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16 de Abril, 2014
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CRÓNICAS |
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GARCIA MARQUEZ: EL OTOÑO
DEL ESCRITOR
Jorge
Castañeda
Escritor
– Valcheta
La obra de los
grandes escritores encierra un universo en sí mismo. Con sus claves, sus
entresijos, sus obsesiones, sus fantasmas, sus iteraciones. Así fue con
Cervantes, con Shakespeare, con Balzac, con Flaubert, con Proust, con Kafka, con Sábato, con Borges y con
cuántos otros.
La obra se puede
decir que es la extensión del escritor, como hombre, como ser humano y revela
el pensamiento más recóndito e íntimo, a veces inconsciente que se repliega en
las profundidades del alma pero que de alguna forma se hace universal y atañe a
casi todos los hombres. Porque de alguna forma la obra de un escritor es un
espejo (¡siempre Borges!) que nos revela e interpela. Por eso se puede afirmar que en algunos
momentos todos somos Ulises, Hamlet, el Quijote, Madame Bovary, Martín Fierro,
Gregorio Samsa, el duque de Bomarzo, doña Flor, la Maga, Oliveira, Traveler o
Talita.
No hay lector de
mi generación que no se haya conmovido
con los libros de Gabriel García Márquez y que no salga de ellos como decía el
genial Megafón de Marechal “con los ojos reventados de imágenes”.
Por eso reitero;
en algún momento hemos sido el viejo coronel esperando su pensión; el general
perdido en su propio laberinto de viejas batallas, recuerdos y utopías; el
padre Angarita levitando después de beber su taza de chocolate; Fermina Daza y
Florentino Ariza viviendo un amor en los tiempos del cólera o vaya Dios a saber en que otras circunstancias
parecidas.
Ese es el
milagro de la gran literatura, y el “realismo fantástico” del Gabo (por
llamarlo de alguna forma) goza de buena salud porque todavía muchos como él
creemos que “cuando Kafka dice que Gregorio Samsa despertó una mañana
convertido en un gigantesco insecto, no
parece que eso sea el símbolo de nada, y lo único que nos ha intrigado
siempre es qué clase de animal pudo
haber sido. Que hubo en realidad un tiempo en que las alfombras volaban y había
genios prisioneros dentro de las botellas. Que la burra de Balaán habló –como
dice la Biblia- y lo único lamentable es que no se hubiese grabado su voz y que
Josué derribó las murallas de Jericó con el poder de sus trompetas, y lo único
lamentable es que nadie hubiese transcrito su música de demolición. Y que el
licenciado Vidriera de Cervantes era en realidad de vidrio, como él lo creía en
su locura, y que el gigante Gargantúa se orinaba a torrentes sobre las
catedrales de París”.
Es que el nuevo
continente parió escritores tan desaforados y mágicos como su misma geografía,
pero ninguno como el colombiano supo encontrarle su tono y su voz. Porque también
la gran literatura es la pequeña región donde uno vive, goza y sufre.
Cuando un libro
(alguien supo decir que al leer las primeras páginas sufrió un desmayo) nos
atrapa y nos invita a acercarnos a otros del mismo autor sin defraudarnos, sin
duda estamos ante verdaderas obras maestras de la literatura.
Y cuando los
personajes, lugares y situaciones que se encuentran en su trama se hacen
universales y reconocidos por su nombre en distintos lugares e idiomas y
repetidos hasta el hartazgo, ya ese autor debe despojarse y dejar su obra en el
regazo de los demás, porque pasa a ser un poco de todos o sea propiedad
cultural de la humanidad.
Por eso cuando
vemos en el titular una noticia que el copete dice: “crónica de una muerte
anunciada”, o cuando al referirse a una ciudad o un pueblo donde pasan cosas
sobrenaturales se escucha decir que es un macondo, o
cuando conocemos la zaga heroica y cotidiana de una familia cualquiera y
escuchamos compararla con la dinastía de los Buendía, sin ninguna duda que
estamos incorporando a nuestra realidad de todos los días el imaginario
narrativo de Gabriel García Márquez y eso lo hace un poco de todos, mérito que
solo tienen los grandes escritores.
