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JORGE CASTAÑEDA
Blog de literatura de la Patagonia
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Entradas por tag: árabes
16 de Abril, 2014    CRÓNICAS

LOS ARABES RIONEGRINOS

 

 LOS ARABES RIONEGRINOS

 

Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 

Los taureg supieron trajinar el laberinto del desierto a su antojo.  Con sus camellos y dromedarios soportaron el sol ardiente y la sed implacable. Dejaron la huella de sus caballos –según se dice los mejores del mundo- donde el viento y la arena con formas más cambiantes que las de Proteo las desdibujaban con persistencia y tenacidad.

Sólo el verde espejismo de los oasis les permitía descansar del trajín de sus vidas errantes donde los días y las noches se repetían iguales y recurrentes.

Las caravanas, el comercio de animales, la libertad de sus vidas nómades, las noches frías contrastando con el calor opresivo de los soles calcinantes, los dátiles, las tormentas de arena, la leche de cabra, la cuajada blanca, el redondo pan al rescoldo, los morteros con su almirez, el filo cortante de sus dagas engastados sus mangos de piedras preciosas y sus hojas de fina filigrana.

El desierto fue el protagonista de estos pueblos. Su razón de ser. Su ámbito reservado. Conservando una cultura varias veces milenaria pudiendo llegar a decir que allende fue formada la placenta del mundo y de la civilización. El cuño precioso de la vida. Las primeras ciudades: Baalbek, Biblos…, cargadas de historia y de cultura.

Pueblos y pueblos pasaron por sus arenas ardientes, señores ya del arte de la guerra o del comercio, protegidos sus rostros y sus cuerpos por la túnica blanca como el color de las raras nubes que nunca supieron descargar el milagro del agua.

Sólo la sed y la fatiga, la búsqueda del sol a desierto traviesa, la libertad de vivir sin arraigo, solo las arenas “inconmensurables y abiertas” su lugar en el mundo. Y el pie en el estribo partiendo siempre de ningún lugar para arribar a otra nada igual a la de ayer.

Por eso tal vez la estirpe nueva de esos atrevidos hombres del desierto supo elegir después de bajar de los barcos temibles un  paisaje similar, cambiando cedros por araucarias, pero esta vez para echar raíces y formar familias que habrían de perpetuar los exóticos apelativos de su linaje oriental.

Y cambiaron un desierto por otro, ésta tan nuestro y cercano, que está aquí al alcance de la mano y también cerca de las estrellas de un hemisferio diferente: la región sur de Río Negro, en pleno corazón de la Patagonia, madre tierra de todos los desahuciados.

Y como allá en su lejano terruño también trajinaron el desierto nuestro para ejercer el comercio, ese viejo oficio que traían en su sangre. Y parieron en estas soledades de coirón y de basalto sus emprendimientos a los que bautizaron con toda la nostalgia de su corazón: “La Flor de Siria”, “El baratillo del Líbano”, donde nunca faltaba el anís compañero, el plato con aceitunas, la blancura del leven, el kepi crudo con burgol y menta, las fatay con carne de capón picada a cuchillo, los postres con pistacho y almíbar.

Con su castellano a destiempo, algunos con el Corán debajo del brazo (tengo el que era de mi tío), con la delicadeza gris del narguile para ocultar su nostalgia, con la persistencia ante los obstáculos, con la obstinada paciencia de saber que todo se puede.

Cambiaron un  desierto por otro. Se acriollaron, usaron indumentaria paisana, aprendieron las faenas rurales, su hicieron chacareros. Tuvieron hijos, familias con apellidos orientales y siempre el recuerdo de aquel desierto más grande que dejaron en Arabia.

Ese desierto que marcó las cicatrices de su ámbito en el alma de esos inmigrantes y el viento la música permanente que aquí no sólo suele levantar la arenisca de las dunas como allá, sino también las piedras y doblar la copa de los árboles a su antojo.

Porque el desierto es la circunstancia de estos pueblos, la matriz de su memoria genética, su forma de ser, la argamasa que los ha moldeado desde tiempos pretéritos. De allí viene su carácter, su sentido de la hospitalidad, su idiosincrasia, sus costumbres.

El desierto allá y el desierto acá. ¿Importa algo?

