Jorge Castañeda
Escritor –
Valcheta
MALDITA SEQUIA
Dionisio
Manfiqueo es un poblador del paraje “Las Mochas”, en el interior más interior
de la provincia de Río Negro. Vive a la intemperie de toda soledad cuidando el
pequeño capital de su majada de chivos, que es el único y escaso bien que le
queda.
Su hermano
Santiago hace tiempo que se fue del lugar a buscar mejor suerte en Valcheta,
donde se encuentra afincado realizando changas de todo tipo. Como Dionisio nunca
supo bajar los brazos le pelea a la vida trabajando fuerte y de
cualquier cosa. Se fue cansado de tanta lucha y porque sabía que el campito no
daba lo suficiente para vivir los dos.
Dionisio soportó
el frío inclemente de los inviernos y el viento helado que se hace sentir en
esos lugares perdidos de la mano de Dios. En verano en cambio el sol implacable
parece achaparrar más las escasas plantas de la estepa y reverbera por los
riscales resecos de las picadas.
A veces en las
tardecitas después de encerrar los animales Dionisio saca la acordeona de su
estuche y toca trabajosamente algún valseado. La música lo distrae de tantas
amarguras pero en otras lo pone triste porque se acuerda de su padre. En sus
manos sí que la acordeona parecía que hablaba. Eran tiempos felices. La
hacienda crecía a cada señalada, la lana tenía precio, con la esquila se podían
pagar las deudas de todo el año contraídas en los comercios del pueblo, la
potrada estaba gorda y casi nunca faltaba un chivito dorándose al asador.
Y sobre todo
porque llovía. Parecía que la lluvia era una bendición de Dios que acordarse de
los pobres. El campo estaba lindo, había pastos y las aguadas llenas. No como
hoy que está todo seco, con remolinos de polvo y hasta la sabandija pequeña
implorando un poco de agua.
Pero no hay nada
que hacer, hace años que no llueve lo necesario. Ya nada da para más: ni los
animales, ni los campos, ni la paciencia de los pequeños crianceros como
Dionisio.
La vieja
camioneta F 100 está arrumbada en el galpón. Ya ni cubiertas tiene. Y si las
tuviera; ¿de dónde sacar el dinero para viajar hasta el pueblo? Suerte que se
tiene buena salud, sino…
El Ente de
Desarrollo de la Región Sur nació para eso: Para solucionar y aliviar las
dificultades que los pequeños productores enfrentan a diario, pero de nada ha
servido. ¿Qué pueden hacer los técnicos ante tanto desamparo? Hay programas
para todo menos para esos hombres que están perdidos en los parajes esperando
tiempos mejores. ¡Maldita sequía! Sólo le quedan algunos pocos animalitos y
unos perros famélicos por toda compañía.
Dionisio
Manfiqueo lleva una vida dura y curtida: tiene que cuidar los poquitos animales
que le quedan, pelear a brazo partido contra las plagas, los zorros y los pumas
y a veces hasta contra la jauría de perros cimarrones.
Suele por las
tardes tomar algunos mates y freír unas tortas fritas sin levadura mientras le
queda un poco de harina y de yerba. Y otra vez la acordeona. ¡Maldita sequía!
Dicen que la
vida en el campo es linda. Que no hay que despoblarlos y cuántas otras
tonterías. Tendrían que estar en el cuerpo y en alma de hombres como Dionisio
para saber cómo es la cosa.
Por otra parte,
si lloviera ¿qué solución sería? Costaría años repoblar las majadas, volver a
juntar el pequeño capital para una subsistencia digna y sobre todo recuperar
las ganas y la poca fe que queda.
Estos años no
son buenos para los productores. Los campos se van abandonando y los muchachos
buscan en los poblados una mejor forma de vida, que en tiempos de crisis
difícilmente encuentran.
Los puestos se
convierten en taperas y una tristeza sin par se instala en las cosas y en la
gente. Una impotencia, un bajar los brazos y sensación enorme de sentirse solo.
Dionisio
Manfiqueo ama ese lugar perdido en la geografía rionegrina. Acá tiene los
mejores recuerdos de cuando era niño, de su madre y de su padre, de su abuelo, de su caballo favorito, de sus días de caza de
guanacos, del olor a lluvia cuando el cielo estaba encapotado.
Son recuerdos
que valen mucho y que no tienen precio. ¿Cómo abandonar el campo? ¿Por qué
darse por vencido así porqué sí?
Como sus abuelos
y sus padres Dionisio sabe esperar sin quejarse. Porque quejarse es perder la
dignidad y es lo único que les queda. Esperar que los políticos comprendan la
situación del hombre de campo, esperar un poco de solidaridad, esperar tiempos
mejores, esperar que llueva, esperar…
El campo está
todo árido, el viento levanta polvaredas, los caminos casi borrados, los
animalitos exangües. Hasta la esperanza es poca en estas regiones del sur
rionegrino.
¡Maldita sequía!
Jorge Castañeda
Escritor -
Valcheta