tan jóvenes que cada día la construyen con el trabajo
cotidiano.
Porque Argentina es la Patria:
una construcción colectiva, un ensueño común, un destino de grandeza, un
sentimiento conjunto.
Argentina de los ubérrimos
ganados, de todos los climas y regiones; una tropilla de caballos al amanecer
según Jorge Luis Borges. Un destino, porque quién tiene un nombre tiene un
destino.
De estas regiones, de este
continente mágico, de esta urdimbre, de esta exuberancia, de este Macondo
sorprendente, de este fin del mundo salió un Papa para toda la cristiandad.
Como escribió García Márquez
en “Los funerales de la Mamá Grande un día “los bronces
cuarteados de Macondo se entreveraron con los profundos dobles de la Basílica
del Vaticano”.
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28 de Mayo, 2014
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CANCIONES |
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EL BUENO DE PACHANGA
Ruben Peinipil, "pachanga"
vive en el hospital y pasa sus horas haciendo amigos y recordando seguramente
aquellos años en que recorría las calles de Valcheta.
Por las calles de mi pueblo
Venía el bueno de Pachanga
Con su torpe desaliño
Su delirio de palabras.
Se aparecía por la esquina
Con la gorra revirada
Con sus perros callejeros
Y sus gritos a la nada.
Con sus grandes zapatones
Habrá andado madrugadas
Caminando por Valcheta
Con su figura cansada.
Solía juntar las botellas
¡Quién dijo no hacía nada!
Lástima estaban vacías
Y que no podía llenarlas.
Era el cuco de los niños
Este bueno de Pachanga
Con sus cosas incoherentes
Y sus ropas agrandadas.
Hoy lleva con su ternura
Una vida reposada
Querido por todo el pueblo
Sólo sabe de bonanzas.
El Hospital su querencia
Y risueña la mirada.
Y como escucha la radio
No se cansa de escucharla.
Personaje de mi pueblo,
Compañero de la nada.
¡Qué triste sería Valcheta
Sin tu figura Pachanga!
Jorge Castañeda
Valcheta (RN)
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19 de Mayo, 2014
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POEMAS |
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LAS
GRUTAS BAJO EL SOL
Qué bonita está las Grutas
Con sus chicas bajo el sol
La placita de artesanos
Con el mar y su rumor.
Con su blanca costanera
Con su cielo en arrebol
Y la playa que se llena
Cuando aprieta la calor.
Recuerdos de Menjolou
Artesano y buen pintor
Y la voz del gordo Meis
Recordado trovador.
Con la Galería Antares
Y en la tercera el avión
Después vino Casablanca
Y el progreso fue mayor.
Se quedaron los murales
Pintados por Vilaró
Y hasta vienen las ballenas
A visitar la región.
Aquí pasa el playerito
Avistarlo es lo mejor
Los artistas callejeros
Que no dejan su función.
Qué bonita esta Las Grutas
Con sus chicas bajo el sol
La placita de artesanos
Con el mar y su rumor.
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16 de Abril, 2014
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CRÓNICAS |
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GARCIA MARQUEZ: EL OTOÑO
DEL ESCRITOR
Jorge
Castañeda
Escritor
– Valcheta
La obra de los
grandes escritores encierra un universo en sí mismo. Con sus claves, sus
entresijos, sus obsesiones, sus fantasmas, sus iteraciones. Así fue con
Cervantes, con Shakespeare, con Balzac, con Flaubert, con Proust, con Kafka, con Sábato, con Borges y con
cuántos otros.
La obra se puede
decir que es la extensión del escritor, como hombre, como ser humano y revela
el pensamiento más recóndito e íntimo, a veces inconsciente que se repliega en
las profundidades del alma pero que de alguna forma se hace universal y atañe a
casi todos los hombres. Porque de alguna forma la obra de un escritor es un
espejo (¡siempre Borges!) que nos revela e interpela. Por eso se puede afirmar que en algunos
momentos todos somos Ulises, Hamlet, el Quijote, Madame Bovary, Martín Fierro,
Gregorio Samsa, el duque de Bomarzo, doña Flor, la Maga, Oliveira, Traveler o
Talita.