En cada patio, en cada casa de estos árabes gauchos y pioneros quedan todavía sus plantaciones de olivos y de viñas. Como allá. Como siempre hicieron. Sacando a la tierra árida y hostil los frutos de la subsistencia.

De esa sangre, de esa herencia, de esa prosapia yo también he nacido al mundo. Amed Ardín, abuelo legendario, tíos Mohamed y Michleb, colectividad del mundo árabe en Río Negro, Neuquén y en el mundo: en el día de la independencia del Líbano mi crónica los recuerda.

 

 Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 

 La Embajada del Líbano con la firma de su embajador Hicham Hamdan otorgó al autor de la nota “Diploma de Honor” por su obra literaria y el rescate de la cultura árabe.

 

 

 

 

Palabras claves , ,
publicado por lineasur a las 22:41 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
03 de Abril, 2009    CRÓNICAS

Los árabes en Valcheta

Los árabes en Valcheta, Río Negro, Argentina

Por Jorge Castañeda

 

Sembraron como allá en su lejanas tierras, olivos y vides, abrieron huellas en el desierto, constituyeron familias numerosas y contribuyeron a conformar parte de la identidad y la idiosincrasia de este pueblo de Valcheta, un verdadero oasis de la Línea Sur rionegrina.

           

 ¿Qué raro influjo ejercía la Patagónica a principios de siglo sobre esos inmigrantes libaneses y sirios (mal llamados turcos), que la elegían como su tierra de promisión?

 

A lo mejor la sed de correr aventuras por exóticas regiones, el deseo de prosperar en la América o, quizás, la similitud con el paisaje y la geografía de su tierra de origen.

Lo cierto es que la escogieron y en ella realizaron su proyecto de vida, formaron familias, abrieron caminos en el desierto inhóspito, prosperaron en sus actividades, conservaron sus ancestrales costumbres traídas de Oriente, y en muchas oportunidades empañaron sus ojos embargados de nostalgia por aquel lejano país de los cedros que un día dejaron con el corazón encogido de tristeza.

 

Porque luego de la larga y azarosa travesía en los barcos cruzando el océano, cómo no hmaravillarse cuando se internaron en este otro mar interminable de la meseta patagónica, más grande y extenso que muchos de sus países originarios.

 

Historias personales de grandes sacrificios y esfuerzos: fueron mercachifles, peluqueros, agricultores, vendedores ambulantes, acopiadores de lana y frutos del país, propietarios de los primeros establecimientos de ramos generales, cuyos nombres exóticos como La Flor del Líbano o la Estrella de Siria, hablaban en los trabajosos anuncios comerciales del desarraigo y la nostalgia que sentían por su patria lejana pero siempre presente en los afectos y el recuerdo.

 

Lo cierto es que a principios de siglo comenzaron a radicarse en Valcheta y sus parajes aledaños con su forma austera de expresarse en su castellanos a destiempo, sus costumbres culinarias tan diferentes de las patagónicas, y las muchas anécdotas risueñas que provocaban entre los criollos ya afincados en la zona, que ya conformaban una verdadera antología de cuentos y relatos costumbristas de toda la región sur rionegrina.

Entre los más recordados por los viejos y memoriosos pobladores figura un árabe de humilde indumentaria que vivía en una cueva ubicada en cercanía de las vías del ferrocarril, siendo un verdadero ermitaño y de parcos ademanes que se llamaba Domingo Curi, y del que se desconocía el país de procedencia.

Otro verdadero personaje popular y muy mentando era una mujer de hábitos nómades, que vivía de la caridad pública llamada María Matar, poco conocida por su nombre pero sí por el apodo que la hizo famosa en Valcheta: La Marchanta.

Pero sí se sabe que en la década del 20 vinieron don Alejandro Mussi y sus primos del mismo apellido -que no era precisamente en su patria de origen-: los hermanos Abraham, Ale y José Mussi, y el hijo de Alejandro, don Mehde.

Llegaron también dos hermanos fundadores de una conocida familia valchetera, don Jacinto Mohamed y don Pedro Direne. Y con ellos el abuelo del autor de esta nota don Ahmed Ardín, quien luego de recorrer Inglaterra, México y Chile al llegar al país trocó su nombre por el de Julián Luna.