¿Acaso no se han
escrito letras, estudios, tesis y hasta ballenatos en homenaje al Gabo y también canciones a su Macondo cómo éstas?:
“Entre el hielo
y los imanes/ Macondo es cualquier lugar/ con el galeón, con los clanes/ los
Buendía, los Iguarán. Cien años de las
estirpes/ cien años de soledad/ con el buen o de Angarita/ quién no quiere
levitar. Cuando llegan los gitanos/ es
tiempo para mercar/ de Úrsula son las alhajas/ de Arcadio poder soñar. Los instrumentos lo dicen/ el progreso lo
dirá/ hasta la tierra es redonda/ nadie lo puede negar. Mariposas amarillas/ por Macondo volarán/ a
Mauricio Babilonia/ sus vuelos anunciarán.
Las encías muy orondas/ de Melquíades sonreirán/ su dentadura postiza/
solo acusa novedad. García Márquez lo
supo/ Macondo es cualquier lugar/ Todos somos Buendía/ todos somos Iguarán”.
García Márquez
como otros grandes escritores siempre gozará de buena salud.
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14 de Abril, 2014
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CRÓNICAS |
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Jorge Castañeda
Escritor –
Valcheta
MALDITA SEQUIA
Dionisio
Manfiqueo es un poblador del paraje “Las Mochas”, en el interior más interior
de la provincia de Río Negro. Vive a la intemperie de toda soledad cuidando el
pequeño capital de su majada de chivos, que es el único y escaso bien que le
queda.
Su hermano
Santiago hace tiempo que se fue del lugar a buscar mejor suerte en Valcheta,
donde se encuentra afincado realizando changas de todo tipo. Como Dionisio nunca
supo bajar los brazos le pelea a la vida trabajando fuerte y de
cualquier cosa. Se fue cansado de tanta lucha y porque sabía que el campito no
daba lo suficiente para vivir los dos.
Dionisio soportó
el frío inclemente de los inviernos y el viento helado que se hace sentir en
esos lugares perdidos de la mano de Dios. En verano en cambio el sol implacable
parece achaparrar más las escasas plantas de la estepa y reverbera por los
riscales resecos de las picadas.
A veces en las
tardecitas después de encerrar los animales Dionisio saca la acordeona de su
estuche y toca trabajosamente algún valseado. La música lo distrae de tantas
amarguras pero en otras lo pone triste porque se acuerda de su padre. En sus
manos sí que la acordeona parecía que hablaba. Eran tiempos felices. La
hacienda crecía a cada señalada, la lana tenía precio, con la esquila se podían
pagar las deudas de todo el año contraídas en los comercios del pueblo, la
potrada estaba gorda y casi nunca faltaba un chivito dorándose al asador.
Y sobre todo
porque llovía. Parecía que la lluvia era una bendición de Dios que acordarse de
los pobres. El campo estaba lindo, había pastos y las aguadas llenas. No como
hoy que está todo seco, con remolinos de polvo y hasta la sabandija pequeña
implorando un poco de agua.
Pero no hay nada
que hacer, hace años que no llueve lo necesario. Ya nada da para más: ni los
animales, ni los campos, ni la paciencia de los pequeños crianceros como
Dionisio.
La vieja
camioneta F 100 está arrumbada en el galpón. Ya ni cubiertas tiene. Y si las
tuviera; ¿de dónde sacar el dinero para viajar hasta el pueblo? Suerte que se
tiene buena salud, sino…
El Ente de
Desarrollo de la Región Sur nació para eso: Para solucionar y aliviar las
dificultades que los pequeños productores enfrentan a diario, pero de nada ha
servido. ¿Qué pueden hacer los técnicos ante tanto desamparo? Hay programas
para todo menos para esos hombres que están perdidos en los parajes esperando
tiempos mejores. ¡Maldita sequía! Sólo le quedan algunos pocos animalitos y
unos perros famélicos por toda compañía.
Dionisio
Manfiqueo lleva una vida dura y curtida: tiene que cuidar los poquitos animales
que le quedan, pelear a brazo partido contra las plagas, los zorros y los pumas
y a veces hasta contra la jauría de perros cimarrones.
Suele por las
tardes tomar algunos mates y freír unas tortas fritas sin levadura mientras le
queda un poco de harina y de yerba. Y otra vez la acordeona. ¡Maldita sequía!
Dicen que la
vida en el campo es linda. Que no hay que despoblarlos y cuántas otras
tonterías. Tendrían que estar en el cuerpo y en alma de hombres como Dionisio
para saber cómo es la cosa.