No hay lector de
mi generación que no se haya conmovido
con los libros de Gabriel García Márquez y que no salga de ellos como decía el
genial Megafón de Marechal “con los ojos reventados de imágenes”.
Por eso reitero;
en algún momento hemos sido el viejo coronel esperando su pensión; el general
perdido en su propio laberinto de viejas batallas, recuerdos y utopías; el
padre Angarita levitando después de beber su taza de chocolate; Fermina Daza y
Florentino Ariza viviendo un amor en los tiempos del cólera o vaya Dios a saber en que otras circunstancias
parecidas.
Ese es el
milagro de la gran literatura, y el “realismo fantástico” del Gabo (por
llamarlo de alguna forma) goza de buena salud porque todavía muchos como él
creemos que “cuando Kafka dice que Gregorio Samsa despertó una mañana
convertido en un gigantesco insecto, no
parece que eso sea el símbolo de nada, y lo único que nos ha intrigado
siempre es qué clase de animal pudo
haber sido. Que hubo en realidad un tiempo en que las alfombras volaban y había
genios prisioneros dentro de las botellas. Que la burra de Balaán habló –como
dice la Biblia- y lo único lamentable es que no se hubiese grabado su voz y que
Josué derribó las murallas de Jericó con el poder de sus trompetas, y lo único
lamentable es que nadie hubiese transcrito su música de demolición. Y que el
licenciado Vidriera de Cervantes era en realidad de vidrio, como él lo creía en
su locura, y que el gigante Gargantúa se orinaba a torrentes sobre las
catedrales de París”.
Es que el nuevo
continente parió escritores tan desaforados y mágicos como su misma geografía,
pero ninguno como el colombiano supo encontrarle su tono y su voz. Porque también
la gran literatura es la pequeña región donde uno vive, goza y sufre.
Cuando un libro
(alguien supo decir que al leer las primeras páginas sufrió un desmayo) nos
atrapa y nos invita a acercarnos a otros del mismo autor sin defraudarnos, sin
duda estamos ante verdaderas obras maestras de la literatura.
Y cuando los
personajes, lugares y situaciones que se encuentran en su trama se hacen
universales y reconocidos por su nombre en distintos lugares e idiomas y
repetidos hasta el hartazgo, ya ese autor debe despojarse y dejar su obra en el
regazo de los demás, porque pasa a ser un poco de todos o sea propiedad
cultural de la humanidad.
Por eso cuando
vemos en el titular una noticia que el copete dice: “crónica de una muerte
anunciada”, o cuando al referirse a una ciudad o un pueblo donde pasan cosas
sobrenaturales se escucha decir que es un macondo, o
cuando conocemos la zaga heroica y cotidiana de una familia cualquiera y
escuchamos compararla con la dinastía de los Buendía, sin ninguna duda que
estamos incorporando a nuestra realidad de todos los días el imaginario
narrativo de Gabriel García Márquez y eso lo hace un poco de todos, mérito que
solo tienen los grandes escritores.
¿Acaso no se han
escrito letras, estudios, tesis y hasta ballenatos en homenaje al Gabo y también canciones a su Macondo cómo éstas?:
“Entre el hielo
y los imanes/ Macondo es cualquier lugar/ con el galeón, con los clanes/ los
Buendía, los Iguarán. Cien años de las
estirpes/ cien años de soledad/ con el buen o de Angarita/ quién no quiere
levitar. Cuando llegan los gitanos/ es
tiempo para mercar/ de Úrsula son las alhajas/ de Arcadio poder soñar. Los instrumentos lo dicen/ el progreso lo
dirá/ hasta la tierra es redonda/ nadie lo puede negar. Mariposas amarillas/ por Macondo volarán/ a
Mauricio Babilonia/ sus vuelos anunciarán.
Las encías muy orondas/ de Melquíades sonreirán/ su dentadura postiza/
solo acusa novedad. García Márquez lo
supo/ Macondo es cualquier lugar/ Todos somos Buendía/ todos somos Iguarán”.
García Márquez
como otros grandes escritores siempre gozará de buena salud.
