CRONICA DE UN POETA EN LAS GRUTAS
Jorge Castañeda
Escritor
jorgecastaneda20032000@yahoo.com.ar
Puedo decir como
dijera Scalabrini Ortiz sobre Buenos Aires que “tengo ternuras mías en cada una
de las calles del Balneario Las Grutas.
Si bien soy
bahiense por nacimiento, valchetero por adopción y grutense por afectos desde
hace ya veinte años en este hermoso balneario suelo pasar dos meses de solaz en
plena temporada estival. Y he pasado muy lindos momentos cuando compartía la
figura tutelar de mi madre y mis hijos y sobrinos (Dios me los dio y no el
diablo como dice el refrán) se criaron correteando por la Galería Casablanca
en la Tercera Bajada.
Eso cuando la villa
no estaba tan desarrollada y crecida como ahora, cuando todavía estaba el viejo
avión enclavado arriba de un médano mirando el mar y los pulperos nos despertaban cada mañana junto
a los canillitas voceando el “Río Negro”. Cuando los cañadones con su
presencia útil desaguaban en el mar sus
aguas pluviales y era un rito la lectura del diario y del café en la confitería
Janoe en la Galería Antares.
Eran otros tiempos.
De bohemia y de amigos que se fueron yendo, porque la vida es así.
No está Víctor
Menjolou, -la placita de artesanos lleva su nombre-, falta el querido gordo
Héctor Meis –el poeta mayor de San Antonio-, Héctor Izco se llevó sus historias
para siempre, Oscar Gutiérrez seguro que estará cantando en otros cielos
mejores, doña Lía Mares ya no transita sus calles, don Carlos Sontang tal vez
estará soñando en otros lados con sus proyectos y sus emprendimientos. ¡Cuántas ausencias! Cuando se pasa lista como
dice la canción “uno comprende como están de ausentes las cosas queridas”.
Pero a pesar que
todo cambia, el balneario Las Grutas tiene siempre un gran encanto, un duende
que se pasea por el “golfo más azul del continente”.
Muchos de amigos
–varios grutenses y otros sanantonienses, que es casi decir lo mismo- todavía
compartimos la mesa con el pan y con el vino, la conversación, los afectos, los
libros, el café y la lectura de los diarios. Invariablemente en la casa del doctor
Irízar mirando el mar junto al escribano Rubén Baquiero, el ingeniero y doctor
Alcides Llorente formamos la cofradía de los aperitivos antes del almuerzo.
Claro que algunas
cosas se han perdido, por ejemplo las librerías de libros usados que muchos frecuentamos
con verdadero placer. Ya no están. Pero desde los centros de compra hay otras
opciones y ahora se venden los libros nuevos y las novedades para las lecturas
del verano. Sobre eso una digresión: Actualmente cuando estoy en playa mi
curiosidad literaria me lleva a mirar los títulos de los libros que leen los
bañistas. ¿Nuestras lecturas -me pregunto- hablarán de nuestra personalidad?
Todavía los
partidos de tejo me entusiasman y empleo en ellos tal vez en vano mis mejores
virtudes.
Las Grutas es un
lindo lugar para vivir. Por supuesto que muchas cosas se van perdiendo con el
progreso. Antes no había tanto bullicio y no faltaba espacio. La playa era
grande y sobraba para las pocas sombrillas y los juegos playeros. Ahora en
cambio estamos todos pegados unos a otro, como sucede en la peatonal y también
en la placita de artesanos. Hablando de éstos últimos ¿cuándo tendrán sus
propios baños?
Claro que Las
Grutas tiene muchas falencias, eso también debemos decirlo. Los precios
desmedidos en algunos comercios, si bien no se debe generalizar porque hay
comerciantes responsables y que venden a precios normales.
Los alquileres
onerosos para las comodidades que se ofrecen. Los cortes recurrentes de
energía, la falta de agua, los desbordes de los líquidos cloacales, la falta de
más cajeros automáticos y que funcionen como se debe, la carencia de
combustibles y otros inconvenientes que muchas veces complican a los turistas
que viene precisamente a descansar.
Y si descansar
hablamos ¡son insufribles los perros en la playa!
Pero una de cal y
otra de arena: hay cada vez mayor conciencia de mantener limpia la playa y muy
bueno el desempeño de los agentes que se ocupan del tema como también de
mantener limpios los cordones de las veredas. Un ejemplo a imitar.
Un ítem muy
importante es la calidad de los espectáculos artísticos y la puesta en valor de
la Fiesta Nacional
del Golfo Azul. La posibilidad de poder presenciar la actuación de artistas
nacionales para todo gusto y edades.
En la peatonal veo
que faltan más artistas callejeros. Pero la estatua viviente persiste en
encantar a niños y mayores. ¿Vendrá también esta temporada el cine en la playa?
Lo destacado: las
esculturas en madera que se están emplazando en la avenida Río Negro. ¡Qué
bueno es compartir un espacio con el arte! Faltarían más murales.
Eso sí, este año ha
faltado la oferta de pescado fresco que en temporadas anteriores ofrecían los
pescadores artesanales. ¡Una lástima!
Por supuesto que en
esta breve crónica habrá muchas omisiones, pero quiero nombrar a otros amigos
entrañables, para que no me reclamen: Jorge Incola, -escritor y forjador-, Beto
Noy, con sus Grutynos y sus sueños,
Salvador Cambarieri –cineasta-, el Pato Mirano con su casa artesanal y
de baño redondo, actor y “gauchito Gil”. Y hay más, muchos más.
Me gusta el
balneario Las Grutas, porque decía mi amigo el Tilo “los mares de alguna forma
nos unen”. Llevo en mi corazón el Napostá de mi ciudad natal, las verdes
alamedas de Valcheta y el mar azul del golfo de San Matías. ¿Qué más puedo
pedir?