Por otra parte,
si lloviera ¿qué solución sería? Costaría años repoblar las majadas, volver a
juntar el pequeño capital para una subsistencia digna y sobre todo recuperar
las ganas y la poca fe que queda.
Estos años no
son buenos para los productores. Los campos se van abandonando y los muchachos
buscan en los poblados una mejor forma de vida, que en tiempos de crisis
difícilmente encuentran.
Los puestos se
convierten en taperas y una tristeza sin par se instala en las cosas y en la
gente. Una impotencia, un bajar los brazos y sensación enorme de sentirse solo.
Dionisio
Manfiqueo ama ese lugar perdido en la geografía rionegrina. Acá tiene los
mejores recuerdos de cuando era niño, de su madre y de su padre, de su abuelo, de su caballo favorito, de sus días de caza de
guanacos, del olor a lluvia cuando el cielo estaba encapotado.
Son recuerdos
que valen mucho y que no tienen precio. ¿Cómo abandonar el campo? ¿Por qué
darse por vencido así porqué sí?
Como sus abuelos
y sus padres Dionisio sabe esperar sin quejarse. Porque quejarse es perder la
dignidad y es lo único que les queda. Esperar que los políticos comprendan la
situación del hombre de campo, esperar un poco de solidaridad, esperar tiempos
mejores, esperar que llueva, esperar…
El campo está
todo árido, el viento levanta polvaredas, los caminos casi borrados, los
animalitos exangües. Hasta la esperanza es poca en estas regiones del sur
rionegrino.
¡Maldita sequía!
Jorge Castañeda
Escritor -
Valcheta
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05 de Marzo, 2014
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CRÓNICAS |
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Los mitos sobrevuelan en el ánimo y el alma de los argentinos. Y con ellos hacemos nuestras catarsis colectivas como antes supieron hacerlo los griegos en las gradas de sus teatros. Por eso Gardel cada día canta mejor. Por eso caló tan hondo en el alma de su pueblo. Por eso su voz es nuestra voz, su pinta es nuestra pinta, su éxito es nuestro éxito. Porque el “Morocho del Abasto” supo se cabalmente lo que deberíamos ser los argentinos. Y también Evita, la Abanderada de los Humildes. El trasunto de un pueblo que se elevó a sí mismo para identificarse con la rebeldía y el poder. Por eso el Che, su gesta libertaria de coraje y aventura fue la nuestra, el espejo de lo que anhelábamos ser en aquellos años no tan lejanos de utopías no desmerecidas y avatares heroicos. ¿Y Maradona? ¿Cuántas personalidades múltiples habitan en el alma a veces arrutada del Diego de la gente? El muchacho de Villa Fiorito, el de los jueguitos maravillosos con su amiga: la pelota, esa que “no se mancha”. El ídolo, el Pelusa de las inferiores de Argentino Júnior, el mejor de todos, el campeón, Maradoo, la Mano de Dios, el del gol increíble a los ingleses, el hincha número uno de Boca, el del tatuaje del Che, el cubano por adopción, el héroe de Nápoles, el simpatizante de Hugo Chávez, el admirado en todo el mundo, más famoso que el mismo Papa. El rebelde, el trasgresor como Borges, como Charly, la piedra en el zapato para los poderosos de la FIFA y de los grandes intereses del negocio del fútbol. El que nos mueve el andamio, el que patea el tablero, el que desafía las estructuras y al que pocas veces se le escapa la tortuga. Pero también el que alguna vez perdió con las drogas, el que resiste ante tanta estupidez suelta y al acoso pegajoso del periodismo amarillo y de todos los colores. El de la mueca en la cara frente a la cámara para soltar la broca contra los intelectuales de pacotilla. Al que le “cortaron las piernas”. El que siempre tendió al diez en un país de mediocres que viven para zafar. El de los exabruptos contra algunos periodistas ya armado de palabra o escopeta. El gordito que alguna vez fue, el del síndrome de abstinencia, el mismo muchacho del potrero y de la alegría perdido ante las luces de este nuevo siglo globalizado y febril que ya le es extraño y pesado. El Director Técnico del seleccionado argentino de fútbol que lo recibió cuando las papas quemaban. Alcanzando la pelota de taquito, de traje y corbata, con el rosario en las manos, defendiendo el juego limpio, escuchando a sus asesores. Maradona el de la derrota. El del llanto fácil y las palabras cortadas. El abatido en la conferencia de prensa. La cara visible de otro sueño frustrado. De un fracaso colectivo. Al que le