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lineasur a las 22:38 · Sin comentarios
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25 de Febrero, 2014
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CRÓNICAS |
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Seguramente que quién transite los parajes de la Región Sur saldrá como Megafón –el genial personaje de Marechal- “con los ojos reventados de imágenes”. En el interior rionegrino hay a la intemperie de todos los designios una treintena de pueblitos que agrupa a los crianceros de la región y sus familias, con su pequeña escuelita, a veces un destacamento de policía y con más suerte una salita de primeros auxilios. Los caminos vecinales para acceder a los mismos están intransitables. Ni por caridad (esa virtud teologal que engendra fe y esperanza) algún funcionario sensible se acuerda de enviar alguna máquina. Pero hablan de inclusión, de justicia social y de otras entelequias que ni ellos mismos creen. Tuvieron sí, hace algunos años, sus momentos de esplendor cuando un mandatario cabal como Mario José Franco llegó a cada uno de esos parajes con la transformación de su gobierno: escuelas albergues (hoy ignominiosamente cerrados) energía eléctrica, puestos sanitarios, entrega histórica de títulos de propiedad, créditos tutelados para la compra de lanares o vacunos, pero en especial con su presencia para conversar con los pobladores y atender sus necesidades, las que luego derivaba a sus ministros y secretarios. Y siempre tenían respuestas. Sin embargo los liliputienses que nunca faltaron lo criticaban porque solía llegar acompañado por la banda de música de la policía, como si fueran rionegrinos de tercera. Aparte don Mario no hablaba ni obraba de oído: Mario Franco conocía cada paraje como la palma de su mano y también a la mayoría de los vecinos. Era otro más con ellos y nunca los olvidó. Así de alguna forma también lo fue el entonces gobernador del Territorio el Ing. Pagano. Hoy a más de cuarenta años la realidad de los parajes es otra. Hasta las condiciones climáticas parecen haberse ensañado con los pequeños productores diezmando sus majadas y llevándose hasta la esperanza. El viento que levanta remolinos de polvo, el olvido y la pobreza que nunca viene sola. En materia sanitaria a veces no hay ni siquiera una ambulancia para el traslado y el enfermo debe ir en la camioneta de algún vecino, si tienen la suerte de disponer del dinero para el combustible. En lo que a educación respecta el ajuste ha recaído en forma brutal sobre los parajes. Decisiones tomadas desde los despachos ministeriales que no contemplan el futuro de los niños del interior rionegrino. El programa de control de la hidatidosis por razones meramente económicas no se hace más o se hace a los ponchazos, como casi todo en esta bendita provincia. No hay una política uniforme en el control de plagas. Y el Ente para el Desarrollo de la Línea y Región Sur (en cuyo territorio están asentados la mayoría de los parajes) está paralizado con fuertes problemas internos, denuncias por maltrato, gastos burocráticos por afuera del Directorio y prácticamente desentendidos de la problemática de toda la zona. Estas cosas sinceramente no parecieran importarles mucho a los actuales funcionarios. Están en otra: en sus mega sueldos, con el nepotismo de los cargos para parientes y amigos, con sus privilegios de casas alquiladas que paga el estado, con sus viajes en avión o en cómodos vehículos de alta gama. No todos, porque generalizar es malo y también hay algunos que se comienzan a solidarizar con estas situaciones y a obrar en consecuencia. Es lo que se espera de ellos; que no se olviden que están ejerciendo los cargos provinciales por el mandato de quienes los han votado y que esperaron de su gestión tiempos mejores. Los hombres y mujeres que aún viven y trabajan en los parajes son dignos de todo encomio. Son la parte oculta de esa Argentina invisible que soñó Eduardo Mallea en alguno de sus libros. Esos pobladores, esos argentinos, -al decir del escritor- “que llevan en el corazón el sentimiento severamente exaltado de la vida, las