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JORGE CASTAÑEDA
Blog de literatura de la Patagonia
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Entradas por tag: somuncura
14 de Febrero, 2013    CRÓNICAS

LA MESETA DE SOMUNCURA


Foto: Pozos que respiran (Meseta Somuncurá)


Foto: Cueva de "Curín"
(Meseta Somuncurá)


  Foto  "Cerro Corona" (Meseta Somuncurá)

LA MESETA DE SOMUNCURA

 Allá y hace tiempo las piedras augures dieron nombre y bautizo a una de las mayores mesetas del Sur: Somuncurá. “Un horizonte en movimiento”, un gigante de piedra y de silencios que sobrecoge por su misterio, un espacio donde el hombre se mide con la naturaleza más exigente. Donde las tropillas invisibles abrevan en las lagunas mecidas por el viento irascible que baja de los cañadones, en los cuales a veces el agua se enfurece y arrastra las piedras como si fueran figuras de cotillón.

 

Somuncurá. “Un secreto de remotas edades en acecho”. Un patrimonio primigenio que desde los tiempos remotos como un ángel tutelar custodia los viejos saberes  ancestrales donde hombres y animales intuyen la pertenencia a un ámbito de mágicos hechizos.

 

Somuncurá. La proa primordial de un pasado que “habla” de edades pretéritas donde la naturaleza y el hombre se medían en igualdad de condiciones. Donde la luna camina por los pedreros del último confín de los confines, mientras la temible “piedra rodadora” va dejando su huella de mal augurio en los arenales ardidos por el sol canicular y redondo de los veranos.

 

Somuncurá. Un laberinto de claves olvidadas en el fondo de los tiempos. Corrales de pircas deshilachados y perdidos colgados los montes. Silencio sagrado de los escoriales. Los últimos pilquineros. El domador de potros. La sangre de yegua. Los puesteros. La chivada. El zorro colorado astuto y rapaz, los ojos fijos de los matuastos mimetizados en el pedrerío de los escoriales. Al decir de Neruda el lugar donde “la pata gris del Malo pisó estas pardas tierras”.

 

Somuncurá. Donde los cerros escupen al timorato que quiere subirlos para faltarles el respeto. Donde hay que descalzarse como Moisés en el Sinaí. Quitarse las sandalias y ver las huellas con ojos de baqueano para apreciar el legado superior que  dejaron los antiguos. En los petroglifos. En la piedra dueña de Yamnagoo,  en los enterramientos rituales de Sierra Apas. En las “pilas de monedas” tan sorprendentes como las verbenas en flor. En las puertas de piedra. En las distancias que nunca se terminan donde se desfonda el tiempo que conocemos nosotros. En la escala familiar que sube al cielo como el humo propiciatorio en una columna que señala el latido de la vida humana entre tanta inmensidad.

 

Somuncurá. En la vertiente natural de “La Gotera”, para aplacar la sed del viajero ahíto de saberes. Pila bautismal en medio del desierto, oasis de pocos álamos colgados en los cerros y donde en la oquedad de la gruta, en el techo –nave catedral lítica- desde una curiosa cruz cae el agua milagrosa que purifica los cuerpos y reposa las almas. Un Jordán al revés. Un frescor de hontanar, un río de agua diáfana para vivificar los eriales interiores.

 

Somuncurá. Un latido en la distancia. Un movimiento entre las piedras. Una cueva llamada de “Curín” donde aún se escuchan los relinchos de la potrada y se teme el paso de los bandoleros temibles y legendarios como el de Bailoretto, registrado para siempre en la libreta de tapas negras entre la nómina de los vicios a comprar y el recuento de los animales a su encargo.

 

Somuncurá. Donde los pozos respiran entre las piedras cercanas a la laguna Azul. Su ciclo de 36 horas aspirando y expulsando aire salmodia los misterios más recónditos del más recóndito de los lugares del mundo. ¿Corrientes de agua subterránea? ¿Flujo y reflujo del mar en plena ámbito mesetario? ¿El pecho subterráneo de Elengashel –el Gualicho de los tehuelches- midiendo el ritmo de todos los mitos? Enigma que se suma a otros enigmas. Hebra imprescindible del hilo salvador de Ariadna para no perderse entre tanto laberinto de coirón y leña de piedra.

 

Somuncurá. Donde los pájaros anuncian las nevadas con el rebate de sus alas inquietas  (anuncian la nieve con una precisión notable), donde los promontorios de piedra volcánica son mangrullos para orientar a los perdidos. Donde la nieve se guarece a su propio arbitrio y su manto níveo sepulta puestos, alambrados y animales igualando con su rasero implacable y recurrente la vida de hombres y mujeres. Donde las estrellas están tan cerca que se pueden tocar con las manos. Donde se puede hablar con el silencio. Donde el mundo es distinto. Donde se alcanza la completa dimensión que solo la naturaleza sabe llenar de bonanzas y lasitudes. Donde se puede caminar en una soledad que sin embargo nos comunica con todo lo importante: el sentir de la vida.