pasaron facturas aprovechando el momento. Al que denigraron cuando antes lo elogiaron para ponerlo en el panteón de los mejores, Lágrimas y sonrisas. La fiesta de máscaras donde se ven caras y no corazones. Maradona el renunciado. Personaje de un sainete que nunca termina. Del conventillo de la paloma donde los dueños de la patria futbolística son actores de cuarta y un elenco de periodistas que da lástima. Maradona el de los escándalos familiares, que deben ser suyos si privacidad hubiera, Maradona el zafado, el irónico, el amenazador, el de la patada fácil y el escopetazo rápido. Pero también como el ave fénix a veces el Diego vuelve diciendo verdades más grandes que una casa. Que solamente él puede decirlas, porque está más allá de todo. Y cada cual es dueño y señor para expresar lo que siente. Es sincero en una corte de hipócritas que para adentro son peores que él, pero sin nada de su talento. Maradona es Maradona. Y lo será para siempre. A pesar de muchos. Del libro CRONICAS & CRONICAS de Jorge Castañeda |
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25 de Febrero, 2014
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CRÓNICAS |
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Seguramente que quién transite los parajes de la Región Sur saldrá como Megafón –el genial personaje de Marechal- “con los ojos reventados de imágenes”. En el interior rionegrino hay a la intemperie de todos los designios una treintena de pueblitos que agrupa a los crianceros de la región y sus familias, con su pequeña escuelita, a veces un destacamento de policía y con más suerte una salita de primeros auxilios. Los caminos vecinales para acceder a los mismos están intransitables. Ni por caridad (esa virtud teologal que engendra fe y esperanza) algún funcionario sensible se acuerda de enviar alguna máquina. Pero hablan de inclusión, de justicia social y de otras entelequias que ni ellos mismos creen. Tuvieron sí, hace algunos años, sus momentos de esplendor cuando un mandatario cabal como Mario José Franco llegó a cada uno de esos parajes con la transformación de su gobierno: escuelas albergues (hoy ignominiosamente cerrados) energía eléctrica, puestos sanitarios, entrega histórica de títulos de propiedad, créditos tutelados para la compra de lanares o vacunos, pero en especial con su presencia para conversar con los pobladores y atender sus necesidades, las que luego derivaba a sus ministros y secretarios. Y siempre tenían respuestas. Sin embargo los liliputienses que nunca faltaron lo criticaban porque solía llegar acompañado por la banda de música de la policía, como si fueran rionegrinos de tercera. Aparte don Mario no hablaba ni obraba de oído: Mario Franco conocía cada paraje como la palma de su mano y también a la mayoría de los vecinos. Era otro más con ellos y nunca los olvidó. Así de alguna forma también lo fue el entonces gobernador del Territorio el Ing. Pagano. Hoy a más de cuarenta años la realidad de los parajes es otra. Hasta las condiciones climáticas parecen haberse ensañado con los pequeños productores diezmando sus majadas y llevándose hasta la esperanza. El viento que levanta remolinos de polvo, el olvido y la pobreza que nunca viene sola. En materia sanitaria a veces no hay ni siquiera una ambulancia para el traslado y el enfermo debe ir en la camioneta de algún vecino, si tienen la suerte de disponer del dinero para el combustible. En lo que a educación respecta el ajuste ha recaído en forma brutal sobre los parajes. Decisiones tomadas desde los despachos ministeriales que no contemplan el futuro de los niños del interior rionegrino. El programa de control de la hidatidosis por razones meramente económicas no se hace más o se hace a los ponchazos, como casi todo en esta bendita provincia. No hay una política uniforme en el control de plagas. Y el Ente para el Desarrollo de la Línea y Región Sur (en cuyo territorio están asentados la mayoría de los parajes) está paralizado con fuertes problemas internos, denuncias por maltrato, gastos burocráticos por afuera del Directorio y prácticamente desentendidos de la problemática de toda la zona. Estas cosas sinceramente no parecieran importarles mucho a los actuales funcionarios. Están en otra: en sus mega sueldos, con el nepotismo de los cargos para parientes y amigos, con sus privilegios de casas alquiladas que paga el estado, con sus viajes