manos con el gesto de dar y la espera eternamente presente en sus pupilas”. A esos hombres y mujeres que viven cotidianamente en los parajes les debemos respeto, admiración y solidaridad. Por todo lo que han dado. Por esa idea de limpia grandeza de su tierra. Por soportar en silencio “la depredación llevada a cabo contra sus conciencias y por el asalto y la violación de su domicilio moral”. En lo personal debo agradecer a los muchos lectores que me alientan para seguir escribiendo sobre estos temas y también puedo decir como Mallea que “después de intentar durante años paliar mi aflicción inútilmente, siento la necesidad de gritar mi angustia a causa de mi tierra, de nuestra tierra”, en este caso la región sur de Río Negro. Porque algo debemos debe hacer. De cada uno es la responsabilidad. Sino, literalmente, que el último apague la luz. Jorge Castañeda Valcheta. |
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07 de Noviembre, 2013
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CRÓNICAS |
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A UN CRISMON EN EL CEMENTERIO DE TRELEW Edades misteriosas, lápidas herrumbradas, Lábaro que en la piedra supo dejar la astuta Serpiente su señal. ¿Qué viejos camaradas De la lejana Gales esculpieron la hirsuta Trama de su fe? Hoy ya descascaradas Las formas del crismón, el símbolo no muta Ni envejece. Tal vez arcanas y sagradas Dan desde el Monograma su verdad absoluta. Es el Alfa y la Omega, la cruz del Salvador, La noche de la frase que observó Constantino Lejos del puente Milvio al sur del Septentrión. El doble de un espejo, el tiempo y su labor Secular con las claves que esperan su destino Y el círculo sagrado del sagrado crismón. Jorge Castañeda Valcheta (Río Negro) R. Argentina |
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08 de Octubre, 2013
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DATOS y NOTICIAS |
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El poema "Eclesiastes" del poeta y
escritor Jorge Castañeda de Valcheta ha recibido "Mención Especial"
del jurado en el "29 Certamen Literario del Inmigrante", organizado
por la Federación de Entidades del Bien Público" de la ciudad de Berisso
(Buenos Aires). El jurado estuvo integrado por los escritores Beatriz
Nuccetelli, Carlos Cazoria y Horacio Urbañski. La Federación de Entidades de Bien Público dio a conocer los resultados
del 29º Certamen Literario del Inmigrante en adhesión a la 36º Fiesta homónima.
En Poesía el primer premio fue para *Sinónimos de nada*, de Raquel
Fernández, Villa Domínico. Avellaneda. El 2º, *Nostalgia* de Raquel Piñero Mongielo, Funes, Santa Fe. 3º) *Abuelo* de Abel Schaler, Paraná, Entre Ríos. MENCIONES: *Mis raíces* Emilce Zorzut, City Bell. *Ecclesiastés*de Jorge Castañeda, Valcheta, Río Negro. *¿Te acordás? Jorge Hermiaga,
Moreno.B.Aires. *Añorándote* Raúl Mihdi, Berisso. *Raíces*. Rubén Fiorentino, Béccar, B.Aires. *Francisco y los otros*, Adolfo Zabalza, Pergamino, B.Aires. NARRATIVA: Primer premio: *No creo en espectros*, Cecilia Palazzo,
Berisso. 2º) *Las olas han de llevarme*, Raul Biglieri. 3º) *Zapatos azules*. Elida Cantarella, ambos de Pergamino. MENCIONES:
*Pasaporte a la libertad*, Luisa Cristóbal de Romero. Bialet Massé, Córdoba. *El linyera de los palos*, Francisco Alfonso, Winifreda, La Pampa. *El
loco Emilio*, Guillermo Martínez Pass, Gonnet. *La bigornia*, Rubén Butinof, La Plata. *Me sucedió en Pamplona*, Alberto Martinena, Venado Tuerto, Santa Fe. *Una magia diferente*, Jorge Fidel, Berisso. *Lazos de cristal*, Raúl Fernández, Villa Adelina, San Isidro. *Viejo amor* Raúl Campos Dalmau, Ushuaia, Tierra del Fuego y *El Monte de los Olimpos*, Elizabet Duzdevich, Pergamino.
Jurados: Beatriz Nuccetelli, Carlos Cazorla y Horacio Urbañski. ECLESIASTES
Yo voy juntando estrellas en
la noche callada
Y me brillan las manos con
clarísima luz.
Yo maneo al lucero en plena
madrugada
Y la traza conozco donde
marcha la Cruz.
Yo sé que las Marías
encuentran su morada
En el cielo más bello que se
ha visto en el Sur.
Yo conozco las huellas del
puma predador
Y voy por las picadas llevando
mi verdad.