La pequeña historia de esta gesta recoge el nombre de don Selim Arden, también de numerosa descendencia en Nehuel Niyeu y Valcheta.

Fadel Sulman, muy rememorado, se radicó en el paraje Chipauquil: don Jacinto Nazardín, en cambio, eligió la zona de Arroyo Ventana. Y los hermanos Mustafá, con su esposa Basime, y Abdo El Hossen se radicaron en Sierra Pailemán, donde construyeron un verdadero oasis en el desierto.

Es también notorio que arribaron con su bagaje de esperanzas los hermanos Miguel y Felipe Marón, este último dedicándose al ramo del comercio y de la hotelería, siendo su establecimiento muy conocido por viajantes y corredores que se hospedaban en el mismo.

En aquellos lejanos tiempos los hermanos Seleme, don Francisco y su esposa Latife, y don José, también formaron en Valcheta sus proyectos de vida.

Y en el recuerdo emocionado de la colectividad árabe no puede faltar la mención de los siguientes inmigrantes que fructificaron en una de las familias más numerosas y tradicionales del portal de la Línea Sur: don Abraham Mortada y su esposa Chafica Hossen, Fuad, Said y Selim y también don Emilio, don Abraham y don José Mortada con su esposa Jadiye Ede, originarios del pueblos libanés de Balbek y descendientes del árbol genealógico del Profeta Muhammad.

Y la historia regional continúa recordando los nombres de estos forzados pioneros de la zona: don Abdo Girala, don José Yeber, muy emprendedor y recordado por su oficio de peluquero; don Juan Sale, dedicado a actividades comerciales; don José Saieg y don José Ceitune y un notorio personaje, probablemente el primer fígaro que recuerda la localidad, don Yalul Mahmud.

Don Emilio Rada se afincó en Valcheta después que su hermano Camilo en 1914 y dejó su testimonio emocionado a la escritora regional doña Josefina Gandulfo Arce: "Llegué sabiendo que era ésta una tierra muy generosa, vine de Siria directamente. Un hermano mío que estaba aquí me asesoró y empecé a trabajar de mercachifle ambulante". Y sigue recordando. "Ahí si que extrañé el clima de mi país y lloré de frío. El negocio donde compraba estaba a una legua del pueblo; su dueño era el señor Beriedé; don Simón Nassif vino también, antes que yo, y tenía un comercio de ramos generales. En 1907 llegaron aquí los hermanos Fortunato y Nader Buganem; este último sabía de obras, construyó una casa que aún hoy existe y allí un comercio de ramos generales y también una panadería. Se compraron una chacra en Punta del Agua y Nader, que era muy inquieto se trajo colmenares, llegando a tener hasta cuarenta colmenares".

Don Tufic Zaher, en Ramos Mexía y posteriormente en Valcheta, fue uno de los impulsores del Centro Libanés Argentino.

De grato recuerdo es don Alí Chible, muy apreciado por sus cualidades de hombre ilustrado y de cultivadas costumbres que se estableció en el ya citado paraje Los Berros.

Un capítulo aparte merecería ocupar don Jalil Dana, quien hablaba tres idiomas y cuyos cuentos y anécdotas son proverbiales en toda la región de la Línea Sur.

Llegaron asimismo a Valcheta por aquella época don Emilio Musi Salug, don Juan Karan y su hermano que también se establecieron en Arroyo Los Berros; don Emilio Ede, los hermanos Francisco y Juan Sarquís, don Angel Abdala, quien solía vender frutas en forma ambulante munido de dos canastos, y un fotógrafo conocido como don Antonio, quien a veces visitaba la localidad para ejercer su oficio.

Y también don Teófilo Chaieb; ocasionalmente los hermanos Mahmud y Soleimán Kanje. Y don Chaer, persona muy seria y respetada que ejercía la actividad mercantil en una esquina hoy tradicional del pueblo.

Seguramente entre los últimos inmigrantes podemos señalar a don Kamal Kamel Youssef, actualmente establecido comercialmente en la vecina Sierra Grande. Y cerrando esta gesta inmigratoria la señora Wayha Ayul, quien llegó en 1963 directamente desde el Líbano y es propietaria de un comercio de tienda.