en avión o en cómodos vehículos de alta gama. No todos, porque generalizar es malo y también hay algunos que se comienzan a solidarizar con estas situaciones y a obrar en consecuencia. Es lo que se espera de ellos; que no se olviden que están ejerciendo los cargos provinciales por el mandato de quienes los han votado y que esperaron de su gestión tiempos mejores. Los hombres y mujeres que aún viven y trabajan en los parajes son dignos de todo encomio. Son la parte oculta de esa Argentina invisible que soñó Eduardo Mallea en alguno de sus libros. Esos pobladores, esos argentinos, -al decir del escritor- “que llevan en el corazón el sentimiento severamente exaltado de la vida, las manos con el gesto de dar y la espera eternamente presente en sus pupilas”. A esos hombres y mujeres que viven cotidianamente en los parajes les debemos respeto, admiración y solidaridad. Por todo lo que han dado. Por esa idea de limpia grandeza de su tierra. Por soportar en silencio “la depredación llevada a cabo contra sus conciencias y por el asalto y la violación de su domicilio moral”. En lo personal debo agradecer a los muchos lectores que me alientan para seguir escribiendo sobre estos temas y también puedo decir como Mallea que “después de intentar durante años paliar mi aflicción inútilmente, siento la necesidad de gritar mi angustia a causa de mi tierra, de nuestra tierra”, en este caso la región sur de Río Negro. Porque algo debemos debe hacer. De cada uno es la responsabilidad. Sino, literalmente, que el último apague la luz. Jorge Castañeda Valcheta. |
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13 de Febrero, 2014
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CRÓNICAS |
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Solía decir Carlos Di Fulvio “que al ver tanta pobreza el corazón le dolía”. Seguramente no se refería a la Región Sur de Río Negro, pero nuestro cantor local Rubén Tatano Lucero en uno de sus temas a la meseta de Somuncurá escribió que hay “unos ranchitos, hilachas del monte al viento y al sol. Si vieras Diosito la inmensa pobreza de aquellos paisanos que son del lugar”. ¿Cómo –me pregunto- el cronista, el poeta, el periodista, debe hacer para transmitir el infortunio del poblador rural de Río Negro? ¿De dónde sacar las palabras para reflejar la situación por la que atraviesan los hombres de campo? ¿Cómo se puede hacer para conmover el corazón de los políticos y de los técnicos? Los productores de la zona están cansados. Han comenzado a bajar los brazos. De majadas de tres mil ovejas hoy con mucha suerte quedan doscientas. Unas pocas chivas, algunos yeguarizos y donde se puede vacas. Pero no hay agua: las aguadas están secas, en las lagunas los torbellinos de tierra levantan nubes de polvo. Da lástima tanto penar. Las osamentas de los animales van jalonando los campos con una impotencia que parece a nadie le importa. Van para diez años de sequía y hace cuatro meses que no cae una sola gota de agua. Las plagas se enseñorean diezmando aún más los pocos animales que quedan. Y los camiones aguateros desfilan por los polvorientos caminos para tratar de salvar algo. Ese algo que es la subsistencia de una familia, la escuela de los chicos, las expectativas de una vida mejor. ¿Cómo explicarle a ese poblador que no se debe abandonar los campos? ¿Cómo decirle que hay que esperar tiempos mejores? ¿Cómo hacerle entender que se seguirán haciendo estudios para buscar agua? ¿Quién atiende sus reclamos? ¿Cómo decirles que para hacer un viaje al pueblo en combustible tienen que gastar el trabajo de dos meses? ¿Quién les explica de cepos cambiarios, del precio del dólar blue o de devaluaciones a quién tiene los bolsillos vacíos? A veces pareciera que la sequía que más duele es la otra. Esa que se enquista en los despachos de los ministerios y de las secretarías. La que ha secado los sentimientos del corazón de los hombres y mujeres, la que rige con la indiferencia, la postergación y el olvido. La que campea en los expedientes y en el rigor impositivo de los recaudadores. La que hace política barata con los subsidios, la que se instala cada cuatro años en las boletas electorales, la que viaja con las comitivas y exalta las promesas desmerecidas de siempre, la que vive en forma permanente llenando planillas y haciendo medulosos estudios que siempre terminan en nada. La esperanza del poblador rural