Yo he mirado la luna en todo
su esplendor
Cuando viste de plata su clara
vanidad.
Yo presiento en el aire el
inquieto rumor
Que viaja en el cielo con voz
de tempestad.
Yo levanto las piedras pulidas
por el río
Y me subo a los montes del
último confín.
Yo viajo con el viento como si
fuera mío
Y abrevo en las vertientes un
alba de carmín.
Yo conozco los nidos en el
peñasco frío
Donde remonta el águilacon su
vuelo sinfín.
Yo conozco los vados del río
en la espesura
Y del mar impetuoso he gustado
la sal.
He mirado los pájaros que
vuelan en la altura
Y pesado en mis manos la roca
mineral.
Yo sé que hay en las cosas una
cierta ternura
Y también muchas veces una
pizca de mal.
He visto muchas cosas y todo
es vanidad
Dice el Eclesiastés. Y también
el hastío
Que en el alma nos deja no
encontrar la verdad.
Ser falibles y pobres,
menguado todo brío,
Esperando la barca que con
cierta ansiedad
Para siempre nos lleve en las
aguas del río.
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18 de Septiembre, 2013
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CRÓNICAS |
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Publicado en Long Island al día -New York -USA
EL OLVIDO DE SER SESOSTRIS VITULLOLialdia.com / Hace ya sesenta años que moría en Paris, de hambre, de olvido y de miseria, ante la indiferencia del mundo, el gran escultor argentino Sesostris Vitullo. ¿Quién era este hijo de inmigrantes italianos, el primero de catorce hermanos, que abrió los ojos a la vida en el porteño barrio del Abasto? Ante su deceso, su mujer Marie, escribiéndole a Ignacio Pirovano le dice que murió “por causa de su estómago contraído, la decepción sufrida por el desinterés y frialdad de sus contemporáneos y por el mal de Cilicoce”. Algunos pocos artículos –hoy casi inhallables- se han referido a este artista y a su obra: esculturas en piedra. Sesostris es otro de los grandes olvidados de la cultura nacional. La autobiografía de Vitullo glosa que “Adolescente, frecuentaba los talleres de las corporaciones de arquitectos, escultores, carpinteros y cerrajeros venidos a la Argentina para construir los bastimentos y fachadas de las casas al estilo francés. Yo me enteré no mal a través de ellos del gran tema del arte, la vida de los atelieres de París, sus opiniones sobre escultores como Rude, Carpeaux, Rodín: todas estas inquietudes se agrandaron en mí hasta que sentí el deseo de tallar, de esculpir la dura materia que más resistía al esfuerzo del hombre, llegando a desasosegarme”.
Orlando Pierri deja un verdadero retrato de Sesostris en París: “Unos golpes imperiosos llamaron a la puerta de mi atelier en Montparnase. Di paso a un hombre muy apuesto y bien vestido, que me hablaba en francés. Al pronto descubrí en su acento que era argentino; me quería conocer y se presentó como Sesostris Vitullo. La visita se prolongó hasta bien entrada la noche. Compartió lo poco que con mi mujer podíamos ofrecer: una taza de té, y algunas galletas. Fuimos caminando hacia su taller. Sus obras estaban tapadas por lienzos y cada una de ellas, al descubrirla, nos ponía en contacto con la obra de un genio. Aquel taller era un templo aunque su oficiante comía raíces y, en los mejores días, algo de polenta. Recién cuando las emociones lograron calmarse en mí distinguí que su ropa estaba constituida por un zurcido total, pero impecable en cuanto aseo y planchado. Más tarde yo mismo encargaba a mis amigos que viajaban a París, llevarle ropas, calzado y la yerba mate de la que Vitullo no podía prescindir. Por ese entonces los paquetes de yerba incluían dos círculos de madera como embalaje y más de un tondo de Vitullo está tallado de ese material. También usaba la tirantería de las demoliciones y hasta llegó a desguazar la mesa de cocina, la única, del austero mobiliario qu7e su familia tenía”. El escritor Abel Posse, diplomático a la sazón por aquellos años en la embajada argentina en Paris, hace mención en su última novela “El lobo” sobre las peripecias de Vitullo y la miseria en que vivía, a pesar de ser uno de los grandes escultores argentinos. Sin embargo es a Orlando Barone a quién debemos un excelente texto sobre las peripecias de una de sus esculturas más famosas, publicado en la revista CRISIS Nº 2, en Junio de 1973. “En 1950 Salvador María del Carril, por entonces encargado de negocios de la Argentina con Francia, consultó con Horacio Pirovano la posibilidad de encargarle a Sesostris Vitullo un monumento a Eva Perón. Según el consejo de Pirovano no había argentino más capaz para la tarea” “Al recibir el pedido Vitullo comprendió que no podía afrontar el trabajo sin conocer algo más de Eva Perón. Le pidió, pues, a su amigo Pirovano que le informe sobre Evita. Luego de cambiar varias cartas Vitullo creyó conocer lo necesario para intentar la obra”. “He comprendido todo. Eva Perón Arquetipo Símbolo. Libertadora de las razas oprimidas de América. La veo como un mascarón de proa rodeada de laureles. Este párrafo de una carta que Vitullo envió a Pirovano sintetiza lo que habría de ser su criterio frente al monumento”.
