Los árabes en Valcheta, Río Negro, Argentina
Por Jorge Castañeda
Sembraron como allá en su lejanas tierras, olivos y vides, abrieron huellas en el desierto, constituyeron familias numerosas y contribuyeron a conformar parte de la identidad y la idiosincrasia de este pueblo de Valcheta, un verdadero oasis de la Línea Sur rionegrina.
¿Qué raro influjo ejercía la Patagónica a principios de siglo sobre esos inmigrantes libaneses y sirios (mal llamados turcos), que la elegían como su tierra de promisión?
A lo mejor la sed de correr aventuras por exóticas regiones, el deseo de prosperar en la América o, quizás, la similitud con el paisaje y la geografía de su tierra de origen.
Lo cierto es que la escogieron y en ella realizaron su proyecto de vida, formaron familias, abrieron caminos en el desierto inhóspito, prosperaron en sus actividades, conservaron sus ancestrales costumbres traídas de Oriente, y en muchas oportunidades empañaron sus ojos embargados de nostalgia por aquel lejano país de los cedros que un día dejaron con el corazón encogido de tristeza.
Porque luego de la larga y azarosa travesía en los barcos cruzando el océano, cómo no hmaravillarse cuando se internaron en este otro mar interminable de la meseta patagónica, más grande y extenso que muchos de sus países originarios.
Historias personales de grandes sacrificios y esfuerzos: fueron mercachifles, peluqueros, agricultores, vendedores ambulantes, acopiadores de lana y frutos del país, propietarios de los primeros establecimientos de ramos generales, cuyos nombres exóticos como La Flor del Líbano o la Estrella de Siria, hablaban en los trabajosos anuncios comerciales del desarraigo y la nostalgia que sentían por su patria lejana pero siempre presente en los afectos y el recuerdo.
Lo cierto es que a principios de siglo comenzaron a radicarse en Valcheta y sus parajes aledaños con su forma austera de expresarse en su castellanos a destiempo, sus costumbres culinarias tan diferentes de las patagónicas, y las muchas anécdotas risueñas que provocaban entre los criollos ya afincados en la zona, que ya conformaban una verdadera antología de cuentos y relatos costumbristas de toda la región sur rionegrina.
Entre los más recordados por los viejos y memoriosos pobladores figura un árabe de humilde indumentaria que vivía en una cueva ubicada en cercanía de las vías del ferrocarril, siendo un verdadero ermitaño y de parcos ademanes que se llamaba Domingo Curi, y del que se desconocía el país de procedencia.
Otro verdadero personaje popular y muy mentando era una mujer de hábitos nómades, que vivía de la caridad pública llamada María Matar, poco conocida por su nombre pero sí por el apodo que la hizo famosa en Valcheta: La Marchanta.
Pero sí se sabe que en la década del 20 vinieron don Alejandro Mussi y sus primos del mismo apellido -que no era precisamente en su patria de origen-: los hermanos Abraham, Ale y José Mussi, y el hijo de Alejandro, don Mehde.
Llegaron también dos hermanos fundadores de una conocida familia valchetera, don Jacinto Mohamed y don Pedro Direne. Y con ellos el abuelo del autor de esta nota don Ahmed Ardín, quien luego de recorrer Inglaterra, México y Chile al llegar al país trocó su nombre por el de Julián Luna.
La pequeña historia de esta gesta recoge el nombre de don Selim Arden, también de numerosa descendencia en Nehuel Niyeu y Valcheta.
Fadel Sulman, muy rememorado, se radicó en el paraje Chipauquil: don Jacinto Nazardín, en cambio, eligió la zona de Arroyo Ventana. Y los hermanos Mustafá, con su esposa Basime, y Abdo El Hossen se radicaron en Sierra Pailemán, donde construyeron un verdadero oasis en el desierto.
Es también notorio que arribaron con su bagaje de esperanzas los hermanos Miguel y Felipe Marón, este último dedicándose al ramo del comercio y de la hotelería, siendo su establecimiento muy conocido por viajantes y corredores que se hospedaban en el mismo.
En aquellos lejanos tiempos los hermanos Seleme, don Francisco y su esposa Latife, y don José, también formaron en Valcheta sus proyectos de vida.
Y en el recuerdo emocionado de la colectividad árabe no puede faltar la mención de los siguientes inmigrantes que fructificaron en una de las familias más numerosas y tradicionales del portal de la Línea Sur: don Abraham Mortada y su esposa Chafica Hossen, Fuad, Said y Selim y también don Emilio, don Abraham y don José Mortada con su esposa Jadiye Ede, originarios del pueblos libanés de Balbek y descendientes del árbol genealógico del Profeta Muhammad.
Y la historia regional continúa recordando los nombres de estos forzados pioneros de la zona: don Abdo Girala, don José Yeber, muy emprendedor y recordado por su oficio de peluquero; don Juan Sale, dedicado a actividades comerciales; don José Saieg y don José Ceitune y un notorio personaje, probablemente el primer fígaro que recuerda la localidad, don Yalul Mahmud.