Lo cierto es que se integraron a pesar del clima hostil, del idioma diferente, de las mil vicisitudes que la vida en la Patagonia obliga a superar.

Sembraron como allá en su lejanas tierras olivos y vides, abrieron huellas en el desierto, constituyeron familias numerosas y contribuyeron a conformar parte de la identidad y la idiosincrasia de este pueblo de Valcheta, un verdadero oasis de la Línea Sur rionegrina.

JORGE CASTAÑEDA , EL ABUELO ARABE. SUS RAICES.

Con respecto a mi abuelo, se llamaba Ahmed Ardin y salió en la década del 20 del Líbano, recorriendo varios países de Europa entre ellos Inglaterra donde estuvo algunos años para después recalar en Mexico. De allí pasó a Chile y contrae matrimonio con Inés Elgueda de Puerto Natales.

 

TIO DE JORGE, DON MOHAMED DIRENE Y SU FAMOSA YEGUA : LA GRAN MUÑECA.

 

Como tenía noticias que amigos suyos libaneses estaban radicados en Valcheta, decide venir con su esposa y una hermana de esta que le presenta a su amigo Jacinto Mohamed Direne y también se casa con ella.

Pero mi abuelo fallece muy pronto, habiéndose afincado en el paraje de Nahuel Niyeu (arroyo del tigre en mapuche), habiendo fallecido antes mi abuela.

Toda esa historia, aparte de que toda mi familia conservó las tradiciones árabes en lo que respecta a su cultura, sus comidas, su nostalgia, me llamó desde muy temprano a preguntarme por aquel lejano país de los cedros y a interesarme por su historia.

Recuerdo en casa de mi tío un ejemplar del Corán que me acompaña hasta el día de hoy a pesar que soy cristiano. Y también lo recuerdo leyendo diarios árabes a la hora de tomar el anís con quepi y laben. También me regaló un libro de Malatios Kouri sobre la historia del Islam que aún conservo.

Por mis propios estudios siempre fui un interesado de la historia de las religiones por lo que profundicé en el islamismo.

Esta familia de inmigrantes dejaron siete hijos e hijas, algunos de ellos con nombres árabes como mi madre Jadiye Luna porque ese fue el apellido que se puso mi abuelo al entrar en Argentina.

Por la otra parte mi apellido paterno es Castañeda, de una familia profundamente arraigada en Argentina y pioneros en Carmen de Patagones y Choele Choel de la cual fueron los primeros pobladores.

Son varios nietos e incontable bisnietos por la parte de mi abuelo materno.

 

LA POESIA-LOS RECUERDOS Y EL RECONOCIMIENTO.

 

ABUELO LIBANES

 

Atrás quedó la bandera

en el país de los cedros

y a forjar estas tierras

un día vino mi abuelo.

 

Lo persiguió un destino

por estos pagos sureños

y abrió surcos con su carro

de mercachifle y tropero.

 

Siempre le llamaron turco

por su anís compañero

su boliche de campaña

su castellano a destiempo.

 

Soportó las inclemencias

de muchísimos inviernos

ocultando su nostalgia

en un mundo de silencios.

 

Sus viejas tropas de carros

anduvieron el desierto

y no le temió al trabajo

ni siquiera estando enfermo.

 

Dejó un puñado de hijos

argentinos y sureños

que hoy van forjando patria

con pasión y con empeño.

 

Cansado por tantos años

yo se que un día mi abuelo

se habrá dormido añorando

el Líbano de sus sueños.

 

JORGE CASTAÑEDA.

 

 


Palabras claves
publicado por lineasur a las 13:56 · 23 Comentarios  ·  Recomendar
 
SOBRE MÍ
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Jorge Castañeda

Escritor nacido en Bahía Blanca (Pcia. de Buenos Aires) el 23 de Agosto de 1.951, se radicó desde el año 1953 en la localidad de Valcheta, Pcia. de Río Negro.

Entre sus obras publicadas pueden citarse, entre otras, "La ciudad y otros poemas", "Poemas sureños", "Poemas breves", "Sentir patagónico", "Arturo y los soldados", "Como Perón en el cuadro", "Poemas cristianos", etc.

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Escritor y periodista de Valcheta, localidad ubicada en la Patagonia Argentina
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