Arquetipo Símbolo “La obra fue terminada en 1952. Es piedra. Dos caras rodeadas de laureles: un perfil es Evita y el otro perfil indio. No hay regodeos, ni complacencias, ni demagogias. El artista resume en estos trazos severos y bellísimos lo que había comprendido sobre Eva Perón, y por eso su obra se llama “Arquetipo Símbolo”. “En ese año de 1952 Vitullo obtuvo un triunfo que solo consiguieron muy pocos artistas en el mundo: una exposición de sus obras en el Museo de Arte Moderno de París. En el catálogo figura “Arquetipo Símbolo”. Antes de llevarlo a la sala de exposición donde habría de exhibirse al público francés, el artista quiso hacer conocer su trabajo en la embajada argentina que auspiciaba la muestra. Personalmente eligió el lugar que instalaran el monumento a Evita, controló la luz, revisó los detalles. Su última obra”. “Las autoridades diplomáticas ven el monumento, no hay comentarios. Una extraña frialdad sorprende al artista. Pocos días después la piedra es retirada del lugar elegido por Vitullo. Es trasladada a un sótano”. “La exposición se clausuró sin que Vitullo consiguiera que la embajada remita al Museo el trabajo titulado “Arquetipo Símbolo”. Nunca lo recuperó”. Sesostris Vitullo, uno de nuestros grandes escultores que soportó la desidia y el abandono de sus contemporáneos murió pobre y olvidado un día del mes de mayo de 1953. Como otros tantos argentinos ilustres. Jorge Castañeda jorgecastaneda20032000@yahoo.com.ar Valcheta / Argentina Del Grupo de Editores |
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13 de Septiembre, 2013
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CRÓNICAS |
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EL
ENCUENTRO
Jorge Castañeda
Valcheta (RN)
Mi padre nació en Choele Choel a la orilla del Río
Negro acunado seguramente como tantos otros por los vientos incesantes de la
Patagonia. Era nieto de don Miguel
Castañeda que con su esposa Manuela Castro arribaron procedentes de Carmen de
Patagones en el año 1882 y fueron aparte de pioneros los progenitores de una de
las familias más grandes y tradicionales del Valle Medio.
Mi abuelo –al cual no llegué a conocer- se llamaba
Salvador y falleció prematuramente a causa de una neumonía que contrajo cuando
salió a recorrer los postes del telégrafo una mañana fría y lluviosa de
invierno. ¡Es duro vivir en el Sur! La
tierra no permite debilidades y el clima es tan hostil que no perdona a nadie.
Sin embargo es cierto que de esa forma se va curtiendo el carácter de sus
pobladores, que llegan a amarla profundamente y no la cambiarían nunca por
otros lugares.
Sé que un buen día mi padre después de cumplir con sus
obligaciones patrias prestando servicios como conscripto en el Ejército
Argentino en Río Gallegos, (conservo algunas viejas fotografías donde se lo ve
a cargo de una ametralladora,) una vez licenciado empezó a trabajar en Agua y
Energía como maestro albañil y por uno de esos azares de la vida lo destinaron
a la cuadrilla de picapedreros que estaban realizando las obras de riego de la
colonia Valcheta. Cuando hoy recorro las chacras y veo esos canales de riego no
puedo menos que emocionarme.