está tan deteriorada como los caminos vecinales, donde una máquina no pasa ni por casualidad. Nadie puede venir a poner la oreja a los pobladores de la Línea Sur porque de eso ya están cansados. Cambian los nombres y recurrentemente vienen con buenos viáticos y mejor pitanza a escuchar lo que ya saben de memoria. Aparte, señores, de tomar contacto con la realidad, de analizar la problemática, de implementar programas que nunca han dado resultados, ya están todos hartos, pero como al hombre de campo le sobra prudencia escuchan las letanías y no dicen nada. Porque a las palabras en estas regiones perdidas de la mano de Dios se las lleva el viento. ¿Cómo afrontarán las clases los niños de la meseta? ¿Habrá precios cuidados para tanto abandono? ¿Importaran algo o serán un número más del ajuste educativo que cierra cargos y escuelas? ¿Cuándo entenderán, muchachos, que el problema no es una cuestión numérica o de matrícula sino de atender con cierta equidad y justicia a todos los ciudadanos por igual? ¿Adónde enviar a esos niños, aunque sean pocos? ¿Qué residencias escolares recibirán tanta inequidad, tanto oprobio? Saber estas cosas y no decirlas a veces es traición a la patria. Es mirar para otro lado y saberlas y no hacer nada es pecado de omisión, el más terrible de todos. Y ¡hay de aquellos que tienen responsabilidades y por no comprometerse asienten y callan! Pero deberán recodar los rostros de los hombres y mujeres del interior rionegrino porque los interpelaran para siempre, tal vez no les quiten el sueño ni les mermen sus abultados sueldos, pero tendrán una dignidad difícil de encontrar, que ellos no conocen ni por asomo. Hablan de compromiso político pero se olvidan que el mayor compromiso es con el prójimo, con la vida, con los valores y con la inocencia de la gente. No es el tiempo para los tibios y para los timoratos. El toro hay que agarrarlo por las astas. Hoy y ahora es el tiempo. Y con decisiones, porque se sabe: mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar. Así, tan simple. Sin conferencias de prensa, sin bombos ni platillos. Lo de la sequía es lo de menos. Puede seguir sin llover. Pero lo que es realmente importante es tener funcionarios sensibles y ejecutivos, compatriotas solidarios, periodistas valientes que hablen de estas cosas, un pueblo fraterno y así la historia se podría escribir de otra manera. Jorge Castañeda Valcheta (RN)
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11 de Diciembre, 2013
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CRÓNICAS |
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CUANDO UN AMIGO SE VA
Ha fallecido uno de los amigos más entrañables que la
vida me ha dado: el doctor en bioquímica Juan Carlos Irízar.
Será para toda la comunidad de San Antonio Oeste un
vacío muy grande para llenar y para quienes hemos compartido su amistad una
ausencia muy notoria.
Yo lo conocí hace muchos años en la Galería Casablanca
del Balneario Las Grutas y el amor por
los libros y la historia regional nos unió en largas tertulias e intercambio de
bibliografía.
Nació en la ciudad cordobesa de Chazón y realizó sus
estudios superiores en la Universidad de Córdoba, radicándose en San Antonio
Oeste para ejercer su profesión de bioquímico, siendo un verdadero pionero,
llegando a trasladarse en el tren aguatero para tomar muestras de pacientes de
Valcheta.
Juan Carlos era un apasionado del tango y de los
libros. Sabía decir que era un comprador compulsivo y su extensa biblioteca da
cuenta de ello.
También se debe destacar que cuando se desempeñó como
concejal municipal, su dieta fue íntegramente donada para becar a estudiantes
de escasos recursos.
A ese respecto debemos decir que fue uno de los
fundadores del partido vecinal “Todos por todos”.
Su programa radial “La historia en pijamas” era un
verdadero clásico en toda la región. Por su trayectoria recibió varios premios
entre ellos el otorgado por la Prefectura Naval Argentina como personalidad
destacada de la cultura, el premio “Ezequiel Ramos Mexía” que le otorgó la
empresa Tren Patagónico y últimamente la imposición de su nombre al laboratorio
del hospital “Aníbal Serra”.
Era hincha de Independiente y en un acto de
convivencia me regaló un vaso con el escudo de Boca.
Junto a otros amigos comunes nos sabíamos reunir todos
los días de Enero para tomar el aperitivo y conversar de los afectos comunes.
