Jorge Luis Borges supo escribir que hay momentos estelares de la
humanidad que ningún fasto recuerda, pero que han dejado una huella muy
profunda en su historia. Y en este revival
de imposición de nombres, de nuevos feriados, de tanto dislate que
solemos tener los argentinos sería importante mirarnos en el espejo de
grandes hombres y mujeres que se han encumbrado como ejemplos
indiscutibles de honestidad, de coherencia y de firmeza en la defensa de
los valores humanos.
Nelson Mandela es uno de ellos. Y cuando el 11 de Febrero de 1990,
éste líder negro sudafricano fue liberado tras veintisiete años en
prisión, este hecho marcó el fin de la segregación racial en Sudáfrica,
puso al país en el camino de mayorías negras y en especial dejó el
ejemplo para toda la humanidad de cuánto vale en la vida defender las
ideas y las convicciones más allá de la cárcel, del escarnio y del
sufrimiento.
Ese momento estelar está relatado por el escritor Hugh Williams y merece ser textualmente reproducido.
Sobre su liberación expresa “Este será quizá uno de los eventos mejor
recordados de los tiempos modernos. Aproximadamente a las 4:15 p.m. del
11 de febrero de 1990, Mandela apareció en el portón de su prisión en
Paarl, en la que había permanecido los últimos tres años de su reclusión
de veintisiete. Las imágenes de aquel acontecimiento fueron mostradas
en todos los televisores del mundo. Como en el caso del asesinato del
presidente Kennedy en 1963 o los ataques al World Trade Center en el
2001, muchos de nosotros podemos recordar dónde nos encontrábamos y qué
estábamos haciendo cuando Nelson Mandela pasó a ser un hombre libre. Su
excarcelación vino acompañada de esperanza, pero también de temor.
Mandela no había hecho concesión alguna a fin de recibir la libertad. La
lucha armada del CNA contra la opresión política aún estaba activa.
Muchos estaban convencidos de que Sudáfrica se convertiría en un baño de
sangre y de que la violencia estallaría en todo el país por parte de
grupos negros y blancos. Pero el proceso de reforma siguió avanzando y
tras las elecciones en Abril del 1994 Nelson Mandela se convirtió en el
primer presidente Negro de Sudáfrica”.
Lo demás es historia conocida: “Permaneció en el cargo hasta su
retiro en 1999, a la edad de ochenta años. Su logro es uno de los más
insólitos en la historia de cualquier país. Jamás perdió su fuerza de
voluntad y su visión de la democracia para su país. Cuando recibió el
poder, y con él la oportunidad de implementar las políticas a causa de
las cuales había sido encarcelado, lo hizo sin la menor amargura o ánimo
de venganza. Mandela prefirió la libertad de la victoria al heroísmo de
la guerra”.
Hombres como Mandela, como el Mahatma Gandhi, como Lech Walesa, son indispensables, insustituibles.
Hoy Mandela está muy afectado de salud, pero al decir del poeta “lo
que ha tenido que ser lo ha sido”: un ejemplo para imitar, un hombre
grande en la firmeza de sus convicciones con un sentido profundo de la
humildad y de los valores humanos. Como Luther King Mandela también tuvo
un sueño y lo pudo cumplir: transformar los límites de la desesperanza
para construir una sociedad más justa. Y eso no es poca cosa.
Jorge Castañeda
Escritor – Valcheta