La
prostitución es un viejo y tolerado oficio presente en todas las culturas del
mundo. Y el comercio sexual con mujeres a cambio de dinero o especies era común
también en todo Israel si nos atenemos a los textos bíblicos.
Tanto
es así que la Biblia
menciona a varias meretrices, una de las cuales es considerada una verdadera
heroína por el heroico papel que llegó a desempañar en la conquista de la
tierra de Canaán, pasando incluso a ocupar un lugar preferencial en la
genealogía de Jesús, escrita en el evangelio de San Mateo. Se trata ni más ni
menos que de Rahab, la ramera oriunda de Jericó.
“Josué,
sucesor de Moisés al frente de los israelitas, había enviado a dos espías para
que explorasen el país que se disponían a irrumpir. Los espías llegaron a
Jericó y entraron en la casa de una prostituta llamada Rahab, donde
pernoctaron”.
“Enterado
de la presencia de los forasteros, el rey de Jericó mandó a decir a Rahab que
los hiciera salir de su vivienda. Pero la mujer escondió a sus huéspedes en el
terrado, entre unos haces de lino que tenía amontonados, y respondió al monarca
que en su hogar habían estado, en efecto, unos hombres, cuyas identidades y
procedencia ignoraba, pero al caer la noche se habían marchado con rumbo
desconocido”.
“Conjurado
el peligro, la prostituta subió al terrado y dijo a los dos espías: “Os pido
que me juréis por Yavé que, como yo he tenido misericordia de vosotros, la
tendréis vosotros también de la casa de mi padre, y dejaréis la vida a mi
padre, a mi madre, a mis hermanos y hermanas y a todos los suyos, y que nos
libraréis de la muerte”.
La
historia por supuesto tuvo un final feliz y en el Nuevo Testamento Rahab la
ramera es puesta por ejemplo entre todas las mujeres y en la Epístola del apóstol San
Pablo a los Hebreos dice que “Por la fe, Rahab, la meretriz, no pereció con los
incrédulos, por haber acogido benévolamente a los espías”.
Está
también el caso de Jefté, uno de los jueces más grande de la historia del
pueblo de Israel, que era hijo ni más ni menos que de una prostituta.
“Jefté,
cuyo nombre significa “Dios libera”, nació en el seno de la tribu de Galaad, un
día huyó de la casa después que sus medio hermanos, nacidos posteriormente de
la esposa legítima de sus padres, le manifestaran que él no compartiría la
herencia porque era hijo de “otra mujer”.
El
relato cuenta que convertido en caudillo infligió una humillante derrota a los
ammonitas y durante seis años ejerció el cargo de Juez en todo Israel.
Sansón,
recordado por su fuerza temible y por la traición de Dalila, mantuvo relaciones
también con otras mujeres una de las cuales era una prostituta.
El
texto dice “Fue Sansón a Gaza, donde había una meretriz, a la cual entró. Se dijo
a los de Gaza: “ha venido Sansón”. Y le cercaron, estando toda la noche al
acecho junto a la puerta de la ciudad; y se mantuvieron callados toda la noche
con esta consigna: “Al despuntar la mañana lo mataremos”. Sansón estuvo
acostado hasta la medianoche cuando se levantó, y cogiendo las dos hojas de la
puerta de la ciudad, con las jambas y el cerrojo, se las echó al hombro y las
llevó a la cima del monte que mira hacia Hebrón”.
De
relato de Tamar que sedujo a su suegro Judá disfrazada de prostituta para tener
relaciones con él y asegurar su maternidad podemos apreciar como se ejercía el
oficio más viejo del mundo en aquellos lejanos tiempos.
“Las
meretrices se cubrían con un velo. Solían apostarse en las afueras de los
pueblos, a la vera de los caminos para captar a sus clientes. Sus servicios
podían pagarse en efectivo o en especies, por eso Judá le ofrece a Tamar un
cabrito de su rebaño”.
En
todos los relatos precedentes los autores bíblicos citados no hacen ningún
comentario en tonode reproche o de
censura moral sobre quienes ejercen el oficio carnal.
En
cambio veremos una verdadera repulsa al llamado “salario de perro” referido a
quienes ejercían la prostitución ritual en ofrenda a los ídolos paganos, la que
era fuertemente censurada y castigada.
En
el relato del fallo histórico del rey Salomón ante las dos prostitutas que
aseguraban la maternidad del niño, no se censura moralmente a las mujeres por
ejercer su oficio, ni por el hecho de que sean madres solteras. El rey emite su
fallo sin entrar en consideraciones sobre la actividad de las querellantes.
Debemos
aclarar que en algunos de los libros sapienciales sobre todo los más tardíos,
sí aparecen palabras de desaprobación, para que el varón no recurra a los
servicios de estas mujeres: “El que ama la sabiduría, alegra su padre, el que
anda con prostitutas dilapida su fortuna”. Y el Eclesiástico agrega en forma
parecida “No te entregues a las meretrices, no vengas a perder tu hacienda”.
Aún
hay un caso donde Dios le ordena a uno de sus profetas llamado Oseas que se
case con una prostituta “pues que se prostituye la tierra”. Es así que el
profeta se casa con Gámer con la que engendra dos hijos.El relato sirve para comparar a Yavé y su
esposa infiel, aludiendo al pueblo de Israel.
Sin
embargo en este relato después que Oseas la repudia diciendo “ni ella es ya mi
mujer ni yo soy su marido” al seguir enamorado de Gámer exclama: “Así, la
atraeré y la llevaré al desierto y le hablaré al corazón”.
