TODO
CAMBIA. HASTA LA ORTOGRAFIA
Jorge Castañeda
Escritor - Valcheta
He leído el borrador con
las nuevas normas ortográficas que está preparando la real Academia Española de
la lengua con sus 22 academias correspondientes.
Todo cambia. Y más los idiomas que están vivos,
porque sin duda los académicos recogen los nuevos términos, acepciones y reglas
ortográficas del habla popular.
Sin embargo siempre habrá quienes estén de acuerdo
con los cambios y quienes no, como en mi caso personal que cuando fue necesario
hice una defensa intransigente de la letra Ñ, y no solo por estar presente en
mi apellido.
Para mí, en recuerdo de mi paso por las aulas
escolares, la i siempre será griega o latina por varias razones, entre ellas la
de mayor fundamento es porque no me suena bien decir ye, aparte de tener que
memorizar de nuevo el abecedario con las nuevas normas académicas.
Al respecto de esta vigésima octava letra,
deberíamos agradecer a los griegos por habernos prestado tal denominación
tomada de su ípsilon, con justeza también llamada “letra de Pitágoras” o “árbol
de Samos”, que aludiría a que la senda de los hombres se dividiría en dos como
solía enseñar el genial filósofo e indicaría la grafía de la letra en cuestión.
Con respecto a suprimir la letra “b” como larga o alta y denominar
“uve” a la corta o baja, no me parece tan mal sólo que hay que volver a
acostumbrarse a llamarla de esa forma como antes se hacía y que las docentes ya
jubiladas lo deben recordar muy bien. Además a mí me cae bien por su similitud
con “uva”, el noble fruto de la vida y madre del vino, que al decir de Lin
Yutang arregla todas las disputas.
No estoy de
acuerdo con suprimir las tildes en ciertos monosílabos que llevan diptongos
como por ejemplo “truhán”, porque sin la misma su pronunciación se puede
prestar a confusión.
En el caso de omitir la separación de los prefijos
ex y anti, me parece que en algunos casos daban una idea más fiel de la
situación aludida, por ejemplo ex marido. Otros han sido verdaderos visionarios
como el poeta y escritor chileno Nicanor Parra que adelantándose como Julio
Verne a los nuevos cambios supo escribir sus “antipoemas”, así todo junto.
Me opongo también a capa y espada a la eliminación
de la “q” cuando representa el fonema “k”. Para mí siempre será Iraq. Y sería
demasiado caro y engorroso cambiar la palabra en toda la cartografía.
Y como secretario legislativo del Concejo
Deliberante de Valcheta mi mayor objeción sería cambiar quórum por “cuórum” que
por un respeto a la herencia cultural del latín seguiría escribiendo siempre de
la misma forma.
Por supuesto que también estoy en contra de toda
exclusión –aunque sea la de las letras- pues me parece que sacar del alfabeto a
la “ch” y la “ll” es toda una impertinencia, aunque conserven su pronunciación.
Quitar la tilde en la conjunción disyuntiva “o” me
parece una decisión acertada, porque no cambia nada como en otros monosílabos.
También manifiesto mi acuerdo en suprimir la tilde
en la tilde en “sólo”. Sería mejor.
Lo recuerdo al Premio Nobel Juan Ramón Jiménez que
tanto bregó para unificar la “g” y la “j”, a su colega Gabriel García Márquez
por desterrar la ortografía, a nuestros Roberto Arlt y César Bruto que supieron
desacartonar el castellano y también por supuesto al genial Roberto
Fontanarrosa que supo en una alocución inolvidable dejar establecido que las
palabras son solamente eso, palabras, ni buenas ni malas. Solo palabras.