Don Emilio Rada se afincó en Valcheta después que su hermano Camilo en 1914 y dejó su testimonio emocionado a la escritora regional doña Josefina Gandulfo Arce: "Llegué sabiendo que era ésta una tierra muy generosa, vine de Siria directamente. Un hermano mío que estaba aquí me asesoró y empecé a trabajar de mercachifle ambulante". Y sigue recordando. "Ahí si que extrañé el clima de mi país y lloré de frío. El negocio donde compraba estaba a una legua del pueblo; su dueño era el señor Beriedé; don Simón Nassif vino también, antes que yo, y tenía un comercio de ramos generales. En 1907 llegaron aquí los hermanos Fortunato y Nader Buganem; este último sabía de obras, construyó una casa que aún hoy existe y allí un comercio de ramos generales y también una panadería. Se compraron una chacra en Punta del Agua y Nader, que era muy inquieto se trajo colmenares, llegando a tener hasta cuarenta colmenares".
Don Tufic Zaher, en Ramos Mexía y posteriormente en Valcheta, fue uno de los impulsores del Centro Libanés Argentino.
De grato recuerdo es don Alí Chible, muy apreciado por sus cualidades de hombre ilustrado y de cultivadas costumbres que se estableció en el ya citado paraje Los Berros.
Un capítulo aparte merecería ocupar don Jalil Dana, quien hablaba tres idiomas y cuyos cuentos y anécdotas son proverbiales en toda la región de la Línea Sur.
Llegaron asimismo a Valcheta por aquella época don Emilio Musi Salug, don Juan Karan y su hermano que también se establecieron en Arroyo Los Berros; don Emilio Ede, los hermanos Francisco y Juan Sarquís, don Angel Abdala, quien solía vender frutas en forma ambulante munido de dos canastos, y un fotógrafo conocido como don Antonio, quien a veces visitaba la localidad para ejercer su oficio.
Y también don Teófilo Chaieb; ocasionalmente los hermanos Mahmud y Soleimán Kanje. Y don Chaer, persona muy seria y respetada que ejercía la actividad mercantil en una esquina hoy tradicional del pueblo.
Seguramente entre los últimos inmigrantes podemos señalar a don Kamal Kamel Youssef, actualmente establecido comercialmente en la vecina Sierra Grande. Y cerrando esta gesta inmigratoria la señora Wayha Ayul, quien llegó en 1963 directamente desde el Líbano y es propietaria de un comercio de tienda.
Lo cierto es que se integraron a pesar del clima hostil, del idioma diferente, de las mil vicisitudes que la vida en la Patagonia obliga a superar.
Sembraron como allá en su lejanas tierras olivos y vides, abrieron huellas en el desierto, constituyeron familias numerosas y contribuyeron a conformar parte de la identidad y la idiosincrasia de este pueblo de Valcheta, un verdadero oasis de la Línea Sur rionegrina.
JORGE CASTAÑEDA , EL ABUELO ARABE. SUS RAICES.
Con respecto a mi abuelo, se llamaba Ahmed Ardin y salió en la década del 20 del Líbano, recorriendo varios países de Europa entre ellos Inglaterra donde estuvo algunos años para después recalar en Mexico. De allí pasó a Chile y contrae matrimonio con Inés Elgueda de Puerto Natales.
TIO DE JORGE, DON MOHAMED DIRENE Y SU FAMOSA YEGUA : LA GRAN MUÑECA.
Como tenía noticias que amigos suyos libaneses estaban radicados en Valcheta, decide venir con su esposa y una hermana de esta que le presenta a su amigo Jacinto Mohamed Direne y también se casa con ella.
Pero mi abuelo fallece muy pronto, habiéndose afincado en el paraje de Nahuel Niyeu (arroyo del tigre en mapuche), habiendo fallecido antes mi abuela.
Toda esa historia, aparte de que toda mi familia conservó las tradiciones árabes en lo que respecta a su cultura, sus comidas, su nostalgia, me llamó desde muy temprano a preguntarme por aquel lejano país de los cedros y a interesarme por su historia.
Recuerdo en casa de mi tío un ejemplar del Corán que me acompaña hasta el día de hoy a pesar que soy cristiano. Y también lo recuerdo leyendo diarios árabes a la hora de tomar el anís con quepi y laben. También me regaló un libro de Malatios Kouri sobre la historia del Islam que aún conservo.
Por mis propios estudios siempre fui un interesado de la historia de las religiones por lo que profundicé en el islamismo.
Esta familia de inmigrantes dejaron siete hijos e hijas, algunos de ellos con nombres árabes como mi madre Jadiye Luna porque ese fue el apellido que se puso mi abuelo al entrar en Argentina.
Por la otra parte mi apellido paterno es Castañeda, de una familia profundamente arraigada en Argentina y pioneros en Carmen de Patagones y Choele Choel de la cual fueron los primeros pobladores.
Son varios nietos e incontable bisnietos por la parte de mi abuelo materno.
LA POESIA-LOS RECUERDOS Y EL RECONOCIMIENTO.
ABUELO LIBANES
Atrás quedó la bandera
en el país de los cedros
y a forjar estas tierras
un día vino mi abuelo.
Lo persiguió un destino
por estos pagos sureños
y abrió surcos con su carro
de mercachifle y tropero.
Siempre le llamaron turco
por su anís compañero
su boliche de campaña
su castellano a destiempo.
Soportó las inclemencias
de muchísimos inviernos
ocultando su nostalgia
en un mundo de silencios.
Sus viejas tropas de carros
anduvieron el desierto
y no le temió al trabajo
ni siquiera estando enfermo.
Dejó un puñado de hijos
argentinos y sureños
que hoy van forjando patria
con pasión y con empeño.
Cansado por tantos años
yo se que un día mi abuelo
se habrá dormido añorando
el Líbano de sus sueños.
JORGE CASTAÑEDA.