Historias
de mujeres en la Biblia que practicaron el oficio más viejo del mundo. Como
aquella que iba a ser lapidada y el señor Jesús después de escribir en el suelo
le preguntó ¿mujer, donde están los que te acusaban? Al no haber ya piedras en
las manos, le dijo: “Ni yo te condeno. Vete y no peques más”.
Pocas veces en la
Biblia se menciona la palabra aborto y en las contadas
excepciones que sí lo hace no es en el contexto ni con el significado que esa
palabra tiene tal como la conocemos hoy día.
La primera mención se hace en el libro de Éxodo, Capítulo
21, versículos 22 al 25, y es casi una copia del Código de Hammurabi donde se
castiga al aborto con una sanción económica, cuya importancia varía según la
categoría social de la mujer, donde únicamente cuando ésta es hija de un gran
señor y muere en el parto, la hija del causante del mismo es condenada a
muerte.
El texto en cuestión según la versión de la Biblia de Jerusalén traduce
que “Si, en el caso de una riña, alguien golpea a una mujer encinta,
provocándole el aborto, pero sin causarle otros daños, el culpable deberá
indemnizar con lo que le pida el marido de la mujer y determinen los jueces.
Pero si se produjeren otros daños entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo,
diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida
por herida, cardenal por cardenal”. Es decir se aplicará la ley del talión.
El comentario anexo a dicho pasaje aclara que el aborto “no
era un problema ético en la
Biblia, pues mantener el crecimiento de la población era una
prioridad del pueblo judío”.
Al respecto en la
Biblia de Estudio Vida Plena se menciona que “por el término
“abortar” se refiere al alumbramiento prematuro debido al daño contra la mujer
encinta”
Algunos teólogos entienden que en este pasaje “se considera
como un ser humano al hijo no nacido” y es de destacar que este es el único
caso en todo el libro de la ley que se pide la pena de muerte para el homicidio
accidental.
Pero como veremos hay una total coincidencia en todos los
estudiosos que en ninguna parte de la
Biblia se hace mención explícita a la práctica del aborto tal
como la conocemos en la actualidad ni mucho menos al derecho de la mujer a
decidir sobre su propio cuerpo.
La otra cita la debemos al apóstol Pablo cuando en la
primera epístola a los cristianos de la ciudad de Corinto hablando de las
apariciones de Cristo después de haber resucitado y habiéndose aparecido a
Jacobo y a todos los demás, dice según la versión Reina-Valera que “Y al último
como a un abortivo, me apareció a mí”. Más clara la Biblia de Jerusalén expresa
textualmente que “y en último término se me apareció también a mí, que soy como
un aborto”. 1 de Corintios 15 – 7:8.
Al respecto conforme al comentario de la versión de
Jerusalén dicho término debe entenderse como “una alusión al carácter anormal,
violento, quirúrgico de su vocación y que Pablo no establece diferencia alguna
entre la aparición del camino a Damasco y las apariciones de Jesús entre la Resurrección y la Ascensión”.
Como vemos está bien claro que las pocas menciones que se
hace en la Biblia
sobre el aborto están enmarcadas en el contexto de la época donde la leyes del
Antiguo Oriente babilónicas y asirias “castigaban cuando se maltrataba a una
mujer grávida, distinguiendo varios matices de pena, según fuesen las
consecuencias sufridas por la lesionada. En las leyes asirias se trata
solamente del aborto de la hija de un señor por causa de otro; éste pagará una
crecida multa, recibirá cincuenta azotes y trabajará para el rey durante
cincuenta días, o su mujer recibirá el mismo trato, compensando la pérdida del
feto con su vida; si la accidentada muriera, el culpable recibirá la muerte”
Como podemos apreciar
entre los antiguos solamente se reglamentaba la penalización del aborto cuando
era provocado por terceros, pero nada se dice cuando en forma voluntaria la
mujer decidía abortar.
Sería apropiado
agregar que el verbo hebreo usado para el caso, “yatsa”,traducido abortare en muchas versiones
castellanas significa “salir”, y realizando una lectura literal del pasaje
sería “de manera que su fruto salga”.
Algunos teólogos y especialistas en Biblia opinan que Dios
protege la vida aún desde el mismo vientre materno trayendo a colación alguna
que otra cita de los llamados textos poéticos como los del libro de Salmos y de
Proverbios.
Con respecto al debate que necesariamente debe darse en
nuestra sociedad sobre este tema tan importante se debe aclarar que una cosa es
estar a favor de una ley de despenalización del aborto y otra cosa muy distinta
es estar a favor del aborto.
Hay al respecto muchas opiniones y matices y todas deben
ser escuchadas y atendidas en el marco de la tolerancia y el respeto.
Una sociedad que atiende responsablemente a los temas más
urgentes relacionados con los derechos individuales, sin lugar a dudas está
trabajando para su propio porvenir.
Escritor nacido en Bahía Blanca (Pcia. de Buenos Aires) el 23 de Agosto de 1.951, se radicó desde el año 1953 en la localidad de Valcheta, Pcia. de Río Negro.
Entre sus obras publicadas pueden citarse, entre otras, "La ciudad y otros poemas", "Poemas sureños", "Poemas breves", "Sentir patagónico", "Arturo y los soldados", "Como Perón en el cuadro", "Poemas cristianos", etc.