Seguramente Juan Carlos será siempre recordado porque
ha sido uno de los hombres que ha dejado improntas imborrables en quienes lo
han tratado y conocido. Ya puede descansar en paz.
Jorge Castañeda
Valcheta
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18 de Noviembre, 2013
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CRÓNICAS |
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BERNABE
LUCERO Y LA CUEVA DEL DIABLO
Jorge Castañeda
Escritor – Valcheta
El
Gualicho, soledades de piedra y distancia donde el cloruro de sodio enloquece
los ollares de las bestias y se enseñorea en una de las salinas más grandes del
país. Enorme planicie cuya depresión alcanza los 72 metros bajo el nivel del
mar. Hasta los pájaros carroñeros se arrutan irremediablemente y las huellas se
pierden en la espesura chata de la estepa.
Todo
es silencio y antes fue mar. Por eso los restos del delfín picudo de Cuvier y
del Carcharadón Megalodón. Lugar donde al decir del cacique Casimiro “quedan
los osamentas” de hombres y de bestias.
El
Gualicho, donde está la Puerta del Diablo y la temible Salamanca que evitaban
tehuelches y mapuches. Viejos ritos para reverenciar al Mal. Para tener suerte,
para poder pasar sin inconvenientes, para no morir de sed.
“Dicen
que una chica se metió al Bajo del Gualicho y se perdió. Ni rastro de ella
encontraron. Nada. Nada. Se perdió cuidando ovejas. Porque antes se cuidaban los
animales a pie. No había caballos. Cuando yo era chica no teníamos caballos.
Después mi padre tuvo capital, y los compró en Río Colorado. Llevó tejido,
sobrepuesto, matra y los cambió. Se perdió la chica. Después dicen que la
encontraron petrificada arriba de un banco de sal. Los que la vieron se
asustaron y escaparon. Fueron a avisar al padre y a la madre, pero cuando
regresaron a verla ya no estaba. Ni rastros hallaron. Dicen que nadie podía
llegar allí. Corría viento y llovía. ¡Un temporal! La chica no apareció más.
Tenía que ser el Gualicho. Eso contaron por ahí. Nosotros sabemos esto por la
conversación de la gente que contaba todo. Se llama bajo del Gualicho porque el
diablo vive allí”.
Historias,
contadas de los paisanos que veces en estas regiones caídas de toda cartografía
“viajan del mito a la realidad”.
“El
13 de Marzo de 1932, en la “Laguna del Pisadero”, se encontraba don Macedonio
Belizán, con un arreo de vacunos, con destino a Viedma; Pío, se acampaba a unos
300 metros del camino que lo conducía a la casa; en lugar de tomar el camino,
Pío salió en dirección a la Laguna del Bagual, en el caballo “El Manchado”.
Este animal apareció tres días después. Observando, Pío lo había cambiado por
un tostado, con este caballo siguió con rumbo al Gualicho Chico, dos o tres
leguas más adelante, dejó, regresando hacia atrás por el paso de la Laguna del
Bagual, rumbo a Mancha Blanca. El conocía bien este paraje; de ahí que los
rastreadores nos confiáramos pensando que estaba en lo seguro; fue todo lo
contrario; el chico siguió para la laguna del Monte, donde su rastro se
confundió con el de tantos animales que andaban por la zona. Ante la
imposibilidad de seguir solos, los familiares, amigos y yo, que anduve día y
noche, a la cabeza del rastreo, pedimos ayuda oficial para la búsqueda a larga
distancia; todo el andar fue inútil. Tuvimos que aceptar que se perdió en la
“Puerta del Diablo”.
Los
estudiosos se preguntan al encontrarse allí “donde se juntan los caminos “en la
Patagonia profunda del Gualicho ¿Quién seguirá los pasos de Bernabé Lucero, el
salamanquero, para enfrentarse contra víboras y toros a cambio del don de tocar
la guitarra?
“Bernabé
Lucero conocía el Gualicho palmo a palmo; se fue encerrando en él, con su
lirismo, con su silencio, su música y los misterios de aquella morada del
diablo, al decir de las gentes. Algo sobrenatural se escondía sin lugar a dudas
en el alma de aquel huraño. Para los ignorantes de la supervivencia, son
brujerías. No para mí… desde un primer momento, presentí que un poderoso, como
rebelde espíritu mapuche había encarnado en esa vida, guiándolo por el secreto
de la música y el idioma de las soledades de piedra y arena. Pocas veces, o
ninguna, Bernabé hablo de su quehacer en las largas ausencias”.