Según me cuentan trajo de sus pagos un caballo pangaré
gargantilla que era casi todo su capital. Y también lo recuerdo vagamente
pulsando una guitarra criolla adornada con una cinta argentina en el clavijero
desgranando algún estilo o alguna milonga.
Acá según me han contado y algunas cartas amarillentas
que guardo amorosamente lo confirman sé que se enamoró de la hija de un árabe
que había nacido en el paraje de Nahuel Niyeu y que luego al fallecer sus
padres la trajeron a Valcheta quedando al cuidado de su tío, don Jacinto
Direne, dado que su mamá y la de éste eran hermanas. Y es así como se casaron.
Lejos de mi querido valle de Valcheta, un día 23 de
Agosto nací yo, porque para la ocasión
mis padres se habían trasladado a la ciudad de Bahía Blanca.
Una vez de regreso en el terruño mi padre deja el
trabajo en Agua y Energía y comienza a tomar obras por su cuenta como albañil,
que era su oficio al que llegó a amar y ejercer con una pasión envidiable. Aún
quedan viviendas levantadas por sus manos. Mientras tanto mi madre cosía y
tejía para ayudar a la economía familiar.
Por razones de los estudios primarios cuando yo tenía
cinco años deciden radicarse en Bahía Blanca y hacia allí partimos en tren.
Llevaban muchas esperanzas y sueños.
En esa ciudad nació mi hermano Miguel Ángel que
falleció hace algunos años en Villa Regina.
En Bahía Blanca pasamos largos años volviendo
solamente a Valcheta para las vacaciones o para algún acontecimiento familiar
destacado.
Allí yo hice la escuela primaria en dos escuelas, la
secundaria y los comienzos de la carrera de letras en la Universidad del Sur,
hasta que en el año 1973 definitivamente la familia vuelve a afincarse en el
Sur, debido a que papá había tomado el trabajo de las obras de arte sobre la
Ruta Nacional Nº 23, en ese entonces toda de ripio; y también porque la
violencia política de aquellos años aciagos hacía estragos en bienes y
personas.
El regreso a la vida pueblerina me devolvió a mis
amigos y a los entretenimientos propios de aquellos años: confiterías, clubes,
funciones de cine, militancia política, mi trabajo en la Municipalidad y largas
guitarreadas en las peñas que estaban tanto de moda.
Durante algunos años supe trabajar en la
administración del “Supermercado Carlitos”. Entre otras responsabilidades era
el encargado de llevar el stock de las mercaderías almacenada en sus galpones y
también supervisar la tarea de carga y descarga de los transportes de aquella
época.
Entre los peones para esa dura tarea que ocupaba
Carlitos Mortada, el propietario del comercio,
era infaltable un verdadero personaje del pueblo: Leandro Kusich.
Changarín por hora, muy conversador, sabedor de todas las novedades y de un
ingenio muy particular.
Varias veces me confiaba entre pícaro y chimentero que
yo tenía una hermana que vivía en el Valle Medio y que era hija de mi padre.
–Vos preguntale- me decía y se alejaba sonriendo.
Un día intrigado le pregunté a mis padres y disiparon
toda duda diciéndome que eran mentiras y que no hiciera caso a esos comentarios
que no tenían ningún asidero y más por venir de alguien tan fabulador como era
Leandro.
Pasaron los años: me casé con Irma, mi compañera de
vida, tuve dos hijos y dos sobrinos hijos entrañables. Hoy hasta somos abuelos.
Un aciago día que siempre recuerdo con tristeza el
teléfono fijo con una llamada desde Buenos Aires me dio la infausta nueva:
había fallecido mi padre en un accidente, cuando un tren arrolló al auto en el
cual se desplazaba con un amigo. Una gran desesperación. Mamá estaba sola y
sola afrontó todo lo relativo a los trámites para trasladar su cuerpo hasta
Valcheta. Y yo sufrí la primera gran pérdida de mi vida.