 

Somuncurá. Planiza elevada y azul, vieja arcadia perdida, fortaleza olvidada donde palpitan todos los misterios y donde los arcanos se develan para el que sabe oír, para el que tiene oídos como decía el apóstol en la isla de Patmos. Porque justamente Somuncurá es eso: piedra que habla, nodriza de la Patagonia, señora de los vientos, madre de las vertientes.  En la ganga que cubre de toba las piedras insignes, en las tunas de espinas arteras, en los arroyos incipientes que bajan a los vallecitos para regular la vida de pueblos y de parajes, porque Somuncurá es un gigante dormido, una ciudadela no herrumbrada por los años, un testigo de los tiempos, el umbiculis mundis que tanto buscaron aventureros, estudiosos y viajeros.

Para los hombres de limpio corazón, para los que buscan, para los que necesitan encontrarse en las distancias y el silencio, para los que ansían “escuchar” la meseta de Somuncurá es más que un accidente geográfico: Somuncurá es un destino.

 

 

 

Jorge Castañeda

Escritor - Valcheta

 

 

 

 

 

 

 

 



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publicado por lineasur a las 08:39 · 2 Comentarios  ·  Recomendar
 
18 de Noviembre, 2010    CRÓNICAS

LA GOTERA DE SOMUNCURA



 

 LA GOTERA DE SOMUNCURA


 

Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

jorgecastaneda20032000@yahoo.com.ar

 

 
¿Qué misterioso secreto guarda la entraña de los cerros, el color escarpado de las piedras, le verde fronda de los álamos colgando como un balcón de esperanzas?

 

¿De dónde viene el hilo de aguas bautismales para poner nombre y crisma a la extensa meseta de Somuncurá, donde las piedras pitonisas hablan de antiguos ritos?

 
¿Tendrá La Gotera cayendo desde el techo de la caverna voz de oráculo para los peregrinos que la visitan?

 
¿Serán sus aguas las “aguas salutíferas” que con voz admirativa y bíblica señalara el profeta Ezequiel, el Hijo de Hombre, en las que tuvo que sumergirse hasta sus lomos?

 
Lo cierto es que su agua diamantina cae desde el fondo de los tiempos. Desde arriba marca los siglos una cruz como un templo pagano, una catedral en plena estepa, con su clepsidra que nunca se agota la magia de La Gotera.

 
Es un hontanar en  la aridez de los pedreros. Un símbolo de la vida que asperja la sed de las almas inquietas que a sus alturas se allegan. Para beber de su vertiente, para saciar la sed espiritual de sus inquietudes, para imponer en su pila bautismal los apelativos secretos que nadie conoce, el Nombre que nos identifica.

 
Su hilo de frescor cristalino devana las edades, teje la trama de los días, fluye desde lo alto. Manantial recóndito, fuente de pureza, oasis escondido, jardín florido.

 
Ahítos de sed vendrán a su templo los peregrinos, buscadores de vertientes, porque está escrito que “ríos de agua viva correrán por su interior”. Y también que florecerá el desierto.

¿Qué raro misterio, que arcano singular visitó las oquedades del cerro para instalar el fresco surtidor de La Gotera?

 
El agua es la vida de los pueblos. Eso se sabe. ¿Qué mensaje diáfano y cristalino nos quiere legar este rincón de Somuncurá? ¿A quines alcanza su fresca bendición?  ¿Quiénes prueban la frescura de su agua vital? ¿Son acaso los llamados?  ¿Los pocos escogidos para una nueva gesta espiritual?

 
En Somuncurá las piedras hablan. Los pozos respiran. Las pilas de monedas son columnas de Salomón.

 
 En La Gotera se inicia el viejo rito, el agua, siempre el agua y el hombre sellando los antiguos pactos. El agua que vivifica los eriales. El agua que renueva las fuerzas. Los manantiales, sus vertientes, su corriente de vida.

El agua de La Gotera donde el viajero bebe para calmar su sed. Para ser mejor. Porque el agua es la vida. Y la vida verdadera es el tesoro de los hombres sabios.

 

 

 

 

 

 

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publicado por lineasur a las 09:08 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
SOBRE MÍ
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Jorge Castañeda

Escritor nacido en Bahía Blanca (Pcia. de Buenos Aires) el 23 de Agosto de 1.951, se radicó desde el año 1953 en la localidad de Valcheta, Pcia. de Río Negro.

Entre sus obras publicadas pueden citarse, entre otras, "La ciudad y otros poemas", "Poemas sureños", "Poemas breves", "Sentir patagónico", "Arturo y los soldados", "Como Perón en el cuadro", "Poemas cristianos", etc.

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Jorge Alberto Castañeda
Escritor y periodista de Valcheta, localidad ubicada en la Patagonia Argentina
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