Y
siguen las contadas en la prosa de los que dejaron testimonio del andar de
Bernabé en el Bajo más temible de todos los bajos.
“Bernabé
Lucero, sin escuela ni oficio, despertaba la admiración y el temor de quienes
lo escuchaban. Mariano Villalba fue uno de los que le pidió que le enseñara lo
que él había aprendido; Lucero le manifestó: -Yo te puedo transmitir lo mismo
que aprendí, pero tenés que venirte al cruce de los caminos una noche. Si sos
hombre de coraje… vas a aprender lo mismo que yo. Mariano Villalba, no fue”.
Dicen
que estaba desfalleciente debajo de unas plantas de molle en su Gualicho y que
repetía que los hombres como él debían morir de esa manera. Lo trajeron al
hospital de Valcheta y en ese momento se encontraba internado un nieto del
cacique Huenteleo. Lucero se acercó y le dijo: Vengo pa irme al chenque. Muchos
años después al lado de su sepultura creció una planta de molle, seguramente
para cobijar bajo su sombra la leyenda del salamanquero, que así debe morir.
“De
este modo –dice la escritora Josefina de Ballor- nos dejó el cantor más
misterioso del Gualicho, llevándose los secretos de sus noches, de sus ojos en
la lejanía y de su guitarra de embrujo, seguramente quedará la leyenda”. Y no
se equivocó.
Hoy
hay abundante bibliografía sobre Bernabé y el Gualicho: artículos, notas,
estudios, canciones, obras de teatro, guiones para un largometraje, pero sobre toda la magia incomparable de su leyenda que
persiste en cada viejo poblador que supo tratarlo y que está a la vuelta de la
esquina en cada rincón del pueblo de Valcheta.
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07 de Noviembre, 2013
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CRÓNICAS |
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A UN CRISMON EN EL CEMENTERIO DE TRELEW Edades misteriosas, lápidas herrumbradas, Lábaro que en la piedra supo dejar la astuta Serpiente su señal. ¿Qué viejos camaradas De la lejana Gales esculpieron la hirsuta Trama de su fe? Hoy ya descascaradas Las formas del crismón, el símbolo no muta Ni envejece. Tal vez arcanas y sagradas Dan desde el Monograma su verdad absoluta. Es el Alfa y la Omega, la cruz del Salvador, La noche de la frase que observó Constantino Lejos del puente Milvio al sur del Septentrión. El doble de un espejo, el tiempo y su labor Secular con las claves que esperan su destino Y el círculo sagrado del sagrado crismón. Jorge Castañeda Valcheta (Río Negro) R. Argentina |
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21 de Octubre, 2013
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POEMAS |
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BARRIADA DEL SALITRAL
Valcheta de mis amores
Barriada del salitral
Te va buscando la noche
En las aguas del canal.
Un aroma que se extiende
Como un sueño singular
Y un corazón panadero
De facturas y de pan.
Por un lugar las vías
Por el otro el bulevar
Con la escuelita el gimnasio
Y estas ganas de soñar.
La luna que se solaza
Con sus ganas de cantar
Y una guitarra nochera
Que no para de tocar.
Algunas nuevas viviendas
Que se quisieron sumar
Con plantas y con jardines
Lindo se pone el lugar.
Son vecinos muy tranquilos
Que saben de trabajar
Y han formado sus familias
Con amor y voluntad.
Cuando pasa el regador
Todo quiere refrescar
Valcheta de mis amores
Barriada del salitral.
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lineasur a las 11:05 · Sin comentarios
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SOBRE MÍ |
Jorge Castañeda
Escritor nacido en Bahía Blanca (Pcia. de Buenos Aires) el 23 de Agosto de 1.951, se radicó desde el año 1953 en la localidad de Valcheta, Pcia. de Río Negro.
Entre sus obras publicadas pueden citarse, entre otras, "La ciudad y otros poemas", "Poemas sureños", "Poemas breves", "Sentir patagónico", "Arturo y los soldados", "Como Perón en el cuadro", "Poemas cristianos", etc.
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AL MARGEN |
Jorge Alberto Castañeda |
Escritor y periodista de Valcheta, localidad ubicada en la Patagonia Argentina |
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