Años después, enferma del corazón, también mi madre
estaba aprestada para el gran viaje. Una tarde me llama a su lecho y me dice
que me tiene que contar una confidencia. Que si algún día llamaba o se
comunicaba conmigo una señora diciendo que era hermana mía, que eso era cierto,
que la había tenido mi padre antes de conocerse con ella. La gran revelación me
hizo acordar de Leandro, que también había fallecido unos años antes.
Y así, con sus sueños y siempre extrañando a papá, una
mañana muy triste también mamá, la buena, fuerte y trabajadora de mi madre, nos
dijo adiós desde una sala del Hospital de Valcheta.
Con Miguel Ángel ahora sabíamos que teníamos una
hermana, pero ¿Cómo encontrarla?
Un día por esta maravilla de los correos electrónicos
recibo uno que era de una joven profesional radicada en el Sur y me dijo que su
madre, mi hermana, quería conocerme y no se animaba. Que ellos sus hijos –mis
sobrinos- estarían felices si nosotros nos juntábamos. Habían localizado mi
correo por mi blog. Yo muy emocionado le dije que eso era verdad y le conté la
parte que yo sabía y que también quería conocerla.
Así para una Fiesta de la Matra, Elvira Serra, mi
hermana, vino a casa y recuperamos los años perdidos con gran afecto y amistad
entre nuestras familias.
Cuando mi hermano ya estaba muy grave en Villa Regina,
con Elvira lo acompañamos hasta sus últimos momentos.
Mi hermana es muy buena cocinera, enfermera jubilada,
pintora de cuadros por vocación y una gran persona. En el balneario de Las
Grutas cuando nos juntamos parte de las dos familias somos como quince o más.
Me viene a visitar y visita a mis dos hijos que estudian en Bahía Blanca. Nos
queremos mucho.
Yo pienso que la vida tiene estas cosas: a veces nos
quita, pero también como en mi caso nos devuelve y con creces lo que nos ha
quitado.
Yo recuperé a mi hermana después de tantos años y
ambos hoy disfrutamos de este tiempo nuevo que Dios nos ha concedido. Y eso no
es poca cosa.
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10 de Junio, 2013
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POEMAS |
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EL OBRERO GOLONDRINA
Publicado en el Sitio Long Island Al Día Editor Digital - www.Lialdia.com Periodismo serio y eficaz
Es uno más en el surco
El obrero golondrina
Con el silbido cansado
Y las manos que trajinan.
–
Jornada de penas largas
Que al solazo se calcinan
Y ese cansancio de siglos
Que solo el jornal resigna.
–
Sudor amargo en el monte
Recordando a la familia
Telarañas en los ojos
Que de pena se persignan.
–
Quiebra el ala del sombrero
Tristezas que no se entibian:
Un perro, algunos cajones
Y las manos doloridas.
–
La jornada se hace larga
No tiene quién la redima
Y siempre será lo mismo
Porque así se va la vida.
–
Caminando por los surcos
Como extraviada y perdida
Es como un pájaro herido
La pena del golondrina.
–
Un adiós de largo aliento
De sus tristezas se olvida.
Mientras el sol de la tarde
A las nubes acuchilla.
* Obrero Golondrina es el trabajador que emigra temporalmente y
en forma repetitiva y anual sin establecer arraigo ni integración en la
nueva comunidad, donde llega generalmente por motivos laborales no
tradicionales y por tanto diferente a la trashumancia y vida nómada.
Jorge Castañeda
jorgecastaneda20032000@yahoo.com.ar
Valcheta (RN)
Patagonia Argentina |
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SOBRE MÍ |
Jorge Castañeda
Escritor nacido en Bahía Blanca (Pcia. de Buenos Aires) el 23 de Agosto de 1.951, se radicó desde el año 1953 en la localidad de Valcheta, Pcia. de Río Negro.
Entre sus obras publicadas pueden citarse, entre otras, "La ciudad y otros poemas", "Poemas sureños", "Poemas breves", "Sentir patagónico", "Arturo y los soldados", "Como Perón en el cuadro", "Poemas cristianos", etc.
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AL MARGEN |
Jorge Alberto Castañeda |
Escritor y periodista de Valcheta, localidad ubicada en la Patagonia Argentina |
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